Si quieres jugar con nosotros, ven. Aprenderás muchas cosas de nuestra constitución y aprenderás a respetar y ser respetado.
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"Aprender a vivir la democracia: respeto las normas, respeto la ley"
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Escenario | Reglas | Pregunta | Pistas | Trabajo final |
Vistas de página en total
martes, 27 de noviembre de 2012
LA CONSTITUCIÓN.
lunes, 26 de noviembre de 2012
SEGUIMOS CON NUESTRO HUERTO.
Desde septiembre llevamos nuestro huerto. Ya tenemos una habichuela aunque sea chica.
Aquí están las fotos.
Aquí están las fotos.
jueves, 22 de noviembre de 2012
Día Internacional contra la Violencia de Género.
El 25 de noviembre se celebra el Día Internacional contra la Violencia de Género. Ojalá no tuviéramos que celebrarlo!!!
Además de cambiar los roles entre niños y niñas, haremos trabajos teniendo como referente la familia y el papel de la madre y del padre...
Elaboración de un mural colectivo de aula:
• Existe la violencia hacia las mujeres porque no somos iguales. «Entre
iguales no cabe la violencia».
• Uno de los orígenes de la violencia hacia las mujeres, es el no aceptar la
diferencia. «Aunque diferentes, mujeres y hombres valemos lo mismo»
• Respetar la diferencia (o la diversidad) es prevenir la violencia de género.
• Aceptar la diferencia (o la diversidad) es prevenir la violencia hacia las
mujeres.
• La violencia hacia las mujeres no soluciona los conflictos.
• Se necesita reorientar la educación y la convivencia para un futuro sin
violencia hacia las mujeres.
• La violencia hacia las mujeres es simplemente injusta y nunca está justificada.
Hay muchos enlaces sobre este triste tema, uno de ellos es este:
La igualdad no es un cuento
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sábado, 17 de noviembre de 2012
ORTOGRAFÍA
viernes, 16 de noviembre de 2012
20 noviembre, DÍA INTERNACIONAL DE LA INFANCIA.
Declaración sobre los DERECHOS DEL NIÑO Y NIÑA:
En la siguiente página web : www.rayuela.org encontraréis textos, cuentos y juegos para trabajar cada uno de los derechos de los niños y niñas, ¡para aprender divirtiéndonos!
CON MOTIVO DEL DÍA DE LOS DERECHOS DE LA INFANCIA, aquí dejo algunas cosas:
1º Derecho a la Igualdad.
2º Derecho a la Protección.
3º Derecho a la Identidad y a la
Nacionalidad.
4º Derecho a tener una casa, alimentos y
atención.
5º Derecho a la educación y a la atención al
disminuido.
6º Derecho al amor de los padres y la
sociedad.
7º Derecho a la educación gratuita y a
jugar.
8º Derecho a ser el primero en recibir
ayuda.
9º Derecho a ser protegido contra el abandono y la
explotación.
10º Derecho a crecer en solidaridad, comprensión y
justicia entre los pueblos.
En la siguiente página web : www.rayuela.org encontraréis textos, cuentos y juegos para trabajar cada uno de los derechos de los niños y niñas, ¡para aprender divirtiéndonos!
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CON MOTIVO DEL DÍA DE LOS DERECHOS DE LA INFANCIA, aquí dejo algunas cosas:
Tus derechos
Tus
derechos están recogidos en la Convención sobre los
Derechos del Niño. Esta Convención es un acuerdo internacional que
explica qué derechos y qué obligaciones tienen los niños y niñas.
Con
la palabra "niño" se refiere a todas las personas, chicos y chicas, que todavía
no han cumplido los 18 años de edad.
Todos
los países del mundo (excepto Estados Unidos y Somalia) han firmado este
acuerdo. Esto significa que los leyes de todos los países tienen que respetar
necesariamente tus derechos.
España
ha firmado la Convención en 1989.
La
Convención utiliza un lenguaje jurídico que no siempre es tan sencillo. Por esto
hemos elaborado versiones simplificadas que explican a grandes rasgos tus
derechos.
Los
derechos son siempre los mismos, pero tenemos
tres versiones para que los entiendas bien según la edad que
tengas.
Quiero
conocer mis derechos y tengo...
Convención
de Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño
ADAPTADA PARA NIÑOS Y NIÑAS ENTRE 5 Y 8 AÑOS
1.
Todos
los niños y niñas son importantes; yo también.
2.
Todos
los niños tienen derecho a un nombre.
3.
Yo
también tengo un nombre.
4.
Tengo
derecho a que me traten bien.
5.
Nadie
tiene derecho a pegarme ni a reírse de mí.
6.
Tengo
derecho a vivir bien.
7.
Tengo
derecho a recibir ayuda cuando esté malo.
8.
Tengo
derecho a decir lo que pienso.
9.
Tengo
derecho a jugar.
10.
Tengo
derecho a aprender muchas cosas en
el colegio.
11.
Tú
y yo y todos los niños y niñas tenemos derecho a vivir sin miedo.
Convención
de Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño
ADAPTADA PARA NIÑOS Y NIÑAS ENTRE 9 Y 12 AÑOS
1.
La
familia es muy importante para el desarrollo,
bienestar y felicidad de los chicos.
2.
Los
principales responsables de tu cuidado son tus familiares.
3.
El
Gobierno debe poner todos los medios para
asegurar que se respetan los derechos de los chicos.
4.
El
Gobierno también debe ayudar a otros países a
respetar estos derechos.
5.
Todos
los chicos tienen derecho a un nombre y a una
nacionalidad.
6.
Todos
los chicos y chicas son importantes en igual
medida.
7.
No
debes ser discriminado por tu apariencia, tu
color, tu sexo
tu idioma, tu religión, tus opiniones, etc.
8.
Las
personas que deciden sobre los asuntos que afectan a la infancia deben tener
siempre en cuenta los intereses del
chico.
9.
Todos
los chicos y chicas tienen derecho a expresar lo que
sienten.
10.
Tus
opiniones deben ser escuchadas en todas aquellas
decisiones que te afecten, ya se adopten en casa, en el colegio, o por las
autoridades y los tribunales.
11.
Todos
los chicos tienen derecho a asistir al colegio y
a aprender cosas importantes como, por ejemplo, el respeto por los derechos
humanos y por otras culturas.
12.
Es
importante que en el colegio los chicos puedan desarrollar su personalidad, capacidad y
habilidades.
13.
Cuando
estés enfermo tienes derecho a recibir la ayuda
y los cuidados que necesites.
14.
Todos
los chicos tienen derecho a unas condiciones dignas de
vida.
15.
Si
tienes una discapacidad debes recibir apoyo y
ayuda especiales.
16.
El
chico que se haya visto forzado a abandonar su
país tiene los mismos derechos que todos los que viven en el país de
acogida.
17.
Si
tu familia no está contigo debes recibir
protección y ayuda especiales.
18.
Si
fuese posible deben ayudarte a que te reúnas con
tu familia.
19.
Las
ideas y creencias de todos los chicos deben ser
respetadas.
20.
Si
perteneces a una minoría tienes derecho a hablar
tu idioma, a mantener tus costumbres y a practicar tu
religión.
21.
Todos
los chicos tienen derecho a jugar y a vivir en
un medio ambiente saludable.
22.
Todos
los chicos tienen derecho a recibir información
de diferentes partes del mundo a través de la radio, televisión, prensa y
libros.
23.
La
información no debe ser perjudicial. Tú también tienes derecho a dar información.
24.
Todos
los chicos tienen derecho a que se respete su intimidad. Por esta razón, nadie puede leer sin tu
permiso tus cartas, tus escritos o revolver en tus cosas.
25.
Todos
los chicos tienen derecho a estar con su padre y
con su madre, aunque éstos no vivan
juntos.
26.
La
madre y el padre tienen las mismas obligaciones
con respecto a sus hijos.
27.
Los
padres y madres tienen derecho a recibir apoyo y ayuda, para tu educación y desarrollo.
28.
Ningún
chico debe ser maltratado, explotado o abandonado.
29.
Ningún
chico debe ser forzado a realizar un trabajo que
le perjudique.
30.
Ningún
chico debe sufrir abusos
sexuales.
31.
Si
eres maltratado tienes derecho a ser protegido y
ayudado.
32.
Todos
los chicos tienen derecho a estar informados y a conocer cuáles son sus
derechos.
ADAPTADA
PARA JÓVENES ENTRE 13 Y 18 AÑOS A quién se aplica la Convención
Artículos
1 y 2
La
Convención va dirigida a todos los chicos y chicas que tengan menos de 18 años;
es decir, a quienes no hayan alcanzado la mayoría de edad.
Se
dirige a todos los chicos y chicas, independientemente de su color, sexo,
idioma, nacionalidad, origen étnico y social, religión, opiniones políticas,
discapacidad o cualquier otra circunstancia y condición.
Protección
contra la discriminación
Artículo
2
Los
chicos que son discriminados o intimidados por razón de su color, sexo, idioma,
nacionalidad, origen étnico, posición de su familia, actividad, opiniones o
religión tienen derecho a ser protegidos.
Interés
superior de los chicos
Artículo
3
Cuando
los tribunales, autoridades u otros órganos decidan sobre asuntos que afecten a
los chicos deben actuar siempre teniendo en cuenta sus intereses.
Cómo
deben aplicarse los derechos
Artículo
4
Los
Estados que han ratificado esta Convención deben velar para que las leyes y
normas se adecuen a la Convención. Deben adoptar las medidas necesarias para que
se cumplan estos derechos.
Ayuda
Internacional
Artículo
4
Si
un país no dispone de recursos suficientes para poder cumplir las exigencias de
la Convención, debe obtener ayuda a través de la cooperación
internacional.
Responsabilidad
de los padres
Artículos
5, 18, 26 y 27
Tanto
la madre como el padre tienen responsabilidades comunes en la educación y en el
desarrollo de sus hijos. Siempre deben tener en cuenta el interés de éstos.
Los
padres deben ayudar a sus hijos para que comprendan y ejerzan sus derechos.
El
Estado debe respetar y apoyar a los padres y a las personas e instituciones que
tienen responsabilidades con la infancia y su educación, para garantizar el
cumplimiento de los derechos de los chicos.
El
Estado debe garantizar que los hijos de padres trabajadores puedan beneficiarse
de servicios de guardería.
El
Estado debe asegurar también que las instituciones y servicios destinados al
cuidado de los chicos trabajen de acuerdo con lo establecido en la
Convención.
Derecho
a la vida
Artículo
6
Todos
los chicos tienen derecho a la vida. El Estado debe hacer todo lo posible para
asegurar su crecimiento y desarrollo.
Derecho
al nombre y a la nacionalidad
Artículos
7 y 8
Inmediatamente
después nacer, el niño deberá ser inscrito en un registro. También tiene derecho
a recibir un nombre y a adquirir una nacionalidad. En la medida de lo posible,
el chico tiene derecho a conocer a sus padres y a ser cuidado por ellos.
Nadie
tiene derecho a arrebatarle estos derechos.
Padres
e hijos
Artículos
9, 10 y 11
Los
chicos no deben ser separados de sus padres, excepto cuando ello se realice en
su beneficio.
Si
los chicos viven separados de sus padres tienen derecho a verlos y a mantener un
contacto directo. Este derecho también se mantiene aunque alguno de los padres
viva en otro país.
Si
el padre o la madre, o ambos, se encuentran encarcelados, han sido expulsados o
han fallecido, el chico tiene derecho a saber dónde están y qué les ha pasado.
No
se puede trasladar ilícitamente a ningún chico o mantenerlo en un país
extranjero contra su voluntad o la de sus padres.
Derecho
a la libertad de expresión, opinión y religión
Artículos
12, 13 y 14
Los
chicos tienen derecho a expresar sus opiniones y a que se les tenga en cuenta en
los asuntos que les afectan. Deben tener libertad para hablar. Tienen derecho a
buscar, recibir y dar todo tipo de información e ideas. Tienen también derecho a
expresarse oralmente, por escrito, a través de la pintura, de la música o de
cualquier otra forma mientras no molesten u ofendan a otras personas.
Las
opiniones, los pensamientos y las creencias religiosas de los chicos deben ser
respetados.
Derecho
a asociarse
Artículo
15
Los
chicos tienen derecho a crear asociaciones, a ser miembros de las mismas y a
celebrar reuniones pacíficas, mientras no vayan en contra de la libertad y los
derechos de otras personas.
Derecho
a la intimidad
Artículo
16
Ningún
chico debe sufrir intromisiones arbitrarias o ilegítimas en su vida privada,
familiar o en su hogar. Sus cartas y escritos les pertenecen. Tampoco deben
sufrir ataques en su honor o reputación.
Los
chicos tienen derecho a que la ley les proteja de actuaciones o ataques de este
tipo.
Derecho
a la diversidad de información
Artículo
17
El
Estado debe asegurar que los chicos tengan acceso a una información de calidad
procedente de la prensa, de los libros, de la radio y de la televisión y
fomentar la producción y difusión de libros adecuados para ellos.
El
Estado debe promover que los chicos cuyo primer idioma sea distinto del oficial
reciban informaciones y dispongan de materiales de calidad en su lengua.
Protección
contra el maltrato y el abuso
Artículos
19, 34 y 39
Ningún
padre o adulto tiene derecho a maltratar a los chicos. El Estado debe adoptar
todas las medidas que sean necesarias para protegerlos del cualquier maltrato,
explotación y abuso. También debe intervenir cuando los padres no cuidan a sus
hijos o son incapaces de hacerlo.
Los
chicos que han sido víctimas del abandono, abuso o tortura o han tomado parte en
hostilidades bélicas tienen derecho a recibir una ayuda especial.
Tienen
derecho a integrarse en un ambiente donde se les devuelva su autoestima y su
dignidad.
Hogares
de acogida y adopción
Artículos
20 y 21
Los
chicos que en sus casas sean maltratados deben tener la oportunidad de vivir en
otro sitio donde puedan disfrutar de una vida digna.
Los
que carezcan de un medio familiar propio deben tener la oportunidad de ser
adoptados cuando ello se haga en su beneficio.
Refugiados
Artículo
22
Los
chicos que se han visto forzados a abandonar su país, solos o con su familia,
tienen derecho a ser protegidos y a recibir ayuda en el país acogida. Deben
serles respetados todos los derechos.
Los
que han sido forzados a abandonar su país sin su familia deben obtener la ayuda
necesaria para reunirse con ella. Si fuese imposible encontrar a su familia, se
les proporcionará un hogar digno.
Discapacidad
y ayudas especiales
Artículo
23
Los
chicos discapacitados tienen derecho a vivir de forma que puedan bastarse por sí
mismos y participar activamente en la sociedad.
Deben
recibir ayudas especiales y educación. Si los padres no tuviesen recursos
suficientes, el Estado debe proporcionar estas ayudas.
Derecho
a la salud
Artículo
24
Los
chicos tienen derecho a disfrutar del más alto nivel posible de salud y a
recibir una atención sanitaria adecuada. Tienen derecho a poder alimentarse, a
beber agua potable y a ser protegidos de los peligros de la contaminación
medioambiental.
Los
chicos y sus padres deben ser informados sobre cuidados médicos infantiles,
nutrición, higiene, salubridad medioambiental y del modo de evitar
accidentes.
Atención
hospitalaria
Artículo
25
Los
chicos que han sido acogidos por las autoridades para su atención, protección o
tratamiento sanitario tienen derecho a una revisión periódica del estado de su
internamiento.
Derecho
a la educación
Artículo
28
Los
chicos tienen derecho a la educación básica gratuita y al asesoramiento y
orientación profesionales.
Se
les debe facilitar la educación superior. Se debe fomentar la asistencia al
centro educativo y la terminación de los estudios. La disciplina educativa deber
respetar la dignidad humana de los alumnos, de conformidad con la
Convención.
Los
Estados que han ratificado la Convención deben colaborar con otros países para
que los chicos de todo el mundo tengan la oportunidad de asistir al colegio y
recibir una educación de calidad.
Objetivos
de la educación
Artículo
29
La
educación debe tener como objetivos:
a)
Que
el alumno pueda desarrollar su personalidad y capacidad.
b)
Enseñar
el respeto por los derechos humanos, las libertades y los principios de las
Naciones Unidas.
c)
Desarrollar
el respeto por la identidad cultural del alumno.
d)
Preparar
al alumno para una vida responsable en una sociedad libre, con un espíritu de
entendimiento, paz, tolerancia, igualdad de sexos y amistad entre las
personas.
e)
Enseñar
el respeto al medio ambiente.
Derecho
a la propia cultura
Artículo
30
Los
chicos que pertenecen a una minoría o son indígenas tienen derecho a disfrutar
de su propia vida cultural, a practicar su religión y a usar su
lengua.
Derecho
al descanso y al ocio
Artículo
31
Todos
los chicos tienen derecho al descanso, al ocio, al juego y a las actividades
recreativas adecuadas a su edad. Tienen derecho a participar libremente en la
vida cultural y artística.
El
Estado debe respetar y promocionar este derecho.
Protección
contra el trabajo perjudicial y la explotación
Artículos
32, 34 y 36
Ningún
chico debe ser forzado a realizar un trabajo que perjudique su salud o
desarrollo. Deben existir normas que establezcan la edad permitida para realizar
diferentes tipos de trabajo y horarios laborales.
Los
chicos deben ser protegidos de la explotación, de la prostitución y de otras
prácticas sexuales ilegales. También se les debe proteger de la utilización en
espectáculos o en materiales pornográficos.
El
Estado debe proteger a los chicos de cualquier otro tipo de explotación que
pueda perjudicarles.
Protección
contra las drogas
Artículo
33
El
Estado debe adoptar medidas adecuadas para proteger a los chicos del uso de las
drogas, de su producción y tráfico.
Protección
contra la trata de menores
Artículo
35
El
Estado debe tomar las medidas necesarias para impedir el secuestro, la venta o
el tráfico de menores.
Menores
infractores
Artículo
40
El
chico que ha cometido un delito debe ser tratado con dignidad. Este tratamiento
debe tender a inculcarle el respeto por los derechos humanos y las libertades de
otros. También debe recibir ayuda para su reintegración en la sociedad.
En
esta situación, el chico tiene derecho a que se le garantice:
-
Su
presunción de inocencia hasta que se pruebe lo contrario.
-
A
no ser obligado a testificar o a confesarse culpable.
-
A
tener derecho a un abogado independiente que le defienda en los
juicios.
-
A
ser asesorado gratuitamente por un abogado cuando sea necesario.
-
A
que se le respete plenamente su intimidad durante todo el proceso.
El
Estado debe establecer una edad mínima antes de la cual no pueda considerarse
que los chicos tienen capacidad para cometer delitos. Los que han cometido
delitos deben recibir orientación para el desarrollo de su bienestar y su
integración en la sociedad.
Castigo
y prisión
Artículo
37
Ningún
chico debe ser sometido a torturas ni a otro tipo de castigo o tratos
degradantes. La pena capital o el encarcelamiento perpetuo no se pueden aplicar
a los delitos cometidos por personas menores de 18 años.
Ningún
chico deberá verse privado de su libertad de forma arbitraria o ilegal. El
arresto, la detención o encarcelamiento de un menor deberán realizarse en
concordancia con la ley y serán utilizados como último recurso y durante el
tiempo más corto posible.
Los
que sean privados de su libertad deben ser tratados con respeto y dignidad.
Tienen derecho a mantener contacto con su familia por medio de cartas y visitas,
a recibir asistencia jurídica y de otro tipo con el fin de poder defenderse ante
un tribunal y a que se decida rápidamente sobre dicha decisión.
Participación
y protección en los conflictos armados
Artículo
38
Los
chicos deben ser protegidos de la mejor forma posible en los conflictos armados.
El Estado debe garantizar que ningún menor participe directamente en las
hostilidades.
Información
y difusión de la Convención
Artículo
42
La
Convención debe difundirse y explicarse de forma que sea fácilmente comprensible
para los chicos y adultos.
El
Estado es responsable de dar a conocer la Convención y explicar su significado.
Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos del
Niño
España firmó esta Convención en 1989 y la ratificó en
1990. Así, las disposiciones de esta Convención son de cumplimiento obligado en
nuestro país
Presentación
La
Convención Internacional sobre los Derechos del Niño fue adoptada por la
Asamblea General de las Naciones Unidas en noviembre de 1989, marcando un hito
histórico fundamental en la defensa de los derechos humanos de los niños, niñas
y adolescentes. Su articulado incorpora los aspectos ya contenidos en la
Declaración de los Derechos del Niño de 1959, los amplía y, a su vez, va más
allá de dicha Declaración en cuanto que hace jurídicamente responsables de sus
acciones respecto de los niños a los Estados que la ratifican.
Los
Estados Partes en la presente Convención
Considerando
que, de conformidad con los principios proclamados en la Carta de las Naciones
Unidas, la libertad, la justicia y la paz en el mundo se basan en el
reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e
inalienables de todos los miembros de la familia humana,
Teniendo
presente
que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la Carta su fe en los
derechos fundamentales del hombre y en la dignidad y el valor de la persona
humana, y que han decidido promover el progreso social y elevar el nivel de vida
dentro de un concepto más amplio de la libertad,
Reconociendo
que
las Naciones Unidas han proclamado y acordado en la Declaración Universal de
Derechos Humanos y en los pactos internacionales de derechos humanos, que toda
persona tiene todos los derechos y libertades enunciados en ellos, sin
distinción alguna, por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión
política o de otra índole, origen nacional o social, posición económica,
nacimiento o cualquier otra condición,
Recordando
que en la Declaración Universal de Derechos Humanos las Naciones Unidas
proclamaron que la infancia tiene derecho a cuidados y asistencia especiales,
Convencidos
de que la familia, como grupo fundamental de la sociedad y medio natural para el
crecimiento y el bienestar de todos sus miembros, y en particular de los niños,
debe recibir la protección y asistencia necesarias para poder asumir plenamente
sus responsabilidades dentro de la comunidad,
Reconociendo
que el niño, para el pleno y armonioso desarrollo de su personalidad, debe
crecer en el seno de la familia, en un ambiente de felicidad, amor y
comprensión,
Considerando
que el niño debe estar plenamente preparado para una vida independiente en
sociedad y ser educado en el espíritu de los ideales proclamados en la Carta de
las Naciones Unidas y, en particular, en un espíritu de paz, dignidad,
tolerancia, libertad, igualdad y solidaridad,
Teniendo
presente que
la necesidad de proporcionar al niño una protección especial ha sido enunciada
en la Declaración de Ginebra de 1924 sobre los Derechos del Niño y en la
Declaración de los Derechos del Niño adoptada por la Asamblea General el 20 de
noviembre de 1959, y reconocida en la Declaración Universal de Derechos Humanos,
en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (en particular, en los
artículos 23 y 24), en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales (en particular, en el artículo 50) y en los estatutos e instrumentos
pertinentes de los organismos especializados y de las organizaciones
internacionales que se interesan en el bienestar del niño,
Teniendo
presente
que, como se indica en la Declaración de los Derechos del Niño, el niño, por su
falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidados especiales,
incluso la debida protección legal, tanto antes como después del nacimiento,
Recordando
lo dispuesto en la Declaración sobre los principios sociales y jurídicos
relativos a la protección y el bienestar de los niños, con particular referencia
a la adopción y la colocación en hogares de guarda, en los planos nacional e
internacional, las reglas mínimas de las Naciones Unidas para la administración
de la justicia de menores (reglas de Beijing); y la Declaración sobre la
protección de la mujer y el niño en estados de emergencia o de conflicto armado,
Reconociendo
que en todos los países del mundo hay niños que viven en condiciones
excepcionalmente difíciles y que esos niños necesitan especial consideración,
Teniendo
debidamente en cuenta la importancia de las tradiciones y los valores culturales
de cada pueblo para la protección y el desarrollo armonioso del niño,
Reconociendo
la importancia de la cooperación internacional para el mejoramiento de las
condiciones de vida de los niños en todos los países, en particular en los
países en desarrollo,
Han
convenido
en lo siguiente:
Artículo
1
Para
los efectos de la presente Convención, se entiende por niño todo ser humano
menor de dieciocho años de edad, salvo que en virtud de la ley que le sea
aplicable, haya alcanzado antes la mayoría de edad.
Artículo
2
1.
Los
Estados Partes respetarán los derechos enunciados en la presente Convención y
asegurarán su aplicación a cada niño sujeto a su jurisdicción, sin distinción
alguna, independientemente de la raza, el color, el sexo, el idioma, la
religión, la opinión política o de otra índole, el origen nacional, étnico o
social, la posición económica, los impedimentos físicos, el nacimiento o
cualquier otra condición del niño, de sus padres o de sus representantes
legales.
2.
Los
Estados Partes tomarán todas las medidas apropiadas para garantizar que el niño
se vea protegido contra toda forma de discriminación o castigo por causa de la
condición, las actividades, las opiniones expresadas o las creencias de sus
padres, o sus tutores o de sus familiares.
Artículo
3
1.
En
todas las medidas concernientes a los niños que tomen las instituciones públicas
o privadas de bienestar social, los tribunales, las autoridades administrativas
o los órganos legislativos, una consideración primordial a que se atenderá será
el interés superior del niño.
2.
Los
Estados Partes se comprometen a asegurar al niño la protección y el cuidado que
sean necesarios para su bienestar, teniendo en cuenta los derechos y deberes de
sus padres, tutores u otras personas responsables de él ante la ley y, con ese
fin, tomarán todas las medidas legislativas y administrativas
adecuadas.
3.
Los
Estados Partes se asegurarán de que las instituciones, servicios y
establecimientos encargados del cuidado o la protección de los niños cumplan las
normas establecidas por las autoridades competentes, especialmente en materia de
seguridad, sanidad, número y competencia de su personal, así como en relación
con la existencia de una supervisión adecuada.
Artículo
4
Los
Estados Partes adoptarán todas las medidas administrativas, legislativas y de
otra índole para dar efectividad a los derechos reconocidos en la presente
Convención. En lo que respecta a los derechos económicos, sociales y culturales,
los Estados Partes adoptarán estas medidas hasta el máximo de los recursos de
que dispongan y, cuando sea necesario, dentro del marco de la cooperación
internacional.
Artículo
5
Los
Estados Partes respetarán las responsabilidades, los derechos y los deberes de
los padres o, en su caso, de los miembros de la familia ampliada o de la
comunidad, según establezca la costumbre local, de los tutores u otras personas
encargadas legalmente del niño de impartirle, en consonancia con la evolución de
sus facultades, dirección y orientación apropiadas para que el niño ejerza los
derechos reconocidos en la presente Convención.
Artículo
6
1.
Los
Estados Partes reconocen que todo niño tiene el derecho intrínseco a la vida.
2.
Los
Estados Partes garantizarán en la máxima medida posible la supervivencia y el
desarrollo del niño.
Artículo
7
1.
El
niño será inscripto inmediatamente después de su nacimiento y tendrá derecho
desde que nace a un nombre, a adquirir una nacionalidad y, en la medida de lo
posible, a conocer a sus padres y a ser cuidado por ellos.
2.
Los
Estados Partes velarán por la aplicación de estos derechos de conformidad con su
legislación nacional y las obligaciones que hayan contraído en virtud de los
instrumentos internacionales pertinentes en esta esfera, sobre todo cuando el
niño resultara de otro modo apátrida.
Artículo
8
1.
Los
Estados Partes se comprometen a respetar el derecho del niño a preservar su
identidad, incluidos la nacionalidad, el nombre y las relaciones familiares de
conformidad con la ley sin injerencias ilícitas.
2.
Cuando
un niño sea privado ilegalmente de algunos de los elementos de su identidad o de
todos ellos, los Estados Partes deberán prestar la asistencia y protección
apropiadas con miras a restablecer rápidamente su identidad.
Artículo
9
1.
Los
Estados Partes velarán porque el niño no sea separado de sus padres contra la
voluntad de éstos, excepto cuando, a reserva de revisión judicial, las
autoridades competentes determinen, de conformidad con la ley y los
procedimientos aplicables, que tal separación es necesaria en el interés
superior del niño. Tal determinación puede ser necesaria en casos particulares,
por ejemplo, en los casos en que el niño sea objeto de maltrato o descuido por
parte de sus padres o cuando éstos viven separados y debe adoptarse una decisión
acerca del lugar de residencia del niño.
2.
En
cualquier procedimiento entablado de conformidad con el párrafo 1 del presente
artículo, se ofrecerá a todas las partes interesadas la oportunidad de
participar en él y de dar a conocer sus opiniones.
3.
Los
Estados Partes respetarán el derecho del niño que esté separado de uno o de
ambos padres a mantener relaciones personales y contacto directo con ambos
padres de modo regular, salvo si ello es contrario al interés superior del
niño.
4.
Cuando
esta separación sea resultado de una medida adoptada por un Estado Parte, como
la detención, el encarcelamiento, el exilio, la deportación o la muerte
(incluido el fallecimiento debido a cualquier causa mientras la persona esté
bajo la custodia del Estado) de uno de los padres del niño, o de ambos, o del
niño, el Estado Parte proporcionará, cuando se le pida, a los padres, al niño o,
si procede, a otro familiar, información básica acerca del paradero del familiar
o familiares ausentes, a no ser que ello resultare perjudicial para el bienestar
del niño.
Los
Estados Partes se cerciorarán, además, de que la presentación de tal petición no
entraña por sí misma consecuencias desfavorables para la persona o personas
interesadas.
Artículo
10
1.
De
conformidad con la obligación que incumbe a los Estados Partes a tenor de lo
dispuesto en el párrafo 1 del artículo 9, toda solicitud hecha por un niño o por
sus padres para entrar en un Estado Parte o para salir de él a los efectos de la
reunión de la familia será atendida por los Estados Partes de manera positiva,
humanitaria y expeditiva. Los Estados Partes garantizarán, además, que la
presentación de tal petición no traerá consecuencias desfavorables para los
peticionarios ni para sus familiares.
2.
El
niño cuyos padres residan en Estados diferentes tendrá derecho a mantener
periódicamente, salvo en circunstancias excepcionales, relaciones personales y
contactos directos con ambos padres. Con tal fin, y de conformidad con la
obligación asumida por los Estados Partes en virtud del párrafo 1 del artículo
9, los Estados Partes respetarán el derecho del niño y de sus padres a salir de
cualquier país, incluido el propio, y de entrar en su propio país. El derecho de
salir de cualquier país estará sujeto solamente a las restricciones estipuladas
por ley y que sean necesarias para proteger la seguridad nacional, el orden
público, la salud o la moral públicas o los derechos y libertades de otras
personas y que estén en consonancia con los demás derechos reconocidos por la
presente Convención.
Artículo
11
1.
Los
Estados Partes adoptarán medidas para luchar contra los traslados ilícitos de
niños al extranjero y la retención ilícita de niños en el
extranjero.
2.
Para
este fin, los Estados Partes promoverán la concertación de acuerdos bilaterales
o multilaterales o la adhesión a acuerdos existentes.
Artículo
12
1.
Los
Estados Partes garantizarán al niño que esté en condiciones de formarse un
juicio propio el derecho de expresar su opinión libremente en todos los asuntos
que afectan al niño, teniéndose debidamente en cuenta las opiniones del niño, en
función de la edad y madurez del niño.
2.
Con
tal fin, se dará en particular al niño oportunidad de ser escuchado en todo
procedimiento judicial o administrativo que afecte al niño, ya sea directamente
o por medio de un representante o de un órgano apropiado, en consonancia con las
normas de procedimientos de la ley nacional.
Artículo
13
1.
El
niño tendrá derecho a la libertad de expresión; ese derecho incluirá la libertad
de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de todo tipo, sin
consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o impresas, en forma
artística o por cualquier otro medio elegido por el niño.
2.
El
ejercicio de tal derecho podrá estar sujeto a ciertas restricciones, que serán
únicamente las que la ley prevea y sean necesarias.
a)
Para
el respeto de los derechos o la reputación de los demás;
b)
Para
la protección de la seguridad nacional o el orden público o para proteger la
salud o la moral públicas.
Artículo
14
1.
Los
Estados Partes respetarán el derecho del niño a la libertad de pensamiento, de
conciencia y de religión.
2.
Los
Estados Partes respetarán los derechos y deberes de los padres y, en su caso, de
los representantes legales, de guiar al niño en el ejercicio de su derecho de
modo conforme a la evolución de sus facultades.
3.
La
libertad de profesar la propia religión o las propias creencias estará sujeta
únicamente a las limitaciones prescritas por la ley que sean necesarias para
proteger la seguridad, el orden, la moral o la salud públicos o los derechos y
libertades fundamentales de los demás.
Artículo
15
1.
Los
Estados Partes reconocen los derechos del niño a la libertad de asociación y a
la libertad de celebrar reuniones pacíficas.
2.
No
se impondrán restricciones al ejercicio de estos derechos distintas de las
establecidas de conformidad con la ley y que sean necesarias en una sociedad
democrática, en interés de la seguridad nacional o pública, el orden público, la
protección de la salud y la moral públicas o la protección de los derechos y
libertades de los demás.
Artículo
16
1.
Ningún
niño será objeto de injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada, su
familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra y
a su reputación.
2.
El
niño tiene derecho a la protección de la ley contra esas injerencias o ataques.
Artículo
17
Los
Estados Partes reconocen la importante función que desempeñan los medios de
comunicación y velarán porque el niño tenga acceso a información y material
procedentes de diversas fuentes nacionales e internacionales, en especial la
información y el material procedentes de diversas fuentes nacionales e
internacionales, en especial la información y el material que tengan por
finalidad promover su bienestar social, espiritual y moral y a su salud física y
mental. Con tal objeto, los Estados Partes:
a)
Alentarán
a los medios de comunicación a difundir información y materiales de interés
social y cultural para el niño, de conformidad con el espíritu del artículo
29;
b)
Promoverán
la cooperación internacional en la producción, el intercambio y la difusión de
esa información y esos materiales procedentes de diversas fuentes culturales,
nacionales e internacionales
c)
Alentarán
la producción y difusión de libros para niños; d) Alentarán a los medios de
comunicación a que tengan particularmente en cuenta las necesidades lingüísticas
del niño perteneciente a un grupo minoritario o que sea indígena;
d)
Promoverán
la elaboración de directrices apropiadas para proteger al niño contra toda
información y material perjudicial para su bienestar, teniendo en cuenta las
disposiciones de los artículos 13 y 18.
Artículo
18
1.
Los
Estados Partes pondrán el máximo empeño en garantizar el reconocimiento del
principio de que ambos padres tienen obligaciones comunes en lo que respecta a
la crianza y el desarrollo del niño. Incumbirá a los padres o, en su caso, a los
representantes legales la responsabilidad primordial de la crianza y el
desarrollo del niño. Su preocupación fundamental será el interés superior del
niño.
2.
A
los efectos de garantizar y promover los derechos enunciados en la presente
convención, los Estados Partes prestarán la asistencia apropiada a los padres y
a los representantes legales para el desempeño de sus funciones en lo que
respecta a la crianza del niño y velarán por la creación de instituciones,
instalaciones y servicios para el cuidado de los niños.
3.
Los
Estados Partes adoptarán todas las medidas apropiadas para que los niños cuyos
padres trabajan tengan derecho a beneficiarse de los servicios e instalaciones
de guarda de niños para los que reúnen las condiciones requeridas.
Artículo
19
1.
Los
Estados Partes adoptarán todas las medidas legislativas, administrativas,
sociales y educativas apropiadas para proteger al niño contra toda forma de
perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o
explotación, incluido el abuso sexual, mientras el niño se encuentra bajo la
custodia de los padres, de un representante legal o de cualquier otra persona
que lo tenga a su cargo.
2.
Esas
medidas de protección deberían comprender, según corresponda, procedimientos
eficaces para el establecimiento de programas sociales con objeto de
proporcionar la asistencia necesaria al niño y a quienes cuidan de él, así como
para otras formas de prevención y para la identificación, notificación, remisión
a una institución, investigación, tratamiento y observación ulterior de los
casos antes descritos de malos tratos al niño y, según corresponda, la
intervención judicial.
CUENTOS CON MORALEJA.
BERARDO CON FRÍO
Lo sentí desde mi cama. Curiosamente sentí su temblor de frío desde mi cuarto tan lejos de ahí en mitad de la noche. Paula Berardo temblando sentada en un rincón, tratando de cubrirse en vano con sus brazos y sus piernas en el piso de granito helado, desnuda en el inmenso tablero de ajedrez de algún salón lejano. Su piel erizándose poco a poco, marcando con autoridad que es recién el comienzo del frío, que aunque estoy a tiempo de llegar y tocar despacio su pelo rojo sin hablar, sacándome cada prenda para ponérselo a ella, trasladarle apenas mi calor, en un intercambio que ella y yo tomaremos equívocamente por amor. Comenzar poniéndole, cuando ya esté completamente desnudo, mi slip negro y que por eso estemos a punto de sonreír, pero el frío, lo cómico de una prenda demasiado masculina en un cuerpo de mujer, las diferencias de relieve, esas cosas. Luego la necesaria camiseta de frisa blanca, doblarle un poco las mangas hacia arriba; las medias; el pantalón demasiado holgado para Berardo pero quizás ajustando el cinturón en el orificio indicado; la camisa celeste prendida hasta el último botón; el chaleco, la primer sonrisa de tibio placer en el rostro de Berardo; la corbata y su nudo impecable, inútil pero prolijo, los zapatos varios números más grandes pero quizás apretando un poco los cordones; finalmente el saco bien prendido y poder vernos así de frente, ella con mi traje ya templada y yo completamente desnudo, parados uno contra otro, mientras el frío ahora sube desde la planta de mis pies.
EL AMENAZADO
Es el amor, tendré que ocultarme o huir. Crecen los muros de su cárcel, como un sueño atroz.
La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única ¿de qué me servirán mis talismanes; el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó al áspero norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?.
Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo. Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que me miran por las ventanas, pero la sombra no me ha traidor la paz.
Es, ya lo sé, el amor; la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo. Es el amor con su mitología, con sus pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar. Ya los ejércitos se cercan, las hordas (esta habitación es irreal; ella no la ha visto). El nombre de una mujer me delata. Me duele una mujer en todo el cuerpo.
Jorge Luis Borges
Juan
Rulfo - México
CUENTOS CON MORALEJA.
CUENTO
CON MORALEJA
(Protección
contra los abusos)
Un
emperador estaba por salir de su palacio para dar un paseo matutino, cuando, a
las puertas del mismo, se encuentra con un mendigo.
Suponiendo
el pedido de una limosna, le preguntó: - ¿Qué quieres?
El
mendigo lo miró y le dijo: - Me preguntas de una manera... como si tu pudieras
satisfacer mi deseo.
El
emperador le respondió: - Por supuesto que puedo satisfacer tu deseo... ¿Cuál
es?
Y el
mendigo le dijo: - Piensa dos veces antes de prometer.
El
emperador, comenzando a molestarse, insistió: - Te daré cualquier cosa que
pidas. Soy una persona muy poderosa, y extremadamente rica... ¿qué puedes tú
desear que yo no pueda darte?
El
mendigo le dijo: - Es un deseo muy simple... ¿ves esta bolsa que llevo
conmigo?... ¿puedes llenarla con algo valioso?
- Por
supuesto - dijo el emperador.
Y Llamó
a uno de sus servidores y le dijo: - Llena de dinero la bolsa de este hombre.
El
servidor lo hizo... y el dinero, apenas ingresado a la bolsa, desapareció.
Echó más
y más, y el mismo desaparecía al instante.
La bolsa
del mendigo, por lo tanto, siempre estaba vacía.
El rumor
de esta escena corrió rápidamente por toda la ciudad y entonces una gran
multitud se reunió en el lugar, poniendo en juego el prestigio del emperador.
Entonces
el emperador le dijo a sus servidores: - Estoy dispuesto a perder mi reino
entero, pero este mendigo no se va a salir con la suya, ya que me dejará en
ridículo frente al pueblo.
Diamantes,
perlas, esmeraldas... uno a uno los tesoros del emperador iban ingresando en la
bolsa, la cual no parecía tener fondo.
Todo lo
que se colocaba en ella desaparecía inmediatamente.
Era el
atardecer y habiendo quedado el emperador ya sin ninguna cosa que colocar en la
bolsa del mendigo (habiendo llegado incluso a desprenderse de joyas que habían
pertenecido a su familia por siglos), se tiró a los pies del mendigo y,
admitiendo su derrota, le dijo: - Has ganado tú, pero antes que te vayas,
satisface mi curiosidad: ¿cuál es el secreto de tu bolsa?
El
mendigo le dijo: - ¿El secreto?... está simplemente hecha de deseos
humanos.
Anónimo
AGUANTA UN POCO MÁS...
(Educación)
Se cuenta que una vez en Inglaterra, existía una pareja que gustaba
de visitar las pequeñas tiendas del centro de Londres. Una de esas tiendas era
una en donde vendían vajillas antiguas.
En una de sus visitas a la tienda vieron una hermosa tacita. “¿Me
permite ver esa taza?” Preguntó la señora, “¡nunca he visto nada tan fino como
eso!” En cuanto tuvo en sus manos la taza, escuchó que la tacita comenzó a
hablar.
- Usted no entiende – Yo no siempre he sido esta taza que usted esta
sosteniendo. Hace mucho tiempo yo era solo un montón de barro. Mi creador me
tomo entre sus manos y me golpeó y me amoldó cariñosamente.
Luego llegó el momento en que me desesperé y le grité: “Por favor”...
Ya déjame en paz...
Pero mi amo sólo me sonrió y me dijo: ...”Aguanta un poco más,
todavía no es tiempo.”
Después me puso en un horno. Yo nunca había sentido tanto calor... Me
pregunté por que mi amo querría quemarme, así que toqué la puerta del horno.
A través de la ventana del horno pude leer los labios de mi amo que
me decían: “Aguanta un poco más, todavía no es tiempo...”
Finalmente se abrió la puerta, mi amo me tomó y me puso en una repisa
para que me enfriara.
“Así está mucho mejor”.. me dije a mi misma, pero apenas me había
refrescado, cuando mi creador ya me estaba cepillando y pintando. El olor a la
pintura era horrible...”Sentía que me ahogaría”.....”Por favor detente...” le
gritaba yo a mi amo; pero él solo movía la cabeza haciendo un gesto negativo y
decía: “Aguanta un poco más, todavía no es tiempo...”
Al fin mi amo dejó de pintarme; pero, esta vez me tomó y me metió
nuevamente en otro horno... No era un horno como el primero; sino que era mucho
más caliente...
Ahora sí estaba segura que me sofocaría... Le rogué, y le imploré a
mi amo que me sacara...
Grité, lloré; pero mi creador sólo me miraba diciendo “Aguanta un
poco más, todavía no es tiempo”
En ese momento me di cuenta que no había esperanza... Nunca lograría
sobrevivir a ese horno... Justo cuando estaba a punto de darme por vencida se
abrió la puerta y mi amo me tomó cariñosamente y me puso en una repisa que era
aun más alta que la primera. Allí me dejó un momento para que me refrescara.
Después de una hora de haber salido del segundo horno, mi amo me dio
un espejo y me dijo: “Mírate” “¡Esta eres tú!”
¡Yo no podía creerlo! ¡Esa no
podía ser yo! Lo que veía era hermoso. Mi amo nuevamente me dijo: “Yo sé que te
dolió haber sido golpeada y amoldada por mis manos; pero si te hubiera dejado
como estabas, te hubieras secado. Sé que te causó mucho calor y dolor estar en
el primer horno, pero de no haberte puesto allí, seguramente te hubieras
estrellado.
También sé que los gases de la pintura te provocaron muchas
molestias, pero de no haberte pintado tu vida no tendría color. Y si no te
hubiera puesto en el segundo horno, no hubieras sobrevivido mucho tiempo, porque
tu dureza no habría sido la suficiente para que subsistieras.
¡”Ahora tú eres un producto terminado!” “¡Eres lo que imaginé cuando
te comencé a formar!”.
Anónimo
EL PAISAJISTA
(Privación de libertad = no se puede encerrar los sentimientos y
las vivencias en un cuadro)
Un pintor de mucho talento fue enviado por el emperador a una
provincia lejana, desconocida, recién conquistada, con la misión de traer
imágenes pintadas. El deseo del emperador era conocer así aquellas
provincias.
El pintor viajó mucho, visitó los recodos de los nuevos territorios,
pero regresó a la capital sin una sola imagen, sin siquiera un
boceto.
El emperador se sorprendió, e incluso se enfadó.
Entonces el pintor pidió que le dejasen un gran lienzo de pared del
palacio. Sobre aquella pared representó todo el país que acababa de recorrer.
Cuando el trabajo estuvo terminado, el emperador fue a visitar el gran fresco.
El pintor, varilla en mano, le explicó todos los rincones del paisaje, de las
montañas, de los ríos, de los bosques.
Cuando la descripción finalizó, el pintor se acercó a un estrecho
sendero que salía del primer plano del fresco y parecía perderse en el espacio.
Los ayudantes tuvieron la sensación de que el cuerpo del pintor se adentraba a
poco en el sendero, que avanzaba poco a poco en el paisaje, que se hacia más
pequeño. Pronto una curva del sendero lo ocultó a sus ojos. Y al instante
desapareció todo el paisaje, dejando el gran muro desnudo.
El emperador y las personas que lo rodeaban volvieron a sus aposentos
en silencio.
Cuento Chino
DOÑA TOMASA Y PEDRITO
(Protección contra los abusos = hay que conocer a los alumnos
antes de etiquetarlos)
El primer día de clase que Doña Tomasa se enfrento a sus alumnos de
quinto grado, les dijo que ella trataba a todos los alumnos por igual y que
ninguno era su favorito. En la primera fila sentado estaba Pedrito, un niño
antisocial, con una actitud intolerable, que siempre andaba sucio y todo
despeinado. El año anterior, Doña Tomasa había tenido a Pedrito en una de sus clases.
Doña Tomasa veía a Pedrito como un niño muy antipático. A ella
siempre le daba mucho gusto poder marcar con lápiz rojo todo el trabajo que
Pedrito entregaba, con una "F".
En la escuela donde Doña Tomasa enseñaba se requería revisar el
archivo de historia de cada alumno y el de Pedrito fue el último que ella
revisó.
Cuando ella empezó a leer el archivo de Pedrito, se encontró con
varias sorpresas.
La maestra de Pedrito de primer grado había escrito: "Pedrito es un
niño muy brillante y muy amigable, siempre tiene una sonrisa en sus labios".
Él hace su trabajo a tiempo y tiene muy buenos modales. “Es un placer
tenerlo en mi clase".
La maestra de segundo grado: "Pedrito es un alumno ejemplar, muy
popular con sus compañeros, pero últimamente muestra tristeza porque su mamá
padece de una enfermedad incurable".
La maestra de tercer grado: "La muerte de su mamá ha sido muy difícil
para él". Pedrito trata de hacer lo mejor que puede pero sin interés”. Tampoco
el papá demuestra ningún interés en la educación de Pedrito. “Si no se toman
pasos serios, esto va afectar la vida de Pedrito".
La maestra del cuarto grado: "Pedrito no demuestra interés en la
clase”.
Cada día Pedrito se cohíbe más. “No tiene casi amistades y muchas
veces duerme en clase".
Después de leer todo esto, Doña Tomasa sintió vergüenza por haber
juzgado a Pedrito sin saber las razones de su actitud. Se sintió peor cuando
todos sus alumnos le entregaron regalos de Navidad envueltos en fino papel, con
excepción del regalo de Pedrito, que estaba envuelto con un cartón de la tienda.
Doña Tomasa abrió todos lo regalos y cuando abrió el de Pedrito,
todos los alumnos se rieron al ver lo que se encontraba dentro. En el cartón
había una botella con un cuarto de perfume y un brazalete al que le faltaban
algunas de las piedras preciosas. Para suprimir las risas de sus alumnos, ella
se puso inmediatamente aquel brazalete y se puso un poco del perfume en cada
muñeca.
Ese día Pedrito se quedo después de clases y le dijo a la maestra:
"Doña Tomasa, hoy usted huele como mi mamá”. Después que todos se marcharon,
Doña Tomasa se quedo llorando por una hora.
Desde ese día ella cambió su método. En vez de enseñar solo lectura,
escritura y aritmética, escogió enseñar
a los niños. Doña Tomasa empezó a ponerle mas atención a Pedrito. Ella notaba
que mientras más ánimos le daba a Pedrito, con más entusiasmo reaccionaba él. Al
final del año, Pedrito se convirtió en él más aplicado de la clase, y a pesar de
que Doña Tomasa había dicho el primer día de clase que todos los alumnos iban a
ser tratados por igual, Pedrito era su preferido.
Pasaron seis años y Doña Tomasa recibió una nota de Pedrito, la cual
decía que se había graduado de la secundaria y que había terminado en tercer
lugar. También le decía que ella era la mejor maestra que él había tenido.
De ahí pasaron tres años cuando Doña Tomasa volvió a recibir noticias
de Pedrito. Esta vez, él le escribió que se le había hecho muy difícil pero que
muy pronto se graduaría de la universidad con honores, y le aseguro a Doña
Tomasa que todavía ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido en su
vida.
Pasaron tres años más cuando Doña Tomasa vuelve a saber de Pedrito.
En esta carta él le explicaba que había adquirido su título y que había decidido
seguir su educación. En esta carta Pedrito también le recordaba que ella era la
mejor maestra que había tenido en su vida. Esta vez la carta estaba firmada con
"Dr. Pedro Altamira".
Bueno, la historia no termina ahí. En la primavera, Doña Tomasa
volvió a recibir una carta de Pedrito donde le explicaba que había conocido a
una muchacha con la cual se iba a casar y quería saber si Doña Tomasa podría
asistir a la boda y tomar el lugar reservado usualmente para los padres del
novio. También le explicaba que su papá había fallecido varios años atrás.
Claro que Doña Tomasa acepto con mucha alegría, ¿y saben que hizo? El
día de la boda, ella se puso aquel brazalete sin brillantes que Pedrito le había
regalado y también el perfume que la mamá de Pedrito usaba. Cuando se
encontraron, se abrazaron muy fuerte y el Dr. Altamira le dijo en el oído muy
bajito: “Doña Tomasa, gracias por haber creído en mí”.
“Gracias por haberme hecho sentir que yo era importante y que podía
salir adelante con éxito”.
Doña Tomasa, con lágrimas en los ojos, le respondió: "Pedro, estás
equivocado. Tu fuiste el que me enseño que yo podía hacer algo especial, solo
con interesarme genuinamente. “¡Yo no sabía enseñar hasta que te conocí a ti!".
Anónimo
LA VERDAD Y LA BELLEZA
(Salud = los caprichos nos engañan, como la droga)
Cuando Dios creó a la mujer creó también LA
FANTASIA. Cierto día LA VERDAD quería conocer un gran
palacio y tenía que ser el palacio del Gran Sultán Harun Ar-Rachid, el Emir de
todos los creyentes. La verdad se cubrió con un velo muy transparente y cuando
despuntaba en el cielo las primeras luces del alba fue a llamar a la puerta del
palacio del Gran Sultán.
Cuando el jefe de la guardia abrió la puerta y vio aquella mujer tan
bella pero prácticamente desnuda, asombrado le pregunto:
- "¿Quién eres?"
- "Soy la Verdad y deseo hablar con el Sultán". - El jefe de la
guardia celoso de la seguridad de palacio, fue corriendo a hablar con el Gran
Visir e inclinándose humildemente ante él le dijo:
- "Señor, ahí fuera hay una mujer muy hermosa, casi sin ropa que
quiere hablar con el Sultán".
- ¿"Y cómo se llama?.
- "Dice llamarse Verdad, señor".
- ¿Qué dices? ¿Qué la Verdad quiere entrar en palacio? ¡De ningún
modo! ¿Qué sería de nosotros, si La Verdad entrase en palacio? Sería nuestra
desgracia, nuestra ruina. Diga a esa mujer que se marche inmediatamente. El
Visir se sintió temeroso y amenazado ante aquella inesperada visita. El jefe de
la guardia volvió a la entrada del palacio y le dijo a la verdad:
- "Lo siento mucho hija mía, pero tu desnudez podría escandalizar a
nuestro Califa. "Sigue tu camino y que Dios te acompañe". La Verdad se fue muy
triste, pues ella quería conocer un gran palacio,
Pero... Cuando Dios creó a la mujer también creó la OBSTINACION. Esta vez la Verdad se
cubrió con pieles mal olientes, de las que usan los pastores del desierto y con
paso firme, con el sol quemante en su espalda, se dirigió al palacio del Gran
Sultán. Cuando llegó a la puerta, tomó la aldaba entre sus manos y golpeo con
severidad. El jefe de la guardia abrió y le preguntó:
-"¿Quién eres?"
- "Soy la acusación, y exijo una audiencia con vuestro Sultán" - (voz
severa y firme).
Aquella espantosa mujer
inspiró cierta desconfianza al jefe de la guardia, que cerrando la puerta con
escrúpulo, le dijo:
-"Aguarde ahí, iré a anunciar su visita"- Cuando estuvo ante el Visir
le dijo:
-"Afuera hay una horrible mujer, que quiere hablar con nuestro
Sultán".
-"¿Y Cual es su nombre?"
- "Afirma llamarse Acusación, mi señor".
- ¿Qué la acusación quiere entrar en palacio? ¡De ningún modo!.
Ordena a esa mujer que se marche de inmediato. "Pronto echadla de mis dominios".
El jefe de la guardia volvió y sin darle explicación alguna echó a La
Verdad a empujones de palacio.
-"Fuera, fuera de aquí, en palacio no queremos a gente como tú". La
Verdad se fue muy enojada, pues ella quería entrar en palacio.
Cuando Dios crea a la mujer creo también EL CAPRICHO. En esta ocasión La Verdad
fue a buscar las ropas más bellas que pudo encontrar, delicadas sedas, brocados
y tejidos bordados con los colores del arco iris. Adorno sus manos con anillos
de piedras preciosas y su pecho con collares de zafiros, brillantes y rubíes.
Perfumó su cuerpo con esencia de jazmín. No podía estar más bella. Cubriendo su
rostro con un velo bordado en oro y plata, cuando se vislumbraban las últimas
luces del día, fue a llamar a las puertas de palacio. El jefe de la guardia al
ver aquella mujer tan bella quedo boquiabierto y pregunto con delicadeza:
-"¿Quién eres?"
-"Soy la fábula y me gustaría tener audiencia con vuestro
Sultán".(Dice con voz melodiosa y dulce). El jefe de la guardia se apresuró en
ir en busca del Gran Visir, dando tropezones sin fijarse por donde iba, pues no
podía apartar sus ojos de aquella bellísima mujer. Cuando estuvo ante el Visir,
le dijo:
-"Ahí fuera hay una mujer tan hermosa que más parece una princesa en
la decimocuarta noche de luna".
-"¿Y Cómo se llama?"
- "Fábula, mi señor"
-"¿Cómo? ¿Qué la Fábula quiere entrar en palacio? ¡Bendita sea La
Fábula! ¡Alabado sea Dios! Que sea recibida por cien esclavas que vayan a su
encuentro. Agasajarla con flores y que suenen las trompetas. Y así fue como las
puertas del gran palacio de Bagdad se abrieron finalmente de par en par a
nuestra peregrina.
Fue así como La Verdad vestida de Fábula, al fin pudo pasar y conocer
el gran Palacio para encontrarse con el Sultán Harun Ar-Rachid, el Emir de todos
los creyentes.
Fábula anónima
HABÍA
UNA VEZ... UN HADA... (Protección en tiempos de guerra)
...muy bella que protegía un bosque
encantado.
Su
belleza era tanto externa como interna. Sus largos cabellos rosados acariciaban
sus pequeños hombros; sus profundos ojos violetas reflejaban los destellos del
sol; su sonrisa era dulce y tibia como un beso matinal y su voz contenía todos
los sonidos de la Naturaleza.
Su
cuerpo estaba cubierto por una larga túnica azul; abrazaba su cintura un hilo de
luna y sus pies estaban protegidos por hojas de abedul.
Sus
manos eran perfectas: suaves al tacto, prolongaciones de Amor y de caricias
divinas.
Sobre su
frente brillaba un punto de luz, como un diamante puro, pero la principal
característica estaba en su pecho: tenía una enorme estrella dorada que titilaba
al compás de su respiración.
Asombrada
por lo que veía me acerqué a ella y sin hablar nos comunicamos, sólo a través de
la intuición y de la imaginación. Fue maravilloso lo que descubrí: me reveló su
secreto, que, en realidad no era un secreto sino algo que todos poseemos.
Sentí y
percibí dentro de mí el supremo mensaje. Estaba envuelto con luces mágicas y
decía algo así:
"Siempre que tengan un ratito... jueguen".
"Siempre
encuentren motivos para reírse".
"Siempre
que tengan oportunidad... abracen a sus seres amados y demuéstrenles cuánto los
tienen en cuenta.
"Siempre
¡¡¡ sean felices!!!.
"Siempre
sueñen que se cumplen todos los deseos".
"Siempre
traten de demostrar Amor a TODOS los
seres de la Naturaleza, de todos los reinos, a las plantas, a los animales, a
las personas, a las piedras, a lo que vemos y a lo que no vemos pero percibimos.
"Siempre
consoliden un Mundo Mejor, un Mundo sin lágrimas, un Mundo sin guerras, un Mundo
sin violencia, un Mundo lleno de Amor y Alegrías, un Mundo en el que TODOS compartamos las ganas de vivir AMANDO"...
Me
sentí inmersa en una nube de Felicidad, y fue conmovedor cuando descubrí que en
mi pecho también brillaba una enorme estrella dorada que titilaba al compás de
mi respiración.
Tuve la
certeza de que TODO ES POSIBLE, de que TODO
DESEO SE CUMPLE SI NACE DESDE LO MÁS PROFUNDO DEL ALMA.
No
encontraba un nombre para ponerle a lo que estaba sucediendo, pero de repente
recordé que "en el lenguaje de la Luz los nombres no cuentan".
El
hadita que protegía el bosque encantado me contó, ahora sí con palabras, que un
Ser muy importante y muy especial le había concedido la misión de regalar
estrellas y colocarlas en los corazones de todos los seres que desearan vivir un
mundo nuevo y feliz.
Me
reveló que TODOS poseemos, dentro de nosotros, un bosque
encantado. Un bosque lleno de enormes árboles y perfumadas flores. Un bosque
pintado con gotas de rocío y coloreado con luz de luna. Un bosque habitado por
millones de seres que colaboran y trabajan para que luzca más bello: gnomos y
duendes se encargan de ello. Un bosque mágico que envuelve en su centro la
esencia de todo lo que es y de todo lo que existe: el AMOR...
El
hadita que protegía el bosque encantado (que no era otra que yo misma) me invitó
a recorrerlo y a regalar estrellas y a colocarlas en los corazones de los seres
decentes deseosos de compartir un Mundo de Amor.
Así lo
hice: descubrí que todos anhelamos el bien, la felicidad, la salud, la paz, la
alegría de saber que somos amados por el Amor.
Coloqué
en infinitos corazones la Estrella Dorada. Cada una brillaba a su manera, pero
todas lo hacían. Cada una era una especie distinta, pero todas conformaban el
inmenso bosque encantado que es el Universo.
Dentro
de todos hay una bella hada que nos protege, que vela por nuestro interno bosque
mágico, que posee una tierna mirada y una dulce sonrisa, que acaricia con sus
cabellos rosados nuestros hombros cansados, que nos mima con sus manos divinas y
que hace brillar en su plenitud a la gran Estrella Dorada que es regalo de la
Vida.
Es mi
más sincero deseo que logres descubrir a tu Estrella Dorada. Sólo hay que
anhelarlo firmemente y con certeza. Cerrando los ojos, alivianando la mente,
entregándose al Amor e internándose en el Bosque Encantado lo lograrás y
conseguirás encontrarla.
Anímala
para que brille como ella sabe hacerlo y serás y te convertirás en un Ser
Mágico. En su centro sus destellos cantan:
"TODOS
Y TODO SE FUNDE Y SE CONFUNDE EN EL AMOR" Anónimo
JORGE Y DOLORES
No es que pasara hace poco, pero desde entonces las niñas no dejan
de cantar.
Era la época en que el Invierno se mezcla con los aires de Febrero, y
la tierra seca vuelve todo de color sepia y de un sabor como a sal. Los ríos de
polvo que tenemos por caminos se salen de su cauce, y el sol cómplice del frío
nos quema los pellejos como el hielo del infierno. Era la época del año en que
se oyen voces en los vientos.
Y parece que esas voces fueron las que obedeció Jorge; o tal vez fue
esa escarcha bochornosa la que lo sedujo. Lo recuerdo muy bien - váyase pronto
pa’ que no lo agarre la candelilla - ese granizo que se pega al cuerpo y nunca
se derrite, como si uno se llenara de babas para siempre.
Ese día hubo muchas culebras en el cielo; el mismo día que Jorge huyó
con Doloritas.
Ella se iba a casar con él, y ya faltaba retepoco para el casorio
cuando Jorge se empezó a notar extraño; por eso dicen que fue cosa del Diablo,
porque él la quería reteharto. Dicen que mi abuelo Pánfilo fue el último que le
vio, que andaba como muerto con los ojos bien pelones caminando por ahí - ¿Cómo
estas Jorge, listo pa’ la boda? - Y que no’más no le contestó, como si no lo
hubiera oído.
Ese fue el día de las culebras, el mismo día del casorio, el día que
ella enfermó de tristeza.
- ¿Cómo no va a estar? si yo apenas lo vi ayer, andaba como muerto
con los ojos bien pelones. - Y ya estaba la Iglesia bien repleta, pero esos dos
nada que no llegaban; ni Jorge ni Dolores, y pues como quien dice, pus no hubo
boda, ni modo que se celebrara sin novio y sin madrina.
Entonces fue cuando Lucrecia dijo con una voz como de hombre, muy
recia - Vámonos para la casa. Estos no vendrán. - Y ahí en su cuarto se encerró,
y desde fueras se ollía no’más como sollozaba; no le abrió la puerta ni a su
madre.
Y ahí estuvimos, yo retechico apenas, con los ojos bien abiertos
no’más viendo y oyendo, un tiempo muy largo; hasta que ya no se oyó el llanto.
Don Facundo tiró la puerta, y ahí estaba acostada en su colchón, dormida con su
velo en la cara, y un gran charco de lágrimas en el piso, como sí lo hubieran
recién fregado. - Jálate a buscar al cura, y dile que doblen a moribundo que
Lucrecita se nos va. - Y eso es todo lo que recuerdo, el sonido grave y triste
de las campanas que rebotaba en todo el pueblo; y a Doña Petra, que mientras
rezaba no sé que cosas, salió corriendo y haciendo cruces con un cuchillo, que
de tan gorda que estaba la culebra parecía que se nos caía el cielo. Hace tiempo una culebra se llevó dos vacas.
Yo ya tengo la misma edad que tenía mi abuelo cuando la tragedia,
pero me acuerdo rebién. La enterraron con su vestido de novia.
Por eso ahora las niñas cantan cuando juegan, y por eso también es
que en los días de casorio se ve a Jorge caminar por el pueblo, y se oye el
llanto de Lucrecita.
Y si viene Jorge a verme,
después de muerta,
Madre, no lo dejes que entre,
cierra la puerta.
Porque él no me quiso a mí,
quiso a Dolores;
el consuelo que me queda:
que tú me llores.
Y todas mis amiguitas,
menos Dolores,
entraran a mi casita
a traerme flores.
Aquí abajo de mí cama,
aúlla un perro;
a las doce de la noche,
Mamá me muero.
Armando
López
HAY QUE
SEGUIR CANTANDO
(Familia)
Como
cualquier buena mamá, cuando Karen supo que estaba esperando un bebe, hizo lo que pudo para
ayudar a su hijo Michael de tres años a
prepararse para una nueva etapa en su vida.
Supieron
que el nuevo bebé iba a ser una niña, y día y noche, Michael le cantaba a
su hermanita en el vientre de su madre.
Él estaba encariñándose con su hermanita
aun antes de conocerla.
El
embarazo de Karen progreso normalmente.
A tiempo empezó su labor de parto, pronto los
dolores eran cada cinco, cada tres y finalmente cada minuto. Pero
una complicación se presento de repente
y Karen tuvo horas de labor de parto.
Finalmente, después de muchas horas de lucha, la
hermanita de Michael nació, pero en muy
malas condiciones. La
llevaron inmediatamente en una
ambulancia a la Unidad de Cuidados Intensivos, sección neonatal del Hospital St. Mary, en Knoxville,
Tennesse.
Los
días pasaron y la niña empeoraba. Los
pediatras tuvieron que decirle finalmente a los
padres las terribles palabras "Hay muy pocas esperanzas, prepárense
para lo peor". Karen y su esposo
contactaron al cementerio local, para
apartar un lugar para su hijita. Ellos
habían creado un cuarto nuevo para su hija y ahora se encontraban haciendo arreglos para un
funeral.
Sin embargo, Michael, les rogaba a sus padres que
le dejaran ver a su hermanita "Quiero cantarle", decía una y otra vez.
Estuvieron dos semanas en Terapia Intensiva y parecía
que el funeral vendría antes de que acabara la semana.
Michael siguió insistiendo que quería cantarle a su
hermanita, pero le explicaban que no se
permitía la entrada de niños a Terapia Intensiva.
De
pronto Karen se decidió, llevaría a
Michael a ver a su hermanita, ¡la dejaran o no! Si no veía a su hermanita en ese
momento, tal vez no la vería viva nunca. Ella le puso un overol inmenso y lo llevo a Terapia
Intensiva, Michael parecía una enorme
canasta de ropa sucia.
Pero
la jefa de enfermeras se dio cuenta de
que era un niño y se enfureció... ¡Saquen a ese niño de aquí ahora mismo! “¡No
se admiten niños aquí!"
El
carácter fuerte de Karen afloro y,
olvidándose de sus lindos modales de dama, que siempre la habían caracterizado, miro con ojos de acero a la
enfermera, sus labios eran una sola
línea y con firmeza dijo: "El no se va hasta que le cante a su hermanita" y
levanto a Michael y lo llevo a la cama de su
hermanita.
Él miro
a la pequeñita, perdiendo la batalla por conservar la vida. Después de un momento empezó a cantar con la voz que le
salía del corazón de un niño de tres
años.
Michael
le canto: "Eres mi luz del sol, mi única
luz, tu me haces feliz cuando el cielo es
gris... " (conocida canción en ingles "You are my sunshine").
Instantáneamente,
la bebe pareció responder al estimulo de la voz de Michael, su pulso se empezó a
volver normal. "Sigue cantando, Michael"
le pedía desesperadamente su mama con lagrimas en los ojos. Y el niño seguía: "Tu no sabrás nunca, querida,
cuanto te amo, por favor no te lleves mi
luz del sol..."Al tiempo que Michael cantaba a su hermana, la bebe se movía y su respiración se volvía tan suave
como la de un gatito cuando lo acarician.
"Sigue cantando cariño" le decía su mama y él
continuaba haciéndolo como cuando todavía su hermanita estaba en el vientre de
su madre.
"La
otra noche, querida, cuando dormía, soñé
que te abrazaba en mis brazos..." seguía
cantando el niño; la hermanita de Michael empezó a relajarse y a dormir
con un sueño reparador que parecía que
la mejoraba por segundos. "Sigue cantando
Michael"... ahora era la voz de la enfermera gruñona que con lagrimas
en los ojos no dejaba de pedirle al niño
que continuara.
"Tú eres
mi luz del sol, mi única luz del sol,
por favor no te lleves mi sol..." Al día
siguiente... al mismísimo día siguiente... la niña estaba en perfectas condiciones para irse a casa.
Anónimo
LA PAZ PERFECTA...
(Protección en tiempos de guerra)
... Un Rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera
captar en una pintura la paz perfecta.
Muchos artistas intentaron. El rey observó y admiró todas las
pinturas, pero solamente hubo dos que a él realmente le gustaron y tuvo que
escoger entre ellas.
La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo
perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre éstas
se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos los que miraron
esta pintura pensaron que ésta reflejaba la paz perfecta.
La segunda pintura también tenía montañas. Pero éstas eran escabrosas
y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un
impetuoso aguacero con rayos y truenos.
Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se
revelaba para nada pacífico. Pero cuando el Rey observó cuidadosamente, él miró
tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca.
En este arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir de la
violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en el medio de
su nido...
Paz perfecta ¿Cuál crees que fue la pintura ganadora?
El Rey escogió la segunda. ¿Sabes por qué? "Porque," explicaba el
Rey, "Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo
duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas
cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón.
“Este es el verdadero significado de la paz.”
Anónimo
LOS TRES ÁRBOLES
(Protección a los discapacitados = todos servimos apara
algo)
Un día en la cumbre de una montaña, tres pequeños árboles juntos
estaban hablando sobre lo que querían llegar a ser cuando fueran grandes.
El primer arbolito miró hacia las estrellas y dijo así: -Yo quiero
guardar tesoros. Quiero ser un cofre o un baúl, estar repleto de oro y ser
llenado de piedras preciosas. Yo sería el baúl más hermoso del mundo.
Así los otros lo contemplaron.
El segundo arbolito miró un pequeño arroyo que corría hacia el océano
y dijo así:
-Yo quiero viajar a través de aguas terribles y llevar reyes
poderosos sobre mí. Yo sería el barco más importante del mundo.
Así los otros lo contemplaron.
El tercer arbolito miró hacia el valle que estaba debajo de aquella
montaña donde se econtraban y vió a
hombres y mujeres trabajando, niños jugando en ese pueblo laborioso y dijo así:
-Yo no quiero nunca irme de la cima de esta montaña.
Yo quiero crecer tan alto, que cuando la gente del pueblo se pare a
mirarme, ellos levanten su mirada hacia el cielo y piensen en Dios. Yo sería el
árbol más alto del mundo.
Así pasaron los años, las estaciones, lluvias, el brillo del sol y
los pequeños árboles crecieron altos.
Un día, tres leñadores subieron a la cumbre de aquella montaña.
El primer leñador miró al primer árbol y dijo:
-Qué árbol tan hermoso es éste, y así con la arremetida de su hacha
brillante el primer árbol cayó y este pensó:
- Ahora me deberán convertir en un hermoso baúl, debería contener los
tesoros más maravillosos.
El segundo leñador miró al segundo árbol y dijo:
-Este árbol es fuerte, es ideal para mí, así entonces con la
arremetida de su hacha brillante el segundo árbol cayó, y éste pensó:
-Ahora debería navegar aguas terribles, debería ser un barco
importante, para reyes temidos y poderosos.
El tercero de los arbolitos, ya árbol, sintió su corazón sufrir
cuando el último leñador lo miró, el árbol se puso derecho, alto y apuntando
ferozmente al Cielo.
Pero el leñador ni siquiera miró hacia arriba y dijo:
-Cualquier árbol es bueno para mí, y así con la arremetida de su
hacha brillante, el tercer árbol cayó.
El primer árbol se emocionó cuando el leñador lo llevó a una
carpintería, pero el carpintero lo convirtió en una caja de alimentos para
animales de granja.
Aquel hermoso árbol no fue cubierto de oro, ni llenado de tesoros,
sino que fue cubierto con polvo de cortadora y llenado de alimento para animales
de granja hambrientos.
El segundo árbol sonrió cuando el leñador lo llevó cerca de un
embarcadero, pero ningún barco importante fue construido ese día. En lugar de
eso ese árbol fue cortado y convertido en un simple bote de pesca.
Era demasiado pequeño y débil para navegar en el océano, ni siquiera
un río, y fue llevado a un pequeño lago.
El tercer árbol estaba confundido, cuando el leñador lo cortó para
hacer tablas fuertes, lo abandonó en un viejo almacén de maderas.
Qué será lo que está pasando se preguntó el árbol, y entonces dijo:
-Yo todo lo que quería era quedarme en la cumbre de la montaña y
apuntar a Dios...
Así pasaron muchos días y muchas noches.
A los árboles ya casi se les había olvidado sus sueños, pero una
noche, la fuerte luz de una estrella dorada alumbró al primer árbol, cuando una
joven mujer puso a su hijo recién nacido en aquella caja de alimentos.
El escuchó: -Yo quisiera haberte podido hacer una cuna al bebé, le
dijo su esposo a la mujer, ella le apretó la mano a su esposo y este sonrió,
mientras la luz de la estrella alumbraba la madera suave y fuerte de la cuna, la
mujer dijo:
-Este pesebre es hermoso y de repente el primer árbol supo que
contenía el tesoro más grande del mundo en él.
Una tarde un viajero cansado y sus amigos se subieron al viejo bote
de pesca, el viajero se quedó dormido mientras el segundo árbol navegaba
tranquilamente hacia dentro del lago.
De repente una impresionante y aterradora tormenta llegó al lago, el
árbol se sintió pequeño, se llenó de temor, él sabía que no tenía la fuerza
suficiente como para llevar a todos aquellos pasajeros a salvo a la orilla, con
esa lluvia y ese fuete viento.
El hombre cansado de repente se levantó se puso en pie, levantó su
mano hacia el Cielo y dijo: Calma, entonces la calma llegó, la tormenta se
detuvo tan rápido como comenzó y así el segundo árbol supo que llevaba navegando
sobre él al Rey del Cielo y de la Tierra.
Un viernes por la mañana, el tercer árbol se extrañó cuando sus
tablas fueron tomadas de aquel viejo almacén de maderas olvidado, se asustó al
ser llevado a través de una impresionante multitud de personas enfadadas, se
llenó de temor cuando unos soldados clavaron las manos de un hombre en su
madera, se sintió feo, áspero y cruel.
Pero un Domingo por la mañana, cuando el sol brilló y la tierra
tembló con júbilo debajo de su madera, el tercer árbol supo que el amor de Dios
había cambiado todo.
Esto hizo que aquel árbol se sintiera fuerte y cada vez que la gente
pensara en el tercer árbol, ellos pensaran en Dios, que era mucho mejor que ser
el árbol más alto del mundo.
Anónimo
TE
VI...
(Familia)
Hoy
despertaste callado, ya anoche no te sentías muy bien, te está afectando
demasiado y no sabes qué hacer.. sueles ser una persona que habla, quizá no
mucho pero es porque es tu forma de ser, pero hoy.. hoy no hablas ¿qué té pasa?,
ello me demuestra que algo
tienes.
Si te
preguntan sonríes o una de tus máscaras se interpone en tu rostro y sólo
contestas: "nada, es que hoy me levanté cansado". Entonces los demás ya no te
preguntan más si te ocurre algo, ahora ya saben que es porque estás
cansado.
Pero, yo
sé que no es eso, porque tu expresión es tan clara para mí como lo es el agua,
cada una de tus muecas refleja tu sentir. Crees que no lo veo, pero yo te
conozco, no me es necesario entrar en tu alma para saber que algo te pasa. Tu
risa, no es la misma, distingo muy bien cuando ríes desde el corazón, porque te
brillan los ojos, en cambio hoy... cuando te pregunté también reíste, pero esos
ojos tan hermosos... no tenían brillo, y esa mueca que tu no te ves, me dijo:
"te necesito."
Yo sé
que estás mal, finjo que no me doy cuenta y sufro a tu lado. No te pregunto más
y sólo estoy cerca de ti. Te veo nervioso, cada vez te cuesta más llevar ese
peso, piensas que eres el único que sufre tanto que no te voy a comprender, que
no te voy a poder ayudar, pero eso no es lo importante, sí lo que te puedo dar:
mi amor.
Te miro
furtivamente porque sé que finges, y eso te agota, no quieres que nadie se dé
cuenta, eso es muy cansado, lo sé, y esperas el momento de estar a solas para
desahogarte, para quitar la máscara de que todo va bien y ponerte a llorar.
Cuando no te tengo a la vista sé que lo estás haciendo, escondido y cansado de
tanto fingir que todo va bien.
Hay
momentos que se te hacen tan insoportables que quisieras dejar de pensar,
entonces te vas a la cama, quieres dormirte largo tiempo sin soñar, para
olvidar, a veces lo consigues pero cuando despiertas el dolor ahí está,
esperándote paciente.
Piensas
que si sales a correr, o si vas al cine olvidarás, o que mañana ya estarás bien
pero no es así, el dolor sigue.. y yo, sin tú saberlo, sufro a tu
lado.
Me gusta
pasar cerca de ti y mirarte, esos momentos en que estamos juntos un instante y
sin saberlo mis ojos te dicen: te amo... pero sigues tenso, cada vez más
cansado, te pones de mal humor pero eso no está mal... es sólo el dolor... Y un
día en la mañana al despertar me ves sentado a tu lado, en la cama, mirándote, y
entonces descubres con alegría interna de que no te había dejado sólo, que sólo
te dejaba hacer, que esperaba que me hablaras.
Y esta vez intentas hablar pero no te salen
las palabras, aún queriendo no lo puedes hacer... pero no importa y te doy un
beso en la frente, acuesto tu rostro sobre mi pecho y dejo que te duermas... y
si supieras la alegría que tengo al
sentir por fin tu corazón descansar, oigo sus latidos, reposados, calmados, con
un trasfondo de susurro.. te quiero papá... y nuestros corazones se hablan sin
palabras.. y así mi niño, veo como te duermes en mis brazos... Sabes que nunca
estarás sólo, que siempre me tendrás a tu lado... Tu miedo por fin se ha
apagado...
TE
QUIERO, PAPÁ...
Anónimo
UN
CUENTO
(Privación de libertad = la libertad está en uno mismo)
Había
una vez un rey muy poderoso que reinaba un país muy lejano. Pero el monarca
tenía un problema: era un rey con dos personalidades.
Había
días en los que se levantaba rebosante, eufórico, feliz. Ya desde la mañana,
esos días aparecían como maravillosos. Los jardines de su palacio le parecían
más bellos. Sus sirvientes, por algún extraño fenómeno, eran amables y
eficientes esas mañanas. En el desayuno confirmaba que se fabricaban en su reino
las mejores harinas y se cosechaban los mejores frutos.
Esos
eran días en que el rey rebajaba los impuestos, repartía riquezas, concedía favores y legislaba por la
paz y por el bienestar de los ancianos. Durante esos días, el rey accedía a
todos los pedidos de sus súbditos y amigos.
Sin
embargo también existían otros días: Eran días negros. Desde la mañana se daba
cuenta de que hubiera preferido dormir un poco más. Pero cuando lo notaba ya era
tarde y el sueño lo había abandonado.
Por
mucho esfuerzo que hacía, no podía comprender por qué sus sirvientes estaban de
tan mal humor y ni siquiera lo atendían bien. El sol lo molestaba aún más que
las lluvias. La comida estaba tibia y el café demasiado frío. La idea de recibir
gente en su despacho le aumentaba el dolor de cabeza.
Durante
esos días, el rey pensaba en los compromisos contraídos en otros tiempos y se
asustaba pensando en cómo cumplirlos. Esos eran días en que el rey aumentaba los
impuestos, incautaba tierras, apresaba a sus opositores...
Temeroso
del futuro y del presente, perseguido por los errores del pasado, en esos días
legislaba contra su pueblo y su palabra más usada era NO.
Consciente
de los problemas que estos cambios de humor le ocasionaban, el rey llamó a todos
los sabios, magos y asesores de su reino a una reunión.
-Señores - les dijo - todos ustedes saben
acerca de mis variaciones de ánimo.
Todos se
han beneficiado de mis euforias y han padecidos mis enojos. Pero el que más
padece soy yo mismo, que cada día estoy deshaciendo lo que hice en otro tiempo, cuando veía las cosas de otra
manera.
Necesito
de ustedes, señores, que trabajéis juntos para conseguir el remedio, sea brebaje
o conjuro que me impida ser tan absurdamente optimista como para no ver los
hechos y tan ridículamente pesimista como para oprimir y dañar a los que quiero.
Los
sabios aceptaron el reto y durante semanas trabajaron en el problema del rey.
Sin embargo todas las alquimias, todos los hechizos y todas las hierbas no
consiguieron encontrar la respuesta al asunto planteado. Entonces se presentaron
ante el rey y le contaron su fracaso.
Esa
noche el rey lloró.
A la
mañana siguiente, un extraño visitante le pidió audiencia. Era un misterioso
hombre de tez oscura y raída túnica que alguna vez había sido blanca.
-Majestad - dijo el hombre con una reverencia
-, en el lugar de donde vengo se habla de tus males y de tu dolor. He venido a
traerte el remedio. Y bajando la cabeza, acercó al rey una cajita de cuero. El
rey, entre sorprendido y esperanzado, la
abrió y buscó dentro de la caja. Lo único que había era un anillo plateado.
-Gracias - dijo el rey entusiasmado - ¿es un
anillo mágico?
-Por cierto lo es - respondió el viajero -,
pero su magia no actúa sólo por llevarlo en tu dedo... Todas las mañanas, apenas
te levantes, deberás leer la inscripción que tiene el anillo. Y recordar esas
palabras cada vez que veas el anillo en tu dedo.
El rey tomó el anillo y leyó en voz alta: "Debes saber que esto también pasará."
Anónimo
UN
TROPIEZO
Publicado
en Cuentos Rodados, Editorial Patria Grande
El Chaco
ardía en el algodonal. Mediaba enero, y Ciriaco se había levantado muy temprano
a fin de aprovechar el fresco de la mañana para pegar la última carpida al
tabloncito de algodón que tenía en un claro del monte, como a siete cuadras de
la casa. Comenzaban ya a preñarse los capullos tratando de reventar en una mano
abierta que regalaba la blanca fibra.
Serían
cerca de las once de la mañana. Estaba con la azada en la mano desde las cinco,
y ahora el cansancio se desparramaba por su cuerpo lo mismo que el sudor que lo
deshidrataba dejándole huellitas de sal al secarse. Tenía sed y esperaba llegar
cuando antes a su rancho para refrescarse bajo el chorro de agua de la bomba y
beber después despacio y a sorbos lentos. Conocía los peligros del agua fresca
para el que la bebe con ansia y con el cuerpo recalentado por las faenas del
campo.
Decidió
acortar el camino. En lugar de hacerlo por la huella que bordeaba un rastrojo
viejo lleno de malezas, lo cortó derecho por entre los yuyos altos y la gramilla
espesa. Con la azada al hombro, y arrastrando a medias sus viejas alpargatas,
trataba de avanzar por entre el malezal donde el año anterior había tenido la
chacra. Iba distraído de lo que hacía y concentrado en lo que le esperaba. Ni
tiempo tuvo de darse cuenta, cuando sus pies tropezaron en un gran bulto que
estaba escondido entre el pastizal.
No hubo
manera de evitar la costalada. Instintivamente arrojó a un lado la azada, para
no lastimarse con ella, y dejó que el cuerpo cayera lo más flojo posible, para
evitar quebraduras. Se dio un tremendo golpe que apenas si lograron mitigar las
ramas del yuyo colorado que lo recibió, junto con algunas rosetas traicioneras.
Desde adentro le nació la necesidad de desahogarse con una maldición. ¡Lo que le
faltaba al día!
Pero se
contuvo. Si había tropezado, con algo sería. ¿Y si aquello fuera una sandía? Se
puso de pie, y recogiendo la azada, fue despejando el lugar donde terminaban las
huellas de sus pisadas y comenzaba la de su cuerpo. Y efectivamente, allí entre
la gramilla alta y los yuyos frondosos, estaba una hermosa sandía con la guía
medio seca. Pesaba como veinte kilos. Seguramente alguna semilla de la cosecha
anterior había germinado entre el rastrojo, y ahora le ofrecía su fruto de la
única manera que tenía: poniéndoselo delante de sus pies.
A pesar
del cansancio, del calor, y de su cuerpo dolorido por la caída, cargó con cariño
la sandía sobre sus hombros y con cuidado completó la distancia que lo separaba
de su rancho. Y mientras de antemano saboreaba la sorpresa que le daría a su
patrona, se iba diciendo a sí mismo:
-¡No hay
tropiezo que no tenga su parte aprovechable!
Anónimo
UNA
HISTORIA PARA NIÑOS GRANDES
(Salud
/ Participación / Familia)
"Yo era
todavía un niño pequeño. Entre las muchas cosas que me deslumbraban estaba el
viejo teléfono, que en la época era una antigua caja de madera colgada en la
pared, con el auricular suspendido a su costado. Lo que más me intrigaba era que
en su interior vivía un pequeño genio, muy inteligente y amable que sabia todas
las cosas: la hora que era, el tiempo que haría al otro día, el horario de los
trenes, los teléfonos de los amigos de mis padres, y su amabilidad para decir
todo lo que mis padres deseaban comunicarles.
Deseaba
mucho conocer el nombre de este mago chiquito así que me puse a escuchar todo lo
que mi madre le decía, hasta que descubrí que ella lo llamaba:
"Informeporfavor".
Las
cosas mágicas siempre tienen nombres largos, como "abracadabra".
Mi
primer contacto con "Informeporfavor" se produjo un día que nunca olvidare,
cuando mi madre visitaba una vecina y me dejó sólo por unos minutos. Yo
aproveché para bajar al sótano, en donde mi padre tenía su tallercito casero. Me
puse a golpear con el martillo hasta que me di tal martillazo en un dedo que
este se hinchó hasta parecerse a una morcilla. No ganaba nada con gritar como un
loco, pues en la casa no había nadie para escucharme. Pero entonces... ¡¡¡qué
maravilla!!! Me acordé del genio "Informeporfavor". Subí tan rápido como pude,
descolgué el teléfono y le hablé: "Informeporfavor". En efecto, él estaba allí.
Y además tenía una suave voz de mujer. Tal vez en vez de un genio era una genia.
En
cuanto me respondió, y ya que había alguien para escucharme me puse a llorar con
todas las ganas, y como pude le conté lo que me pasaba. "Estaba sólo en la casa,
y me había golpeado un dedo, y..."Informeporfavor me pregunto "puedes alcanzar
en la nevera los cubitos de hielo". Le dije "sí, puedo". Y me explicó que los aflojara bajo el chorro
de agua, que sacara uno y me lo pusiera sobre el dedo. Eso me hizo mucho bien y
pensé que tal vez "Informeporfavor" había hecho un poco de magia para ayudarme.
Desde
entonces yo llamaba en secreto a "Informeporfavor" para consultarla por todo:
"Como se deletrea y se escribe: "fijar". "Como se calcula el área de un
cuadrado". "¿Cuál es la capital de España?"
Y enseguida, "Informeporfavor" me decía todo, con una paciencia
extraordinaria y me lo repetía si era necesario.
Pero
creo que la más grande ayuda que Sally me dio, fue un día cuando mi adorado
canarito apareció muerto en su jaula. Eso me dolió mucho más que el martillazo
en el dedo. Llamé a "Informeporfavor" y le conté mi profunda
tristeza.
¿Puede usted explicarme, - le pregunte- cómo
es posible que un pobre pajarito que pasa el día cantando para alegrarnos a
todos, termine un día caído sin poder moverse, ¿en el piso de su jaula?. Pensó un momento, y luego me dijo: "Tu sabes,
hay otros mundos a donde ir a cantar"... Aquellas palabras me consolaron porque
imaginé al pajarito feliz, cantando en otro mundo tal vez más lindo que el
nuestro.
Un día,
cuando ya habíamos hablado algunas veces más, me pregunto mi nombre.
Yo le
dije "Tom". Y ella me dijo "Me puedes llamar Sally".
Algunas
semanas mas tarde, mi padre fue trasladado a causa de su trabajo y fuimos a
vivir bastante lejos del pueblo en donde telefoneaba a Sally.
En la
nueva ciudad, cuando llamaba por teléfono a "Informeporfavor", me contestaba
alguien que no era Sally y a Sally nadie la conocía.
Tuve una
gran pena.
Luego
crecí, y me enseñaron como funcionan los teléfonos y aprendí que los genios no
existían. Entonces tuve más deseos de conocer a esa segunda mamá que era Sally.
Un día,
siendo ya un joven empleado tuve que hacer un viaje en avión y descender en
transito cerca de mi antigua aldea natal. Tenía media hora entre dos aviones.
Así que fui al teléfono público, llame y pedí a Sally. Cuando ella me respondió
le pregunte: Sally, podrías decirme ¿cómo se deletrea "fijar?”. Pensó un momento
y me respondió: "¡Espero que tu dedo ande un poco mejor!" Y entonces los dos
estallamos en una carcajada simultánea.
Le conté
mi nueva vida, mi empleo, y le agradecí todo lo que había hecho por mí siendo
niño. Le dije todo lo que ella había significado en mi vida. Pero entonces fue
ella la que me dijo, soy yo la que te debe mucho. No puedes imaginarlo: siempre
soñé con tener un hijo, pero no lo tuve y tu llenaste de manera formidable ese
vacío. Cuando nos despedimos le prometí llamarla cuando volviera, pues
seguramente tendría que hacer un viaje similar algunas semanas después y podría
ir a conocerla. Paso un tiempo y el nuevo viaje se produjo.
Entre el
cambio de aviones llame a la central telefónica. "Sally, por favor". "¿Es usted
un pariente de Sally?" -contestó otra telefonista.
- "No,
pero somos viejos amigos, dígale que es Tom".
"Señor,
- me respondió la telefonista- lamento tanto darle esta mala noticia, pero Sally
falleció hace 15 días. Últimamente estaba muy enferma y trabajaba solo medio
tiempo, hasta que la perdimos.
¡Todos la extrañamos tanto!... Pero, espere un
poco, usted me dijo ¿qué se llama Tom?
- Sí,
señora, Tom.
- ¡Ah!,
Sally me dejo antes de abandonar el trabajo una notita para usted.
Espere,
aquí esta, ella me dijo que usted comprendería, la nota dice: "Tom, “hay otros
mundos a donde ir a cantar”. ¿Usted puede comprender?
- Sí
señora, - pude apenas articular- comprendo... muchas, muchas gracias y adiós.
Faltaban unos minutos para la partida del avión. De vuelta hacia la puerta de
embarque me di cuenta que tenía los ojos húmedos.
Anónimo
UNA SOLA
OPORTUNIDAD
(Salud
= desarrollo personal)
Un
hombre recibió una noche la visita de un ángel. Quien le comunico que le
esperaba un futuro fabuloso: Se le daría la oportunidad de hacerse rico. De
lograr una posición importante y respetada dentro de la comunidad y de casarse
con una mujer muy hermosa.
Ese
hombre se paso la vida esperando que los milagros prometidos llegasen, pero
nunca lo hicieron, así que al final murió solo y pobre. Cuando llego a las
puertas del cielo vio al ángel que le había visitado tiempo atrás y protesto:
"me prometiste riqueza, una buena posición social y una bella esposa. ¡Me he
pasado la vida esperando en vano!.
Yo no
hice esa promesa, replico el ángel, "te prometí la oportunidad de riqueza, una
buena posición social y una esposa hermosa".
El
hombre estaba realmente intrigado. "No entiendo lo que quieres decir" confesó.
“¿Recuerdas
que una vez tuviste la idea de montar un negocio, pero el miedo al fracaso te
detuvo y nunca lo pusiste en practica?” El hombre asintió con un gesto.
“Al no decidirte unos años mas tarde se le dio la
idea a otro hombre que no permitió que el miedo al fracaso le impidiera ponerla
en practica, recordaras que se convirtió en uno de los hombres más ricos del
reino”.
También
recordaras, prosiguió el ángel “En
aquella ocasión, en que un terremoto
asolo la ciudad, derrumbo muchos edificios y miles de personas quedaron
atrapadas en ellos. En aquella ocasión tuviste la oportunidad de ayudar a
encontrar y rescatar a los supervivientes, pero no quisiste dejar tu hogar solo
por miedo a que los muchos saqueadores que había te robasen tus pertenencias:
así que ignoraste la petición de ayuda y te quedaste en casa”, el hombre asintió
con vergüenza.
“Esa fue
tu gran oportunidad de salvarle la vida a cientos de personas, con lo que
hubieras ganado el respeto de todos ellos” continuó el ángel,
por
último ¿recuerdas aquella hermosa mujer pelirroja, que te había atraído tanto?
La creías incomparable a cualquier otra y nunca conociste a nadie igual. Sin
embargo, pensaste que tal mujer no se casaría con alguien como tú y para evitar
el rechazo, nunca llegaste a proponérselo”.
El
hombre volvió a asentir, pero ahora las lágrimas rodaban por sus mejillas, “si, amigo mío, ella podría haber sido tu
esposa" dijo el ángel. " Y con ella se te hubiera otorgado la bendición de tener
sanos y hermosos hijos y multiplicar la felicidad en tu vida”.
A todos
se nos ofrecen a diario muchas oportunidades, pero muy a menudo, como el hombre
de la historia, las dejamos pasar por nuestros temores e inseguridades.
Pero
tenemos una ventaja sobre el hombre del cuento...
“AÚN ESTAMOS VIVOS”
Anónimo
LAS ESCONDIDILLAS
Y ella seguía en mi closet. Escondida. Guardada para no verla; para
imaginarme que no existe.
Tres meses ya lleva en mi closet. Y a veces por las noches mientras
sueño, sus olores nauseabundos me despiertan. Todo se ha vuelto tan ridículo.
Pero hasta eso la situación ha mejorado. Antes era peor. Sus gritos
eran peores que los ronquidos de mi madre. Asustado: después de una pesadilla
llegaba a su cama; y para qué: para que sus ronquidos me desquiciaran. Claro que
había un monstruo, pero no bajo mi cama; estaba en su garganta. En fin, eso ya
no importa. No hay ronquidos ni gritos, todo es calma. Pero si hay olores, pensé
que me acostumbraría, pero es intolerable. ¡Hasta mi ropa huele a muerto!
Realmente fue una decisión tonta. Mis vecinos empiezan a sospechar, incluso mis
compañeros de trabajo. Ayer nada más; subí las escaleras ¿y para qué? Para
encontrar las puertas de mi departamento abiertas. Claro, la portera llamó a la
compañía de gas reportando una fuga, al menos eso dijo cuando me vio. Vieja
loca, qué sabe ella de fugas de gas.
En fin, creo que mi decisión de esconderla no fue muy buena. La
escondí para no verla, para olvidarla; para olvidarme de que existe. Pero ahí
sigue, escondida. He planeado sacarla de mi casa, pero la gente se daría cuenta.
¡Ya me imagino los chismes! Ja!, como si ellos no arrumbaran las cosas que
olvidan; es más, luego ni las meten al closet, a veces las tiran a la basura o a
veces nada más las avientan a un rincón.
En fin, no sé que me imaginé cuando lo hice; yo que la quiero
olvidar, y ella que me obliga a recordarla.
Armando López
¿POR QUÉ LLORA VICENTE?
Así pasa un tiempo; sin testigos, recordando, oyendo voces,
recreando imágenes. Deseando poder abrir su cráneo en dos y de una buena vez
entender todo. Los gritos no lo dejan concentrarse; la gran tempestad no ha
terminado.
El río corre indiferente. Se recuesta sobre su espalda. Unas cuantas
nubes, rumiando vientos, lo observan pasivamente.
Vicente retira las lágrimas de su rostro con los dedos, y un poco de
aire trémulo escapa por su boca. Las nubes continúan mirándolo, y él dormita
sintiendo el incómodo cosquilleo de un insecto sobre su cara.
Cuando sienta hambre y regrese a casa su madre lo estará esperando.
- ¿Adónde andabas, Grillo?
- Por "ay".
Ya no hay rastros visibles, ya no hay rabia contenida; sólo un leve
amargo en la garganta. Ya no hay hormigueo en los brazos ni en el paladar. Todo
sigue igual. Mañana temprano tendrá que conseguir un nuevo cuaderno y otros
colores. Pero esta vez no podrá ir con Doña Clara; y los tendrá que esconder en
otro lado; tal vez en casa de Pancho. El domingo robará limosna a Santa Cecilia
para poder pagar lo fiado. Dibujará a la Virgen suspendida sobre el río como una
libélula, y la coronará con algodones. Arrancará la hoja del cuaderno, la
doblará muy bien, y la meterá en la vitrina, y caerá junto a las otras hojas
secas; y silencioso, entre velas e incienso, abandonará la Iglesia.
El hombre está hecho de barro, y los dibujos en la tierra se borran
de un soplido.
Armando López
EL ASPECTO DEL CORAJE
Yo sé cual es el aspecto del coraje. Lo vi durante un viaje en avión,
hace seis años. Sólo ahora puedo contarlo sin que se me llenen los ojos de
lágrimas.
Cuando nuestro avión despegó del aeropuerto de Orlando, aquel viernes
por la mañana, llevaba a bordo a un grupo elegante y lleno de energía. El primer
vuelo de la mañana era el preferido de los profesionales que iban a Atlanta por
asuntos de negocios. A mí alrededor había mucho traje caro, mucho peinado de
estilista, portafolios de cuero y todos los aderezos del viajante avezado. Me
instalé en el asiento con algo liviano para leer durante el viaje.
Inmediatamente después del despegue, notamos que algo andaba mal. El
avión se bamboleaba y tendía a desviarse hacia la izquierda. Todos los viajeros
experimentados, incluida yo, intercambiamos sonrisas sabedoras. Era un modo de
comunicarnos que todos conocíamos esos pequeños problemas. Cuando uno viaja
mucho, se familiariza con esas cosas y aprende a tomarlas con desenvoltura.
La desenvoltura no nos duró mucho. Minutos después nuestro avión
empezó a perder altura, con un ala inclinada hacia abajo. El aparato ascendió un
poco, pero de nada le sirvió. El piloto no tardó en hacer un grave anuncio:
-Tenemos algunas dificultades-dijo-:En este momento parece que no tenemos
dirección de proa. Nuestros indicadores señalan que falla el sistema hidráulico,
por lo cual vamos a regresar al Aeropuerto de Orlando. Debido a la falta de
hidráulica, no estamos seguros de poder bajar el tren de aterrizaje. Por lo
tanto, los auxiliares de vuelo prepararán a los señores pasajeros para un
aterrizaje de emergencia. Además, si miran por las ventanillas verán que estamos
arrojando combustible. Queremos tener la menor cantidad posible en los tanques,
por si el aterrizaje resulta muy brusco.
En otras palabras, íbamos a estrellarnos. No conozco espectáculo más
apabullante que el de esos cientos de litros de combustible pasando a chorros
junto a mi ventanilla. Los auxiliares de vuelo nos ayudaron a instalarnos bien y
reconfortaron a los que ya daban señales de histeria.
Al observar a mis compañeros de vuelo, me llamó la atención el cambio
general de semblante. A muchos se los veía ya muy asustados. Hasta los más
estoicos se habían puesto pálidos y ceñudos. Estaban literalmente grises, aunque
me costara creerlo. No había una sola excepción. "Nadie se enfrenta a la muerte
sin miedo", pensé. Todo el mundo había perdido la compostura, de un modo u otro.
Comencé a buscar entre el pasaje a una sola persona que mantuviera la
serenidad y la paz que en esos casos brindan un verdadero coraje o una fe
sincera. No veía a ninguna.
Sin embargo, un par de filas a la izquierda sonaba una serena voz
femenina, que hablaba en un tono absolutamente normal, sin temblores ni tensión. Era una voz
encantadora, sedante. Yo tenía que encontrar a su dueña.
A mí alrededor se oían llantos, gemidos y gritos. Algunos hombres
mantenían la compostura, pero aferrados a los brazos del asiento y con los
dientes apretados; toda su actitud reflejaba miedo.
Aunque mi fe me protegía de la histeria, yo tampoco habría podido
hablar con la calma y la dulzura que encerraba esa voz tranquilizadora. Por fin
la vi.
En medio de todo ese caos, una madre hablaba con su hija. Aparentaba
unos treinta y cinco años y no tenía rasgo alguno que llamara la atención. Su
hijita, de unos cuatro años, la escuchaba con mucha atención, como si percibiera
la importancia de las palabras. La madre la miraba a los ojos, tan fija y
apasionadamente que parecía aislarse de la angustia y el miedo reinantes a su
lado.
En ese momento recordé a otra niñita que, poco tiempo antes, había
sobrevivido a un terrible accidente de aviación. Se creía que debía la vida al
hecho de que su madre hubiera ceñido el cinturón de seguridad sobre su propio
cuerpo, con su hija atrás, a fin de protegerla. La madre no sobrevivió. La
pequeña pasó varias semanas bajo tratamiento psicológico para evitar los
sentimientos de culpa que suelen perseguir a los sobrevivientes.
Se le dijo, una y otra vez, que la desaparición de la madre no era
culpa de ella.
Rezando porque esta situación no acabara igual, agucé el oído para
saber qué decía esa mujer a su hija. Necesitaba escuchar.
Por fin, algún milagro me permitió distinguir lo que decía esa voz
suave, segura y tranquilizante. Eran las mismas frases, repetidas una y otra
vez.
-Te quiero muchísimo. Sabes, ¿verdad? , que te quiero más que a
nadie. -Sí, mami- repuso la niña.
-Pase lo que pase, recuerda siempre que te quiero. Y que eres buena.
A veces suceden cosas que no son culpa
de uno. Eres una niña muy buena y mi amor te acompañará siempre.
Luego la madre cubrió con su cuerpo el de su hija, abrochó el
cinturón de seguridad sobre ambas y se preparó para el desastre.
Por motivos ajenos a esta tierra, el tren de aterrizaje funcionó y
nuestro descenso no fue la tragedia que esperábamos. Todo terminó en pocos
segundos.
La voz que oí aquel día no había vacilado ni por un instante, sin
expresar duda alguna, y mantuvo una serenidad que parecía emocional y
físicamente imposible. Ninguno de nosotros, avezados profesionales habría podido
hablar sin que le temblara la voz. Sólo el mayor de los corajes, ayudado por un
amor más grande aún, pudo haber sostenido a esa madre y elevarla por sobre el
caos que la rodeaba.
Esa mamá me demostró cómo es un verdadero héroe. Y en esos pocos
minutos oí la voz del coraje.
Casey Hawley
LOS GRANDES MUEBLES DE SALA
Tímidos habitantes nocturnos de lo más profundo de lejanas llanuras
del Asia Central, los grandes muebles de sala habitaron hasta hace relativamente
pocos años las estepas de jugosos pastos y grandes ríos apacibles.
Los guerreros mongoles, audaces jinetes en pequeños caballos de
largas crines, que cazaban con poderosas flechas la pantera nebulosa y el lobo
estepario, nunca se atrevieron a matar un solo mueble de sala.
El Gran Khan descansaba después de las batallas reclinado en un
enorme sofá amaestrado, que dormía plácidamente la mayor parte del día en la
penumbra de su tienda. Los aguerridos hombres de la estepa, considerados
salvajes por los europeos de su época, eran sin embargo, extremadamente tiernos
con los grandes muebles de sala, a los que protegían y veneraban considerándolos
dioses del descanso.
Menos razonables que los mongoles fueron los exploradores europeos,
que no dudaron en cazar a sangre y fuego los pacíficos animales, al descubrir
que podían hacer con ellos un magnífico negocio. En vista de que los ejemplares
que intentaban llevar vivos a Europa morían de tristeza una vez abandonaban su
hábitat, los naturalistas disecaron y montaron algunos en una estática actitud,
para ser enviados a los grandes museos. Rellenándolos de paja y usando resortes
de alambre, hicieron un burdo remedo, una vulgar imitación de los mullidos
vientres de los pacíficos animales, que a pesar de ser sólo una infame copia del
original, causaron sensación en el público al divulgarse el uso que les daban
los jefes mongoles a los ejemplares que habían domesticado.
Los pedidos no se hicieron esperar. Reyes, príncipes, duques y papas,
la nobleza de alcurnia y la nobleza del dinero encargaron hasta tres y cuatro
juegos de sala completos para alegrar palacios y jardines.
Indefensos como la mayoría de los grandes animales nocturnos, los
cazadores los ahuyentaban por centenares incendiando los juncales donde
habitaron por siglos, arreándolos en ruidosas batidas hasta los mataderos de la
llanura abierta donde los sacrificaban a garrote para no dañar las pieles.
Fue un proceso de extinción semejante al que acabó con la mayoría de
los bisontes americanos y los grandes herbívoros africanos, con la dolorosa
diferencia que los grandes muebles de sala desaparecieron totalmente. Los
cazadores furtivos, la soledad, la tristeza de los criaderos asolados y algunas
plagas como el comején y la polilla acabaron con los poquísimos ejemplares que
habían sobrevivido, en parajes aislados, a la inmisericorde persecución llevada
a cabo por los europeos.
De esta manera los fabricantes se adueñaron del mercado, inundándolo
con las vulgares imitaciones en varios estilos, que nada tienen que ver con la
ternura y la gracia de los originales. Las exorbitantes ganancias les alcanzaron
hasta para pagar avisos de prensa en los que se decía que la masacre de los
grandes muebles de sala era una invención de naturalistas celosos de la
industria, de científicos exagerados y de ecólogos románticos enemigos del
progreso; y que esa maravilla de la fauna, junto con el pájaro Dodó y el lobo de
Tasmania, las otras joyas perdidas de la naturaleza, eran invenciones de
viajeros alucinados.
Celso Román – Colombia
¡NINGUNO!
El pequeño Chad era un muchachito tímido y callado. Un día, al llegar
a casa, dijo a su madre que quería preparar una tarjeta de San Valentín para
cada chico de su clase. Ella pensó, con el corazón oprimido: "Ojalá no haga
eso", pues había observado que, cuando los niños volvían de la escuela, Chad iba
siempre detrás de los demás. Los otros reían, conversaban e iban abrazados, pero
Chad siempre quedaba excluido. Así y todo, por seguirle la corriente compró
papel, pegamento y lápices de colores. Chad, dedicó tres semanas a trabajar con
mucha paciencia, noche tras noche, hasta hacer treinta y cinco tarjetas.
Al amanecer del Día de San Valentín, Chad no cabía en sí de
entusiasmo. Apiló los regalos con todo cuidado, los metió en una bolsa y salió
corriendo a la calle. La madre decidió prepararle sus bizcochos favoritos, para
servírselos cuando regresara de la escuela. Sabía que llegaría desilusionado y
de ese modo esperaba aliviarle un poco la pena. Le dolía pensar que él no iba a
recibir muchos obsequios. Ninguno, quizá.
Esa tarde, puso en la mesa los bizcochos y el vaso de leche. Al oír
el bullicio de los niños, miró por la ventana. Como cabía esperar, venían riendo
y divirtiéndose en grande. Y como siempre, Chad venía último, aunque caminaba
algo más deprisa que de costumbre.
La madre supuso que estallaría en lágrimas en cuanto entrara. El
pobre venía con los brazos vacíos. Le abrió la puerta, haciendo un esfuerzo por
contener las lágrimas.
-Mami te preparó leche con bizcochos-dijo.
Pero él apenas oyó esas palabras. Pasó a su lado con expresión
radiante, sin decir más que:
-¡Ninguno! ¡Ninguno!
Ella sintió que el corazón le daba un vuelco.
Y entonces el niño agregó:
-¡No me olvidé de ninguno! ¡Ninguno!
Dale Galloway
UNA
TIERNA CARICIA
De "Chocolate caliente para el Alma De Las
Parejas
Lo que viene del corazón, toca el corazón
Don
Sibet
Michael
y yo no nos dimos cuenta que la camarera había venido y había puesto los platos
sobre la mesa. Estábamos sentados en un pequeño restaurante alejado del alboroto
de la calle Tres, en Nueva York. Ni
siquiera el aroma de nuestros panqueques rellenos, recién llegados, resultó un
impedimento para nuestra entusiasta charla. De hecho, los panqueques
permanecieron hundidos en su crema durante bastante tiempo. Estábamos
disfrutando demasiado como para pensar en comer.
La
conversación, aunque no profunda, era vivaz.
Nos
reímos al recordar la película que habíamos visto la noche anterior, y no
estuvimos de acuerdo acerca del sentido del texto que acabábamos de leer para
nuestro seminario de literatura. Él me habló del momento en que había dado el
drástico paso hacia la madurez al convertirse en Michael y negarse a seguir
respondiendo al nombre de “Mikey”. ¿Había sido a los doce o a los catorce años?
No lo recordaba, pero sí recordaba que su madre lloraba y que había dicho que él
estaba creciendo con demasiada rapidez. Mientras nos dedicábamos a nuestros
panqueques de arándanos, yo le hablé de los arándanos que mi hermana y yo
solíamos recoger cuando íbamos a visitar a nuestros primos al campo. Recordaba
que siempre terminaba los míos antes de volver a la casa, y mi tía me prevenía
acerca de algún fuerte dolor de estómago. Por supuesto, nunca tuve ninguno.
Mientras
nuestra dulce conversación continuaba, mis ojos recorrieron el restaurante y se
detuvieron en un pequeño reservado donde estaba sentada una pareja de edad. El
vestido floreado de la mujer parecía tan falto de color como el almohadón donde
ella había apoyado su gastada cartera. La cabeza calva del hombre brillaba tanto
como el huevo duro que estaba comiendo a pequeños bocados. Ella también comía su
avena con una lentitud casi tediosa.
Pero lo
que me llevó a pensar en ellos fue su imperturbable silencio. Me pareció que un
vacío melancólico invadía aquel pequeño rincón. Mientras mi charla con Michael
fluctuaba de risas a susurros, de confesiones a opiniones, la intensa quietud de
aquella pareja me llamó la atención. “Qué triste –pensé- haberse quedado sin
cosas para decir. ¿No hay otra página que hayan vuelto todavía en la historia de
cada uno? ¿Y si eso nos pasa a nosotros?”
Michael
y yo pagamos nuestra modesta cuenta y nos levantamos para salir del restaurante.
Cuando pasamos junto al rincón donde se encontraba la pareja de edad, por
casualidad se me cayó la billetera.
Al
inclinarme para recogerla, vi que sus manos libres estaban suavemente
entrelazadas. ¡Habían estado de la mano todo ese tiempo!
Me
incorporé y me sentí puesta en mi lugar por el simple pero profundo acto de
unión que había tenido el privilegio de observar. La caricia de aquel hombre
recibía de los dedos cansados de su esposa, llenó no sólo lo que yo había
percibido como un rincón emocionalmente vacío, sino también mi propio corazón.
El de ellos no era el silencio incómodo cuya amenaza uno siempre presiente
detrás de una respuesta ingeniosa o el final de una anécdota en una primera
salida. No, el de ellos era un estado de calma y serenidad, un amor gentil,
consciente de que no siempre se necesitan palabras para expresarse.
Probablemente
habían compartido esa hora de la mañana durante largo tiempo, y tal vez ese día
no era distinto al de ayer, pero se hallaban en paz con respecto a eso, y
también el uno con el otro.
Tal vez,
pensé, mientras Michael y yo salíamos de allí, no iba a ser tan malo que algo
similar nos pasara a nosotros algún día. Tal vez, incluso fuera agradable.
LA AUSENTE SENCILLEZ
¿Por qué se hace hoy tan difícil la sencillez?
¿Por qué hay tan pocos gestos sencillos, sonrisas sencillas, gustos,
amores, expresiones, personas, conversaciones, modas y vidas sencillas?
Estamos inundados de artificio, amaneramiento, doblez, disimulo,
sofisticación, cursilería, y afectación.
¿Por qué siendo tan fácil ser sencillo se elige la complicación de lo
sofisticado?
¡Qué absurdo empeño en colorear la gota limpia y transparente de agua
clara!
De niños fuimos muy sencillos. Cuando empezamos a ser mayores,
aprendemos e imitamos la necia afectación hipócrita de los mayores.
¿Por qué hacer complicado lo que es simple?
Lo verdadero, si es sencillo, es más verdadero.
Lo bello, si es sencillo, es más hermoso.
Lo bueno, si es sencillo y simple es mejor.
Amar las cosas sencillas, los modos sencillos, las costumbres
sencillas, las palabras sencillas...
El ser más perfecto es el más simple.
Ocurre en la vida moderna como si existiera una competencia habitual
por ver quién llama más la atención por lo extravagante y afectado.
Y se ha llegado a ver todo ello como normal. Es uno de los signos de
nuestro tiempo.
Darío
Lostado
DEL SENDERO DEL MAGO
El más puro de los caballeros que sirvió a Arturo fue Galahad, a
pesar de tener en común con el rey el hecho de haber sido concebido fuera del
matrimonio.
Aunque el hecho de que Galahad fuese hijo natural de Lancelot, no
conllevaba estigma alguno, cuando llego
el día en que debía convertirse en paladín de una dama de la corte, el rey
Arturo se opuso y manifestó su descontento.
- "No permitiré que seas el paladín de ninguna dama noble", declaró
Arturo.
Galahad se ruborizó y tartamudeó:- "Pero mi señor, todo caballero
debe servir a una dama para demostrarle la pureza de su amor".
"¿Qué sabes tu del amor?" Preguntó Arturo de una manera tan incisiva
que Galahad se ruborizó todavía más intensamente. "Si estás tan ansioso de luchar por una dama,
te presentaré a tres para que escojas".
El rey mandó llamar inmediatamente a Margaret, una vieja lavandera de
cabello cano y con verrugas en la nariz.
"¿Le servirás a ella por amor, gentil caballero?, -le preguntó Arturo. La
confusión de Galahad fue enorme. "No
comprendo mi señor" murmuró.
Arturo lo miró fijamente he hizo salir a la mujer. "Traigan a otra", ordenó. Esta vez trajeron a una niña recién
nacida. "Si Margaret te pareció
demasiado vieja y fea, entonces ¿Qué piensas de esta dama? Es de noble cuna y no
puedes negar su hermosura". Aunque no
había duda de que la niña era muy hermosa, la confusión de Galahad, iba en
aumento. Sacudió la cabeza.
"Este amor del que hablas es un amo difícil de complacer" dijo Arturo. Mandó llamar a una tercera dama,
y esta vez entró Arabela, una preciosa niña de doce años. Galahad la miró y trato de reprimir la
ira. "Mi señor, es apenas una jovencita y mi media hermana", dijo.
"Pediste una dama a la cual servir" dijo Arturo, "y he sido lo
bastante generoso como para presentarte a tres.
Ahora debes decidir".
Galahad, estaba aturdido.
"¿Por qué te burlas de mí, de ese modo?", preguntó.
Arturo hizo un gesto con la mano, y en pocos minutos, salió todo el
mundo del gran salón y ellos dos quedaron solos. "No me burlo de ti", le dijo. "Trato de
mostrarte algo que aprendí de mi maestro Merlín".
Galahad alzó los ojos y vio que el ceño de Arturo se había suavizado.
"Mis caballeros dicen servir a sus damas por amor", prosiguió el rey, "y, a
pesar de sus votos de amar castamente, la mayoría de las veces sienten pasión
por aquellas a quienes sirven, ¿no es verdad?,
Galahad asintió. "Y cuanto más grande es su pasión por las damas, mayor
es su celo de servirles, ¿verdad?, preguntó Arturo. El joven caballero asintió
de nuevo. "Merlín me enseñó otra forma de amar", dijo Arturo. "Piensa en la anciana, en la niña recién
nacida y en la jovencita que es tu hermana.
Todas ellas son manifestaciones de lo femenino, y en la medida en que
esas formas cambian, lo que llamas amor, cambia con ellas. Cuando dices que estás enamorado, lo que
realmente estás diciendo es que has satisfecho una imagen que llevas dentro.
"Así es como comienza el apego, con la inclinación por una imagen.
Podrías afirmar que amas a una mujer, pero si ella llegara a traicionarte con
otro hombre, tu amor se trocaría en odio.
¿Por qué? Porque tu imagen
interior ha sido mancillada y, puesto que ésa era la imagen que amabas, el hecho
de que haya sido traicionada, te provoca ira".
"¿Qué puedo hacer al respecto?", preguntó Galahad. "Mira más allá de
tus emociones, las cuales cambiarán constantemente y pregúntate que hay detrás
de la imagen. Las imágenes son fantasías que existen para protegernos de algo
que no deseamos enfrentar. En este caso
se trata del vacío. A falta de amor por ti mismo, creas una imagen para tapar el
vacío. De allí, el intenso dolor que causa un rechazo o una traición en el amor,
porque deja expuesta la herida abierta de tu propia necesidad".
"El amor, es considerado como algo muy hermoso y elevado", se lamentó
Galahad, "no obstante, tú lo haces sonar como algo horrible".
Arturo sonrió. "Lo que SUELE considerarse amor, puede tener
consecuencias terribles, pero ese no es el final de la historia. El amor tiene un secreto. Merlín me lo contó
hace muchos años, como yo te lo confío ahora: Cuando puedas amar a una anciana,
a una niña y a una jovencita de la misma manera, serás libre para amar más allá
de la forma. Entonces se desatará dentro
de ti la esencia del amor, que es una fuerza universal. Y dejarás de sentir apego -el llamado
silencioso, al cual obedece el amor".
Deepak Chopra
LA
CAMPANA DE PLATA
Se
cuenta de un rey que hizo colocar una campana de plata en una torre muy alta de
su palacio, al comenzar su reinado. Él anunció que haría sonar la campana cada vez que estuviera feliz, para
que sus súbditos supieran de su alegría.
La gente
esperaba el sonido de la campana de plata, pero esta permanecía silenciosa. Los
días se convirtieron en semanas y las semanas en meses, y los meses en años. Pero la campana no sonaba
para avisar que el rey era feliz.
El rey
envejeció y finalmente yacía en su lecho de muerte en el palacio. A medida que
algunos de sus llorosos súbditos llegaban para acompañarlo, él descubrió que su
gente realmente le había amado todos estos años.
Finalmente
el rey fue feliz. Poco antes de morir, tiró de la cuerda de la campana de plata,
para hacerla sonar.
Piensa
en esto "toda una vida de infelicidad, porque él no sabia que era muy querido y
aceptado por sus leales súbditos".
Hay
muchas personas que pasan por la vida sin saber que son queridas y apreciadas por los demás. Quizás son aquellos
que están cerca de ti los que necesitan el calor de saber que alguien piensa en
ellos.
Donald
Hunger Ford
EN LA CELDA
Cuando apareció por primera vez, sentí una sensación admonitoria,
como de viejo augurio cumplido. Todo en ella delataba su conjura contra mí,
sabia que a partir de aquel momento no podría escapar a mi desgracia.
Nos acomodamos en mi estrecho cuarto como pudimos, no le pregunté
como había llegado, ella no me preguntó como había vivido, firmamos un tácito
acuerdo de complicidad, era la única manera de sobrevivir.
Pero el acuerdo no resultó equitativo, no por culpa de ella, sino por
culpa mía, yo necesitaba de alguien en mi vida, pero no de cualquier manera, lo
necesitaba de manera absorbente, ella así lo entendió, por eso no puedo culparla
de nada, si acaso hay un culpable, ese soy yo.
Diría que ella se limitó a complacerme, desde ese punto de vista, fue
una gran compañera, casi una amante ideal.
Por los hechos posteriores, al menos como los dio a conocer la
prensa, podría pensarse que nuestra intimidad era algo turbulenta, truculenta,
sin embargo, ahora puedo afirmar que fue una relación inocente. Sí, inocente,
pues, ella conocía esa otra parte de mí que me repugnaba por sucia y con un gran
sentido de la caridad dedicaba los mejores instantes de nuestra intimidad a
complacerla. Me asustaba su proceder, me reprochaba el permitirle hacerlo, sabía
que con eso caía en sus manos, entregaba mis armas, a veces llegaba a
detestarla, pero el placer era superior a mí, a mis intenciones. Su actitud en
esos momentos me remitía a su pasado, no podía imaginarla distinta de una puta,
entonces me sentía despreciable, rebajado al nivel de mi propia existencia.
Después de esos momentos me sentía débil, incapaz de expulsarla,
sabía que me destruiría, que me acercaría al final, pero también sabia que no
podría evitarlo.
Estaba vencido y ella lo sabia, se regodeaba con su victoria, jugaba
con su dominio, era un juego peligroso, pero ella no lo creía así, me
consideraba un ser inofensivo y sin embargo dispuesto a proteger. Fue su exceso
de confianza en mí, lo que la perdió, cuando lo comprendió ya era demasiado
tarde, su suerte ya estaba echada.
Muchas veces quise tirarle sus trapos a la calle, pero su sumisión me
vencía, quería hacerle comprender que lo hacia por ella, por su seguridad, pero
las palabras no me alcanzaban, ella interpretaba esto como impotencia, como
dominio de ella sobre mí y quizás se reía en su interior, quizás se burlaba de
mí, estaba muy equivocada.
Tal vez no estaba equivocada, tal vez estaba en lo cierto y el
equivocado era yo, por eso cuando lo comprendí, no quise darle la razón y
entonces cometí el acto supremo, el único acto que podría darme la razón.
La vez que llamó un hombre preguntando por ella no quise averiguar
quién era ni qué quería, estábamos en una lucha sin cuartel y la indagación
podría perderme, así que la golpeé salvajemente, con ruindad, sin inmutarme.
Después de la paliza ella siguió limpiando el cuarto tranquilamente, me desplomé
sobre la cama, había cometido un gran error, ahora si estaba perdido, le había
dado su primer gran triunfo sobre mí, ahora ya nada podría salvarme.
Desde ese día empecé a temerle, progresivamente fui sintiendo un gran
temor, empezó a asustarme su presencia, los días se me fueron llenado de pánico.
Segura de su dominio se paseaba de manera amplia por el cuarto, yo
trataba de ocupar el menor espacio posible, por regla general siempre me recogía
en un rincón, no quería alterar su espacio, ni interrumpir su peregrinaje hacia
todas mis cosas.
En aquellos momentos deseaba con fervor una excusa para matarla, la
presencia de un amante por ejemplo, sin embargo, sabia que no tendría fuerzas
para cumplirlo, su pródigo desdén me desarmaba.
Una vez intente el contraataque, ocurrió en la noche, me deslice como
una babosa por junto a su cuerpo, intente sujetarle los muslos desnudos pero la
humedad y el calor de su sexo tan próximo a mis manos me obligó a la retirada,
sentí temor de perder mi dominio personal, luego inicie el ataque por los
hombros, me sentía mas seguro por estos lados, recorrí su espalda y sus caderas,
un ligero estremecimiento de sus labios me indico que ganaba terreno, cuando
abarqué su vientre con mis manos, su piel se deshizo en un tenue oleaje continuo
de rítmicas sensaciones de colores sin mirar y fragancias sin oler, no pude
resistir, me hundí en aquellas carnes húmedas hasta el final; qué me importaban
orgullo, dignidad o seguridad personal, podía perder la vida allí mismo, no me
importaba, me habría sentido glorioso; había iniciado un viaje sin retorno por
el río de la degradación.
Cuando desperté me sentí despreciable. Creo que llovía, al menos yo
tenia húmedos los huesos. La mire con horror, nunca antes me había parecido tan
dominante, era como un montón de redondeces que amenazaban con venirse encima.
Con temor, casi con veneración me escurrí por entre la cobija, cuando alcance el
suelo, una alegría infinita me acelero el corazón.
Me observé en el espejo, sobrevivía, había sobrevivido a aquella
tentativa sobrehumana para mí, esto me llenó de valor y de esperanza,
seguramente saldría con vida de aquella encrucijada, en que me había metido.
Pero esa frágil tentativa de libertad no borró el miedo que sentía
por la mujer, como habría sido mi deseo, antes por el contrario lo agudizó más,
ya no me atrevía a insinuarle nada de nada, ella se fue apoderando de mis cosas,
empezó a determinar mis acciones, a regularlas, no era difícil para ella, mis
acciones eran bien pobres por lo demás, no tenía mucho en que esparcir mis
deseos, en realidad todo se circunscribía al espacio que ella ocupaba, tal vez
por eso se sentía en la obligación de ordenármelo todo.
Cuando yo intentaba decirle algo, recriminarle algo, me miraba con
ojos apacibles, con ojos cansados de comprender, su respiración me recordaba el
pacto inicial, pacto que yo había roto en la creencia de ser capaz de tener una
mujer, entonces no me quedaba otra alternativa distinta a callarme.
Una vez más sentí ganas de tirarla a la calle sin explicarle nada, no
quise meditar mi resolución, simplemente cogí sus vestidos y los arroje a la
calle, me miró con ojos llenos de compasión, su mirada decía que lo entendía
todo, su actitud al empezar a recoger sus cosas mostraba un ser infinitamente
culpable, un ser que se sentía infinitamente despreciable, no pude soportar esa
visión, rápidamente recogí sus vestidos de la calle para luego acomodarlos en el
sitio que ocupaban en la habitación, me reprochaba a mi mismo este gesto de
debilidad, sabia que me estaba perdiendo, que me estaba hundiendo hasta que no
quedara de mí más que una superficie grasienta por medio de la cual se podría
adivinar que allí había existido un hombre, pero no podía evitarlo.
Me consolaba y trataba de justificar mi situación diciéndome que
vivía emociones fuertes, en realidad la única emoción fuerte era el miedo. Tuve
que confesarme que el miedo siempre lo había experimentado, por eso no era una
emoción fuerte, puesto que no era una sensación nueva, ya que todo lo nuevo es
lo que sentimos como fuerte.
Desde ese día todo fue un infierno para mí, había perdido la excusa
principal para justificarme, si acaso, sería un cobarde y sin embargo esto
tampoco era nuevo, pues, siempre había sido un cobarde y ella estaba ahí para
recordármelo, ahora lo comprendía todo, ahora comprendía el porque de mi miedo
hacia ella, no era por su posesión violenta a través de la sumisión, no era que
ella me hubiera quitado mi espacio, simplemente ella, desde que había llegado se
había convertido en el hecho permanente que recordaba mi cobardía, mi
incapacidad, mi inutilidad, ahora estaba todo claro, ahora solo restaba negar
todo ello con un acto supremo que me reivindicara ante mí mismo, así que tome un
cuchillo, el de la cocina, entre otras cosas, y la maté.
Sí, la maté, no podía soportarla un día mas como el espejo de mi
decadencia, de mi realidad interior.
Ella simplemente trataba de sobrevivir, yo era su plato de comida
diario, sin embargo ¿no es esto más cruel todavía? es mejor no pensar más, ya no
vale la pena reflexionar sobre eso, después de todo... después de todo ya es de
día y creo que no ha cambiado mucho mi vida, por eso no me asusta mi situación
actual, ya tengo algo definido, muchos años en prisión.
Edgar Samboní Andrade – Colombia
CELEBRACIÓN DE LA FANTASÍA
JUEGO
Fue a la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca del Cuzco. Yo me
había despedido de un grupo de turistas y estaba solo, mirando de lejos las
ruinas de piedra, cuando un niño del lugar, enclenque, haraposo, se acercó a
pedirme que le regalara una lapicera. No podía darle la lapicera que tenía, por
que la estaba usando en no sé que aburridas anotaciones, pero le ofrecí
dibujarle un cerdito en la mano.
Súbitamente, se corrió la voz. De buenas a primeras me encontré
rodeado de un enjambre de niños que exigían, a grito pelado, que yo les dibujara
bichos en sus manitas cuarteadas de mugre y frío, pieles de cuero quemado: había
quien quería un cóndor y quién una serpiente, otros preferían loritos o lechuzas
y no faltaba los que pedían un fantasma o un dragón.
Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito que no
alzaba mas de un metro del suelo, me mostró un reloj dibujado con tinta negra en
su muñeca:
-Me lo mandó un tío mío, que vive en Lima -dijo
-Y anda bien -le pregunté
-Atrasa un poco -reconoció.
Eduardo Galeano
TERAPIA INTENSIVA
Lo encontraron en su casa de Buenos Aires, caído en el suelo,
desmayado, respirando apenitas. Mario Benedetti había sufrido el más feroz
ataque de asma de toda su vida.
En el Hospital Alemán, el oxígeno y las inyecciones lo devolvieron,
poquito a poco, al mundo, o a algún otro planeta más o menos parecido. Cuando
alzaba los párpados, veía muñequitos que bailaban, tomados de la mano, en la
remota pared, y entonces volvía a sumergirse en un silencio asueñado y ausente.
Estaba molido. Había sido aporreado por Joe Louis, Rocky Marciano y Cassius
Clay, todos a la vez, aunque él nunca les había hecho nada.
Escuchó voces. Las voces iban y venían, se acercaban, se alejaban, y
en alemán decían algo así como mal, mal, lo veo muy mal; un caso difícil,
difícil; quién sabe si pasa de esta noche. Mario abrió un ojo y no vio
muñequitos. Vio unas túnicas blancas, al pie de su cama. Con voz de bandera
arriada, preguntó:
—¿Tan grave estoy?
Lo preguntó en perfecto alemán. Y uno de los médicos se indignó:
—¿Y usted por qué habla alemán, si se llama Benedetti?
El ataque de risa lo curó del ataque de asma y le salvó la vida.
Eduardo Galeano
AYER
Tuvo que pasar mucho tiempo para que me diera cuenta de que el viento
había cesado, de que la palidez de la luna iluminaba una estrecha franja del
cuarto, alargando la silueta de los objetos más próximos a la ventana. Desde mi
rincón intuí, más que vi, la vaga forma de un espejo; la forma inconcreta de un
mueble cualquiera consiguió llenarme de congoja, dejándome la sensación de vacío
que aún hoy puedo sentir de vez en cuando. Al tiempo de levantarme, un pesado
cenicero se volcó sobre la mesa. No me preocupé por limpiar nada.
Tampoco quise mirar por encima del hombro cuando atravesé aquella
puerta.
La mañana siguiente fue especialmente desagradable en todos sus
aspectos. La sensación de fracaso que me inundaba, al mismo tiempo contribuía a
desorientarme y a afianzar la pálida melancolía que se iba apoderando de mi
persona. De una manera un tanto mecánica entablé de nuevo relaciones forzadas
con la vida, ocupándome de los rutinarios quehaceres domésticos con desgana.
Tuve con demasiada lucidez la sensación de que, antes de limpiarlo de nuevo, el
polvo acumulado sobre los muebles ya lo había visto antes, de una manera
idéntica; el simétrico vuelo del ave que rompió la pulida superficie de un
espejo, apenas vislumbrado de reojo en una fracción de segundo, me recordó lo ya
sucedido. No obstante, decidí olvidarlo todo y releí, pues tuve tiempo para
ello, un viejo relato de London, que me dejó insatisfecho en medio de esa
estúpida sensación que los acontecimientos presentidos dejan por algún tenebroso
rincón del inconsciente. Como en un sueño dirigí mis pasos esa jornada repetida,
pues poco a poco empecé a darme cuenta de lo que estaba sucediendo. Algo vago
como un presentimiento se hizo al fin hueco en mi pecho. Y comencé a
preocuparme.
Hacia mediodía consumí los mismos alimentos que en la precedente
había engullido, sin hambre; bebí los mismos caldos; me derrumbé en la cama de
la misma manera desconsolada y cansina; me levanté una media hora más tarde, con
la misma sensación de ahogo que en la víspera me aprisionó la garganta; las
mismas lágrimas bañaron mi rostro entonces, pues sabía con claridad
estremecedora a lo que estaba abocado.
Decidí salir a la calle y romper así la simetría. Pero no pude
hacerlo. Recordé los desesperados esfuerzos que todo eso me había costado en
otro momento, hacía veinticuatro horas justas. Una y otra vez regresé a esa
puerta cerrada, aunque de sobra sabía que jamás llegaría a franquearla. En mi
desesperación, cogí el teléfono; lo colgué sin hacer llamada alguna; volví a la
puerta, al teléfono, con el abatimiento del tigre enjaulado, con el abandono de
la falta de fuerzas ante lo que se sabe ineludible.
Pensé en saltar por la
ventana, pero me di cuenta de que ya lo había pensado y de que me iba a ser del
todo imposible hallar una solución no sopesada con anterioridad, en ese cuarto,
en esa jaula idéntica de tiempo repetido. Por último, me relajé en mi asiento y
fui testigo de la caída de la tarde. Era miércoles, veinticinco de enero. Una
fría luz difuminada, como corresponde a esa época del año, se agolpaba en la
sala. Los muebles en el cuarto se tornaron con el tiempo fantasmales,
atenuándose de una manera ilógica, hasta que desapareció por completo su
aparente consistencia. Ni siquiera me molesté en dar las luces de la casa.
Hacia las doce una fuerte brisa comenzó a sacudir todos los cristales
del edificio, haciendo que me estremeciera en el asiento. El fuego no se había
encendido en todo el día, y por lo tanto el frío se había alojado junto a mi
persona. Supe que jamás alcanzaría las cerillas sobre la repisa de la chimenea;
que todos mis actos iban a ser duplicados exactos aquella noche de esa otra; que
no me levantaría hasta pasadas las cuatro de la madrugada y que, para entonces,
tendría que haber pasado mucho tiempo para que me diera cuenta de que el viento
había cesado, de que la palidez de la luna iluminaría una estrecha franja del
cuarto, alargando la silueta de los objetos más próximos a la ventana. Desde mi
rincón intuiría la vaga forma de un espejo; la forma inconcreta de un mueble
cualquiera conseguiría llenarme de congoja, dejándome la sensación de vacío que
aún hoy puedo sentir de vez en cuando.
Al tiempo de levantarme, un pesado cenicero se volcaría sobre la
mesa. No me preocuparía por limpiar nada. Tampoco miraría por encima del hombro,
cuando atravesara aquella puerta...
Eladio Bulnes Jiménez -
España
LUGAR EQUIVOCADO
Trabajo perjudicial
Todavía era de noche cuando el hombre se levantó. Con el automatismo
de lo que se ha hecho miles de veces, tomó la caña, la linterna y la pipa, y se
dirigió a la laguna.
Una vez allí, preparó con destreza los enseres de pesca, lanzó el
anzuelo, encendió la pipa y esperó.
Acertaba a pasar por allí un joven provisto de un equipo de pesca.
-¿Qué tal, buena pesca?
-Nada, no.
-¿Hace mucho que está?
-Hoy, desde el amanecer. Pero hace diez años que vengo todas las
mañanas.
-¿Y suele obtener buenas piezas?
-No, nunca.
-Pero, ¿qué carnada usa?
-Ninguna, hijo. No vale la pena.
-¿Cómo?
-Esta laguna no tiene peces, porque no tiene ni una gota de agua.
-Y ¿para qué viene?
-Porque no sabría adónde más ir, ni qué otra cosa hacer. Cuando esta
laguna tenía agua, toda mi familia se alimentó de ella. No aprendí otra forma de
vivir.
Elena Espinal
BERARDO CON FRÍO
Lo sentí desde mi cama. Curiosamente sentí su temblor de frío desde mi cuarto tan lejos de ahí en mitad de la noche. Paula Berardo temblando sentada en un rincón, tratando de cubrirse en vano con sus brazos y sus piernas en el piso de granito helado, desnuda en el inmenso tablero de ajedrez de algún salón lejano. Su piel erizándose poco a poco, marcando con autoridad que es recién el comienzo del frío, que aunque estoy a tiempo de llegar y tocar despacio su pelo rojo sin hablar, sacándome cada prenda para ponérselo a ella, trasladarle apenas mi calor, en un intercambio que ella y yo tomaremos equívocamente por amor. Comenzar poniéndole, cuando ya esté completamente desnudo, mi slip negro y que por eso estemos a punto de sonreír, pero el frío, lo cómico de una prenda demasiado masculina en un cuerpo de mujer, las diferencias de relieve, esas cosas. Luego la necesaria camiseta de frisa blanca, doblarle un poco las mangas hacia arriba; las medias; el pantalón demasiado holgado para Berardo pero quizás ajustando el cinturón en el orificio indicado; la camisa celeste prendida hasta el último botón; el chaleco, la primer sonrisa de tibio placer en el rostro de Berardo; la corbata y su nudo impecable, inútil pero prolijo, los zapatos varios números más grandes pero quizás apretando un poco los cordones; finalmente el saco bien prendido y poder vernos así de frente, ella con mi traje ya templada y yo completamente desnudo, parados uno contra otro, mientras el frío ahora sube desde la planta de mis pies.
Un
beso interminable desde su boca tibia a mis labios helados; verla alejarse por
el salón como un peón negro triunfante y salir por la puerta principal. Paula
Berardo caminando tranquilo desde su flamante calor.
Sentarme
a sentir el frío en el mismo rincón, en la misma posición, los brazos y las
piernas cubriéndome inútilmente; mi piel erizándose hasta el preciso momento en
que él lo sienta desde su cama, desde su habitación lejana a mitad de la noche,
hasta que por fin él se decida y venga, cuando conozca desde allá el frío que
toda mujer sentiría como yo siento aquí sentada en un salón grandísimo contra el
granito helado; hasta que otro hombre acepte el cambio, hasta que otro hombre
acepte el cambio, hasta que otro hombre acepte el cambio.
Fernando
Oviedo
LA MARIONETA DE TRAPO SALUD
Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de
trapo, y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso,
pero, en definitiva, pensaría todo lo que digo. Daría valor a las cosas, no por
lo que valen, sino por lo que significan.
Dormiría poco y soñaría más, entiendo que por cada minuto que
cerramos los ojos perdemos sesenta segundo de luz. Andaría cuando los demás se
detienen, despertaría cuando los demás se duermen, escucharía mientras los demás
hablan, y cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate…
Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría
de bruces al sol, dejando al descubierto no solamente mi cuerpo, sino mi alma.
Dios mío, si yo tuviera un corazón… Escribiría mi odio sobre el
hielo, y esperaría a que saliera el sol.
Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de
Benedetti, y una canción de Serrat sería la serenata que le ofrecería a la luna.
Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus
espinas, y el encarnado beso de sus pétalos…
Dios mío si yo tuviera un trozo de vida… No dejaría pasar un solo día
sin decirle a la gente que quiero, que la quiero. Convencería a cada mujer de
que ella es mi favorita y viviría enamorado del amor.
A los hombres, les probaría cuán equivocados están al pensar que
dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de
enamorarse.
A un niño le daría alas, pero dejaría que él solo aprendiese a volar.
A los viejos, a mis viejos, les enseñaría que la muerte no llega con la vejez
sino con el olvido.
Tantas cosas he aprendido de ustedes los hombres… He aprendido que
todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña sin saber que la verdadera
felicidad está en la forma de subir la escarpada.
He aprendido que un hombre únicamente tiene derecho a mirar a otro
hombre hacia abajo, cuando ha de ayudarlo a levantarse.
Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero
finalmente mucho no habrán de servir porque cuando me guarden dentro de esta
maleta, infelizmente me estaré muriendo…
Gabriel García Márquez
REMEDIOS LA BELLA
Uno de los personajes más fascinantes de Macondo. Remedios es una
mujer bellísima y extraña, elemental y pura, que vive como ajena a la vida
ordinaria. Su belleza enciende el deseo de los hombres, pero aquellos que
intentan consumarlo mueren de forma inesperada. Veamos el poético final de la
historia de tan insólita mujer.
La suposición de que Remedios, la bella, poseía poderes de muerte,
estaba entonces sustentada por cuatro hechos irrebatibles. Aunque algunos
hombres ligeros de palabra se complacían en decir que bien valía sacrificar la
vida por una noche de amor con tan conturbadora mujer, la verdad fue que ninguno
hizo esfuerzos por conseguirlo. Tal vez, no sólo para rendirla sino también para
conjurar sus peligros, habría bastado con un sentimiento tan primitivo, y simple
como el amor, pero eso fue lo único que no se le ocurrió a nadie. Úrsula no
volvió a ocuparse de ella. En otra época, cuando todavía no renunciaba al
propósito de salvarla para el mundo, procuró que se interesara por los asuntos
elementales de la casa. "Los hombres piden más de lo que tú crees", le decía
enigmáticamente. "Hay mucho que cocinar, mucho que barrer, mucho que sufrir por
pequeñeces, además de lo que crees." En el fondo se engañaba a sí misma tratando
de adiestrarla para la felicidad doméstica,, porque estaba convencida de que,
una vez satisfecha la pasión, no había un hombre sobre la tierra capaz de
soportar así fuera por un día una negligencia que estaba más allá de toda
comprensión. El nacimiento del último José Arcadio, y su inquebrantable voluntad
de educarlo para Papa, terminaron por hacerla desistir de sus preocupaciones por
la bisnieta. La abandonó a su suerte, confiando que tarde o temprano ocurriera
un milagro, y que en este mundo donde había de todo hubiera también un hombre
con suficiente cachaza para cargar con ella. Ya desde mucho antes, Amaranta
había renunciado a toda tentativa de convertirla en una mujer útil. Desde las
tardes olvidadas del costurero, cuando
la sobrina apenas se interesaba por darle vuelta a la manivela de la máquina de
coser, llegó a la conclusión simple de que era boba. "Vamos a tener que
rifarte", le decía, perpleja ante su impermeabilidad a la palabra de los
hombres. Más tarde, cuando Úrsula se empeñó en que Remedios, la bella, asistiera
a misa con la cara cubierta con una mantilla, Amaranta pensó que aquel recurso
misterioso resultaría tan provocador, que muy pronto habría un hombre lo
bastante intrigado como para buscar con paciencia el punto débil de su corazón.
Pero cuando vio la forma insensata en que despreció a un pretendiente que por
muchos motivos era más apetecible que un príncipe, renunció a toda esperanza.
Fernanda no hizo siquiera la tentativa de comprenderla. Cuando vio a Remedios,
la bella, vestida de reina en el
carnaval sangriento, pensó que era una criatura extraordinaria. Pero
cuando la vio comiendo con las manos, incapaz de dar una respuesta que no fuera
un prodigio de simplicidad, lo único que lamentó fue que los bobos de familia
tuvieran una vida tan larga. A pesar de que el coronel Aureliano Buendía seguía
creyendo y repitiendo que Remedios, la bella, era en realidad el ser más lúcido
que había conocido jamás, y que lo demostraba a cada momento con su asombrosa
habilidad para burlarse de todos, la abandonaron a la buena de Dios. Remedios,
la bella, se quedó vagando por el desierto de la soledad, sin cruces a cuestas,
madurándose en sus sueños sin pesadillas, en sus baños interminables, en sus
comidas sin horarios, en sus hondos y prolongados silencios sin recuerdos, hasta
una tarde de marzo en que Fernanda quiso doblar en el jardín sus sábanas de
bramante, y pidió ayuda a las mujeres de la casa. Apenas había empezado, cuando
Amaranta advirtió que Remedios, la bella, estaba transparentada por una palidez
intensa.
-¿Te sientes mal? -le
preguntó.
Remedios, la bella, que tenía agarrada la sábana por el otro extremo,
hizo una sonrisa de lástima.
-Al contrario -dijo-, nunca me he sentido mejor.
Acabó de decirlo, cuando Fernanda sintió que un delicado viento de
luz le arrancó las sábanas de las manos y las desplegó en toda su amplitud.
Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes de sus pollerones y trató
de agarrarse de la sábana para no caer, en el instante en que Remedios, la
bella, empezaba a elevarse. Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo
serenidad para identificar la naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las
sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios, la bella, que le decía adiós con
la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella, que
abandonaban con ella el aire de los escarabajos y las dalias, y pasaban con ella
a través del aire donde terminaban las cuatro de la tarde, y se perdieron con
ella para siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos
pájaros de la memoria.
Gabriel García Márquez
UN DÍA
DE ESTOS
Del
Libro "Los funerales de la Mamá Grande"
El lunes
amaneció tibio y sin lluvia. Don Aurelio Escovar, dentista sin título y buen
madrugador, abrió su gabinete a las seis. Sacó de la vidriera una dentadura
postiza montada aún en el molde de yeso y puso sobre la mesa un puñado de
instrumentos que ordenó de mayor a menor, como en una exposición. Llevaba una
camisa a rayas, sin cuello, cerrada hacia arriba con un botón dorado, y los
pantalones sostenidos con cargadores elásticos. Era rígido, enjuto, con una
mirada que raras veces correspondía a la situación, como la mirada de los
sordos.
Cuando
tuvo las cosas dispuestas sobre la mesa, rodó la fresa hacia el sillón de
resortes y se sentó a pulir la dentadura postiza. Parecía no pensar en lo que
hacía, pero trabajaba con obstinación, pedaleando en la fresa incluso cuando no
se servía de ella.
Después
de las ocho hizo una pausa para mirar el cielo por la ventana y vio dos
gallinazos pensativos que se secaban al sol en el caballete de la casa vecina.
Siguió trabajando con la idea de que antes del almuerzo volvería a llover. La
voz destemplada de su hijo de once años lo sacó de su abstracción.
-Papá.
-Qué.
-Dice el
alcalde que si le sacas una muela.
-Dile
que no estoy aquí.
Estaba
puliendo un diente de oro. Lo retiró a la distancia del brazo y lo examinó con
los ojos a medio cerrar. En la salita de espera volvió a gritar su hijo.
-Dice
que sí estás porque te está oyendo.
El
dentista siguió examinando el diente. Sólo cuando lo puso en la mesa con los
trabajos terminados, dijo:
-Mejor.
Volvió a
operar la fresa. De una cajita de cartón donde guardaba las cosas por hacer,
sacó un puente de varias piezas y empezó a pulir oro.
-Papá.
-Qué.
Aún no
había cambiado de expresión.
-Dice
que sino le sacas la muela te pega un tiro.
Sin
apresurarse, con un movimiento extremadamente tranquilo, dejó de pedalear en la
fresa, la retiró del sillón y abrió por completo la gaveta inferior de la mesa.
Allí estaba el revólver.
-Bueno
–dijo-. Dile que venga a pegármelo.
Hizo
girar el sillón hasta quedar de frente a la puerta, la mano apoyada en el borde
de la gaveta. El alcalde apareció en el umbral. Se había afeitado la mejilla
izquierda, pero en la otra, hinchada y dolorida, tenía una barba de cinco días.
El
dentista vio en sus ojos marchitos muchas noches de desesperación. Cerró la
gaveta con la punta de los dedos y dijo suavemente:
-Siéntese.
-Buenos
días –dijo el alcalde.
-Buenos
–dijo el dentista.
Mientras
hervían los instrumentos, el alcalde apoyó el cráneo en el cabezal de la silla y
se sintió mejor. Respiraba un olor glacial. Era un gabinete pobre: una vieja
silla de madera, la fresa de pedal, y una vidriera con pomos de loza. Frente a
la silla, una ventana con un cancel de tela hasta la altura de un hombre. Cuando
sintió que el dentista se acercaba, afirmó los talones abrió la boca. Don
Aurelio Escovar le movió la cara hacia la luz. Después de observar la muela
dañada, ajustó la mandíbula con una cautelosa presión de los dedos.
-Tiene
que ser sin anestesia.
-¿Por
qué?
El
alcalde lo miró en los ojos.
-Está
bien –dijo, y trató de sonreír. El dentista no le correspondió. Llevó a la mesa
de trabajo la cacerola con los instrumentos de trabajo hervidos y los sacó del
agua con unas pinzas frías, todavía sin apresurarse. Después rodó la escupidera
con la punta del zapato y fue a lavarse las manos en el aguamanil.
Hizo
todo sin mirar al alcalde. Pero el alcalde no le perdió la vista.
Era una
cordal inferior. El dentista abrió las piernas y apretó la muela con el gatillo
caliente. El alcalde se aferró a las barras de la silla, descargó toda su fuerza
en los pies y sintió un vacío helado en los riñones, pero no soltó un suspiro.
El dentista sólo movió la muñeca. Sin rencor, más bien con una amarga ternura
dijo:
-Aquí
nos paga veinte muertos, teniente.
El
alcalde sintió un crujido de huesos en la mandíbula y sus ojos se llenaron de
lágrimas. Pero no suspiró hasta que no sintió salir la muela. Entonces la vio a
través de las lágrimas. Le pareció tan extraña a su dolor, que no pudo entender
la tortura de sus cinco noches anteriores. Inclinado sobre la escupidera,
sudoroso, jadeante, se desabotonó la guerrera y buscó a tientas el pañuelo en el
bolsillo del pantalón. El dentista le dio un trapo limpio.
-Séquese
las lágrimas –dijo.
El
alcalde lo hizo. Estaba temblando.
Mientras
el dentista se lavaba las manos, vio el cielo raso desfondado y una telaraña
polvorienta con huevos de araña e insectos muertos. El dentista regresó
secándose las manos.
-Acuéstese
–dijo- y haga buches de agua de sal. –El alcalde de pie, se despidió con un
displicente saludo militar y se dirigió a la puerta estirando las piernas, sin
abotonarse la guerrera.
-Me pasa
la cuenta –dijo.
-¿A
usted o al municipio?.
El
alcalde no lo miró. Cerró la puerta, y dijo, a través de la red metálica:
-Es la
misma vaina.
Gabriel
García Márquez
EL
ALMOHADÓN DE PLUMAS
Su luna
de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de
su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Lo quería mucho, sin embargo, a
veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la
calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía
una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.
Durante
tres meses se habían casado en abril vivieron una dicha especial. Sin duda
hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva
e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.
La casa
en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio
silencioso frisos, columnas y estatuas de mármol producía una otoñal impresión
de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve
rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al
cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un
largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.
En ese
extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido
por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa
hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.
No es
raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró
insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo
salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado.
De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia
rompió enseguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente
todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia.
Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su
cuello, sin moverse ni decir una palabra.
Fue ese
el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció
desvanecida.
El
médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso
absoluto.
No sé le
dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja. Tiene una gran
debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada. Si mañana se despierta como
hoy, llámeme enseguida.
Al otro
día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha
agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba
visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces
prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia
dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida.
Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La
alfombra ahogaba sus pesos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo
vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en su
dirección.
Pronto
Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que
descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente
abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la
cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca
para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.
¡Jordán!
¡Jordán! clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra. Jordán corrió
al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.
¡Soy yo,
Alicia, soy yo!
Alicia
lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo
rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la
mano de su marido, acariciándola temblando.
Entre
sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra
sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos.
Los
médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se
acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo. En
la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose
de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio y siguieron
al comedor.
Pst...
se encogió de hombros desalentado su médico. Es un caso serio... poco hay que
hacer...
¡Sólo
eso me faltaba! resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa.
Alicia
fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía
siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero
cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se
le fuera la vida en nuevas alas de sangre.
Tenía siempre al despertar la sensación de
estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día
este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que
le tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus terrores
crepusculares avanzaron en forma de monstruos que se arrastraban hasta la cama y
trepaban dificultosamente por la colcha.
Perdió
luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las
luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el
silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de
la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán.
Murió,
por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un
rato extrañada el almohadón.
¡Señor!
llamó a Jordán en voz baja. En el almohadón hay manchas que parecen de sangre.
Jordán
se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a
ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas
oscuras.
Parecen
picaduras murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.
Levántelo
a la luz le dijo Jordán.
La
sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél,
lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le
erizaban.
¿Qué
hay? murmuró con la voz ronca.
Pesa
mucho articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.
Jordán
lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del
comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores
volaron, y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta,
llevándose las manos crispadas a los bandos: sobre el fondo, entre las plumas,
moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola
viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.
Noche a
noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su
boca su trompa, mejor dicho a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La
picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón había impedido
sin dada su desarrollo, pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue
vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia.
Estos
parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en
ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles
particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de
pluma.
Horacio
Quiroga
LA
BÚSQUEDA
Siempre había preguntado como sería la
felicidad y si la alcanzaría algún día. Nada original, por cierto; pero igual se
lo preguntaba. Era un hombre simple.
Una vez
le comentaron que había gente feliz no sé en que país, de esos con nombres raros
(como la felicidad, pensó) de Asia o África. ¿O era de Europa?. Bueno, el lugar
no importaba; lo cierto es que si había hombres felices, era posible para él
también. Comenzó a planificar el viaje, aunque no tenía en claro adonde.
Le
dijeron también que a pesar de que el mundo está lleno de egoísmo, maldad y
otras de esas virtudes humanas, había siempre una esperanza de que todo
cambiaría. ¿Cómo?, se preguntó. Y salió a buscar la respuesta porque el que le
contó eso, no se acordaba.
Preguntó
(siempre preguntaba) a unos religiosos, no recordaba de qué religión y le
explicaron que todo comenzó con Adán y Eva. Que Dios los había creado para que
fueran felices y les dio una tierra hermosa para que la cuidaran. Pero que la
competencia, envidiosa de tanta belleza y felicidad, se encargó de arruinarlo
todo. No muy convencido, agradeció la atención dispensada por sus anfitriones y
se fue más confundido que antes, no sin antes comprar una de las publicaciones
que vendían en la salida. No lograría darles la felicidad con esa pequeña
contribución monetaria, pero, por lo menos, ayudaría a satisfacer necesidades
financieras más inmediatas.
Otros,
le explicaron detallada y apasionadamente que el hombre es malo desde sus
entrañas, que Dios no existe y que la felicidad es sólo una ilusión. Antes de
dejarse tentar por la idea del suicidio, agradeció y salió tratando de disimular
su prisa.
Y así
fue que vagó de lugar en lugar, siempre preguntando y preguntando, dejándose
llevar por el menor dato que le llegaba a sus manos. Hasta que se sintió agotado
y decidió no viajar más. Había pasado la mitad de su vida viajando, preguntando
y había dilapidado sus recursos materiales buscando la felicidad; y no aparecía.
Pero -
sé preguntó (siempre lo hacía)- ¿ahora que no tengo que viajar más, no tengo que
hacer maletas y planear recorridos en mapas, que voy a hacer con mi tiempo? ¡Me
va a sobrar! Y encima, infeliz como soy.
Para
matar el tiempo, como dicen algunos (estúpidos, porque el que mata es él a
nosotros), comenzó a observar su lugar, su propio lugar. Un día se le acercó un
chico, le pidió una moneda y se la dio. Sintió una sensación reconfortante
dentro de él. Le llamó la atención ese niño, con ropas prácticamente
deshilachadas por el tiempo y el uso.
Se
preguntó (tenía obsesión por las preguntas) como viviría ese pibe, quienes
serían sus padres, tendría más hermanos. De este modo se enteró que había más
chicos como ese, pobres, muy pobres, viviendo en lugares desheredados de toda
comodidad y marginados de este maravilloso mundo del ciberespacio, parecido a
Disneyworld (por lo mágico y también por lo artificial).
También
(preguntando, por supuesto), se enteró de que había gente que estaba en
desacuerdo con este mundo injusto y quería cambiarlo. ¿Cómo?, volvió a
preguntar. "Empezando por uno mismo, le respondieron". ¿Cómo?, pregunta
reiterativa. "Dejando de insultar por todo lo que está mal, porque quita energía
para trabajar por hacer las cosas bien. Vaya,”ame a alguien y haga algo por esa
persona", le dijeron.
Se fue,
un poco turbado y preguntándose (¡y dale!) Como haría para amar a alguien, si él
siempre estuvo muy ocupado buscando la felicidad. ¡Esa era la clave! Había
estado durante mucho tiempo buscando el objetivo, pero se había ¡olvidado del
proceso! ¡Tanto tiempo desperdiciado! ¿Y ahora?.
Intentó,
volvió a intentar y un buen (gran) día amó a alguien. Y ese alguien lo amó a él.
Y se dio cuenta de que amar era sólo cuestión de amar (se entiende, ¿no?).
Tuvieron
hijos, les dieron amor y desde su casa generaban amor para dar y dar.
Cuando,
ya viejo, le preguntaron (esta vez no preguntó, le preguntaron), si había
alcanzado la felicidad, miró al preguntador, le sonrió y poniendo su mano en el
hombro del joven, le dijo: "La felicidad siempre nos acompaña, está al lado
nuestro. Lo que pasa es que somos un poco cortos de vista. No es necesario
buscarla, si realmente la querés, si la deseas con todo tu ser, y té esforzás
para que venga a vos, ella te encuentra solita. Anda, ama a alguien y hacé algo
por esa persona".
El joven
se fue contento (¿feliz?) de haber conversado con ese viejito que trasuntaba
felicidad.
Él
pertenecía a una nueva generación. Toda una vida por delante.
Y no
tendrían, seguramente, que viajar ni preguntar tanto.
Hugo
Pablo Mauri – Argentino
VARIACIÓN
DE RECUERDOS
En
la mesita de noche le esperaba la misma nota de agradecimiento que enturbiaba
sus noches desde varios meses atrás. Meditó el punto: vivir por otra persona,
para otra persona, las preocupaciones de otro, por una madre y un recuerdo. Le
pareció absurdo, y casi sonrió amargamente, de no ser porque conocía demasiado
bien su íntima flaqueza, su bronca y áspera conciencia de mármol.
La
muerte debería haberme llevado a mí, pensó reflejándose en la goleta Belvedere
en dos dimensiones de cartón y aceites. Pero si la muerte había sido la
salvación de ella, igualmente lo era para él. No preguntarse acerca de esa
urdimbre de sensaciones encontradas hubiera sido lo más sensato, pero cuando
llegó aquel telegrama de agradecimiento seguía en el fondo de todos los
pensamientos uno solo, uno que se bastaba para quemarle por dentro como un
ácido.
Con la
cabeza embotada, sudor en la nuca, sudor frío en la frente, volvió a tomar las
palabras y a recolocarlas, volvió inútilmente a intentar dar otros significados.
Una leve variación de palabras y su imagen en el espejo del cuarto de baño sería
otra, volvería a su pureza original. Podía jugar a ser mil, pero a la hora de la
verdad era sólo uno, uno que en verdad no servía, no llenaba, constituía un ente
vacilante, un paso en falso, tal vez por un residuo de bondad o quién sabe si
inocencia.
Cuando
volvió al embarcadero un año después pensó que su espiritu se habría borrado,
que la muchacha -pobre, tan joven- ya no sería una memoria, apenas un vago
recuerdo; ni eso.
Pero
pronto se dio cuenta de que no, y de que seguía viva, aún más viva que él.
Un
anciano -ignorando con quién hablaba- le contó la historia. Le contó, mientras
su mirada volaba sobre sus recuerdos y la superficie de oro del lago, cómo la
muchacha había quedado atrapada en el fondo del lago por el tobillo, en un
estúpido juego de críos, y un conocido se había sumergido tras ella, y que su
búsqueda había sido de tal vehemencia que el mismo hombre había acabado en el
hospital.
Y esa
voz aparecía como su propia conciencia, su mirada preocupada, volver al lugar,
volver a ese lugar maldito. Asintió a todo lo que el anciano decía, pero al
final no le oía.
Sólo oía
los gritos de los que estaban allí aquella tarde de junio. Es curioso... Y sobre
todo, es difícil entender cómo puede pasar algo tan horrible en un día tan
hermoso.
Luz
verde. El anciano se aleja y él vuelve a sentir el agua en sus pulmones, las
lágrimas, los gritos, el agua; pudo verla allí, en el fondo, antes de quedar
inconsciente.
Se
acercó a la orilla, bajo los robles. Sentado en una enorme piedra gris se quitó
los zapatos y los calcetines. Los pantalones y la camisa. A veces pensaba en que
haría esto, que comprobaría que aquel agua no se había transformado en un
infierno de luz y mercurio. El agua estaba fría, su alma ardía. Porque la culpa
seguía escrita en aquel telegrama, una culpa que sólo él podía leer. Cuando se
sumergió fue como morir, o nacer. El agua se extremaba en su piel y volvía una y
otra vez.
Recordó,
siendo ya la corriente misma en la que estaba atrapado, cómo había preparado una
broma para Lucía, aquella muchacha de la que apenas sabía el nombre de pila.
Recordó cómo la incitaba a probar su capacidad. Maldito cabrón, maldito, ¿Qué
has hecho? Desearía vomitar todo eso, desearía no volver a respirar, no volver a
ver esa luz que no llega a tanta profundidad. Lo desearía, como desearía no ver
en su mente su mano empujando entre sonrisas de burbujas el rostro aterrorizado
de la chica.
Llega al
fondo del lago, de su propia miseria, y no da marcha atrás.
Iago
Rodríguez Dopico - España
¿QUÉ
BELLO ES VIVIR?
Observaba sin pasión el escaso, casi nulo, tráfico bajo sus pies. Nadie pasaría
a esas horas.
Nadie.
Faltaban unos minutos para el Año Nuevo y las calles se aparecían vacías, con
todo el mundo esperando delante de un plato con doce uvas, entre vasos vacíos y
botellas, con familiares, amigos o amantes. Por eso nadie pasaba y por eso nadie
la podía ver allí, agarrada a la barandilla, mirando hacia el asfalto y a un
solo paso del último salto. No estaba tensa, no estaba nerviosa. Sólo esperaba a
que llegaran las doce, por una especie de cuestión estética, para que la
historia fuera redonda, circular y perfecta. Esa misma perspectiva estética era
la que la hacía sentirse un poco descontenta con la fecha que había elegido. El
frío polar la estaba congelando y detestaba pensar que tal vez se le
entumecerían las manos, porque entonces podría resbalarse y caería al vacío con
cara de sorpresa y sin ninguna compostura. Debería haberse puesto guantes,
pensó. Pero le agradaba la idea de notar expresamente el momento en que sus
manos dejaran al metálico y efímero contacto que sostenía su vida en esos
instantes. Ahora no lo sentiría, porque con el frío no sentía absolutamente
nada. Debería haberse abrigado más, pero ¿para qué? ¿para no resfriarse? No le
hacía mucha gracia la idea de quedar colgada en el vacío porque el abrigo se le
hubiera enganchado con la barandilla. Sería tan ridículo. Empezarían a pasar los
coches, camino cada uno de una fiesta, buscando alcohol para nublar la mente y
pintar la vida con un poco de emoción y se encontrarían con ella colgada del
abrigo sobre la M-30, pataleando absurdamente. Desde luego esa sería una
anécdota que muchos de ellos contarían al llegar donde quiera que les esperaran.
Se
sujetó un poco mejor para poder ver la hora. Las doce menos diez.
- Joder,
aquí no se mueve el tiempo.
- Pues
eso parece - oyó a sus espaldas.
El
sobresalto estuvo a punto de hacerla perder el equilibrio. Intentó girarse para
ver quién hablaba, temiendo que fuera un psicópata o algo parecido, como si eso
tuviera importancia a estas alturas. El caso es que al volverse estuvo a punto
de caer al vacío y sólo la salvó el brazo de un hombre ya mayor, que la
sorprendió con la fuerza de su contacto. Allí estaba con un viejo sujetándola
por la cintura, salvada por un instante de un suicidio prematuro, estúpida
situación donde las haya.
-Perdone
si la molesto, pero ¿qué hace aquí?
Había
algo en su tono de voz y en su aspecto que le recordaba a alguien.
Era
mayor, pero no viejo, como los ángeles de las películas de los años cincuenta,
que aparecían en el momento oportuno para decirle al protagonista que debe
rehacer su vida y ser buena gente por siempre jamás. ¡Eso es! Se parecía al
ángel de "¡Qué bello es vivir!". ¡Lo que faltaba!
- ¿¡ Y a
usted qué coño le importa!? Por si no es suficientemente obvio le diré que no me
apetece charlar. Y si me suelta un segundo continuaré con lo que estaba
haciendo, es decir, esperar a las doce para hacer un viaje de diez metros hasta
el suelo. Gracias por su interés y buenas noches -dijo indignada volviéndole la
espalda, al menos lo que la permitía su forzada postura.
Si al
buen samaritano le sorprendió el rapapolvo, lo disimuló admirablemente, porque
ni siquiera se tomó la molestia de parpadear o tragar saliva. En todo caso
tampoco la soltó.
Incómoda
por la especie de acoso sexual que parecía estar sufriendo en un momento que se
suponía debía ser tan íntimo, estaba a punto de hacérselo notar al caballero
cuando notó que había algo raro. No se había dado cuenta antes, pero había un
gran tumulto allá abajo. Un coche se había empotrado contra la valla y estaba
arrugado como un acordeón, otro le había embestido y toda la calzada se veía
absolutamente colapsada. Quién sabe cómo, acababa de tener lugar un accidente
múltiple y ella, en primer fila, ni siquiera había oído nada. Sin embargo, el
estruendo era terrible y el caos absoluto.
"Está
claro, me he vuelto loca"
Un
segundo después, agradeció que el desconocido aún la mantuviera sujeta por la
cintura, porque vio algo que no había visto antes. Unos metros por delante del
coche había un cuerpo tendido en una grotesca postura. Una cabeza de pelo largo,
una chaqueta fina, impensable para esta época del año, unos pantalones negros
iluminados por el único faro útil del coche accidentado. Un charco oscuro se
extendía bajo el cuerpo, una mancha que parecía tener la consistencia pegajosa y
densa del petróleo, pero que no lo era. Le subió a la boca el amargo regusto del
miedo y sintió ganas de gritar. El sudor la empapó en un segundo, a pesar de lo
ligero de su ropa.
Nunca
pensó que en un momento tan trascendental le fueran a fallar los nervios hasta
el punto de tener visiones, viejos que aparecen de la nada, aparatosos
accidentes que suceden en silencio... De repente todo el ruido del mundo estalló
en su cabeza... Las sirenas de las ambulancias, las bocinas de los coches, las
voces de la gente asomada a las ventanillas, los gritos de algún alguien... Los
destellos de luz daban a la escena un aire aún más macabro, sobre todo cuando le
volvieron la cara para el cuerpo tendido en la calle y...
Ahora sí
gritó. Y su grito perforó la noche como un estilete clavado en mantequilla.
- ¿Qué
ocurre? ¡Dios mío! ¡¡Dios mío!! Estoy loca ¿¡Estoy loca!?
Presa de
un ataque de histeria apenas notó como el desconocido la alzaba sin esfuerzo y
la depositaba en el lado seguro de la barandilla, si es que alguno lo era ya, o
si es que acaso importaba todavía. La abrazó fuerte, mientras su cuerpo apenas
la respondía, presa de violentas sacudidas.
-
Schssst... -intentó tranquilizarla.- No pasa nada...
Ella
alzó los ojos, mirándole sin verle en un estado alucinatorio.
- ¿Nada?
¡Estoy ahí abajo! ¡Y aquí arriba! O estoy loca... o estoy loca o no me diga que
no pasa nada, porque algo tiene que estar pasando.
La
explicación llegó lentamente a su cerebro. No sabía muy bien si el viejo era el
que se lo explicaba o si era una voz en su cabeza, no entendía nada, pero tenía
la certeza de que sabía lo que había sucedido. Era absurdo, era ilógico y era
imposible, sin embargo era cierto. Se había resbalado en realidad. Se había
resbalado y había caído al vacío sobre un coche que, en contra de todas las
normas sociales, se dirigía a alguna parte sin mostrar ningún respeto por las
doce campanadas. Se había caído y había provocado un accidente mortal. Un grupo
de coches había pasado en ese preciso momento y ella había caído sobre uno de
ellos, los demás colisionaron unos con otros colapsando toda la calzada en un
instante. Con el impacto su cuerpo había salido despedido varios metros y ahí
estaba en esos momentos, tapado con una tela metálica, entrando en una
ambulancia. Un policía levantó ligeramente la tela y sacudió ligeramente la
cabeza con expresión apenada.
-
Schssst. Sí, estás ahí abajo, pero no te preocupes...
- Yo
no... no... no quería... -dijo entre lágrimas e hipos - Yo no quería que nadie
saliera herido... yo no quería que pasara nada de esto... Seguro que le he
estropeado la noche a un montón de gente -añadió. Tal vez el hecho de que un
puñado de personas llegara tarde y con un ligero mal cuerpo a alguna fiesta no
debía de haberle importado en ese momento, pero su cerebro estaba demasiado
saturado para valorar una situación para la que no podía estar preparado.
- Por
eso estoy aquí y por eso vamos a arreglarlo. ¿Quieres?
- Por
favor, por favor... - suplicó escondiendo el rostro en las solapas de su abrigo,
como si así pudiera escapar de aquel macabro espectáculo.
De
repente el silencio. Estaba agarrada a la barandilla de un puente sobre la M-30.
No pasaban coches, no pasaba nadie, no pasaba nada. Miró el reloj. Las doce
menos diez. Con mucho cuidado pasó una pierna por encima de la barandilla para
ponerse en el lado seguro.
Ahí,
esperándola, estaba el viejo.
- Bien
hecho - dijo.
- ¿Y
ahora?
- Ahora
iremos a mi hotel, te darás un baño y te tomarás algo caliente.
- ¿Y
luego? ¿Tendré que contarte mis problemas? ¿Me echarás un sermón? ¿Aparecerá
Dios y me acogerá en su seno?
- Lo
dudo.
-
¿Entonces?
-
Entonces, tu abrirás las piernas y yo abriré la cartera y así pasaremos la noche
de fin de año. Si no te gusta el plan, siempre puedes volver aquí y probar a
tirarte otra vez.
Sinceramente
sorprendida sólo fue capaz de responder:
- Pensé
que eras un ángel, como el de "¡Qué bello es vivir!"
- Pues
no pienses, querida.
Se
encogió de hombros, resignada ya a aceptar la fatalidad de un destino que
aquella noche, aquella supuesta última noche, se había empeñado a poner patas
arriba todas las leyes de la lógica.
Segundos
después, la carretera se llenaba otra vez de coches. Otra vez el ruido, las
bocinas, las sirenas y el destello intermitente de las luces de las ambulancias.
Inma
García - España
ME
ENCANTA DIOS
Me
encanta Dios. Es un viejo magnífico que no se toma en serio. A él le gusta jugar
y juega, y a veces se le pasa la mano y nos rompe una pierna o nos aplasta
definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón y bastante torpe de
manos.
Nos ha
enviado algunos tipos excepcionales como Buda, o Cristo, o Mahoma, o mi tía
Chofi, para que nos digan que nos portemos bien. Pero esto a él no le preocupa
mucho: nos conoce. Sabe que el pez grande se traga al chico, que la lagartija
grande se traga a la pequeña, que el hombre se traga al hombre. Y por eso
inventó la muerte: para que la vida -no tú ni yo-, la vida, sea para siempre.
Ahora
los científicos salen con su teoría del Big Bang... Pero ¿qué importa si el
universo se expande interminablemente o se contrae? Esto es asunto sólo para
agencias de viajes.
A mí me
encanta Dios. Ha puesto orden en las galaxias y distribuye bien el tránsito en
el camino de las hormigas. Y es tan juguetón y travieso, que el otro día
descubrí que ha hecho -frente al ataque de los antibióticos- ¡bacterias
mutantes!
Viejo
sabio o niño explorador, cuando deja de jugar con sus soldaditos de plomo de
carne y hueso, hace campos de flores o pinta el cielo de manera increíble.
Mueve
una mano y hace el mar, y mueve otra y hace el bosque. Y cuando pasa por encima
de nosotros, quedan las nubes, pedazos de su aliento.
Dicen
que a veces se enfurece y hace terremotos y manda tormentas, caudales de fuego,
vientos desatados, aguas alevosas, castigos y desastres. Pero esto es mentira.
Es la tierra que cambia -se agita y crece- cuando Dios se aleja.
Dios
siempre está de buen humor. Por eso es el preferido de mis padres, el escogido
de mis hijos, el más cercano de mis hermanos, la mujer más amada, el perrito y
la pulga, la piedra más antigua, el pétalo más tierno, el aroma más dulce, la
noche insondable, el borboteo de la luz, el manantial que soy.
A mí me
gusta, a mí me encanta Dios. Que Dios bendiga a Dios.
Jaime
Sabines - México
DÍA DE
ACCIÓN DE GRACIAS
La
palabra "Thanksgiving", el Día de Acción de Gracias, evoca para muchos
norteamericanos buenos recuerdos de reuniones con familiares y amigos,
vacaciones de cuatro días, el comienzo de las preparaciones para la Navidad, y
el inicio de invierno con la nieve y el frío.
Thanksgiving
es un día en que se da gracias a Dios por las numerosas bendiciones de la vida.
Se puede decir gracias este día en un servicio religioso o en el silencio de su
propio corazón. Se puede también mostrar su gratitud, ayudando a la gente de
escasos recursos, dando donaciones de comida, ropa, y canastas con pavos que las
iglesias y organizaciones distribuyen, o se puede ayudar a servir la comida
típica de la fiesta a personas desamparadas o sin familia.
En los
Estados Unidos, Thanksgiving, el último jueves del mes, es el día en que la
gente viaja más que en otro día festivo del todo el año. Algunos hacen sus
reservaciones en avión con un año de anticipación. Las carreteras se llenan de
carros, muchos de ellos dirigiéndose al aeropuerto. Todo esto es para reunirse
con miembros de la familia, que en muchos casos viven en estados diferentes. Se
celebra Thanksgiving en varias formas. Hay, por ejemplo, la campaña de la
organización de Oxfam América en que la gente pasa todo un día antes de
Thanksgiving en ayuno, enviando el dinero ahorrado por no comer para aliviar el
hambre en el mundo.
Además
hay grupos de indígenas norteamericanos que se visten de duelo el día de
Thanksgiving, para demostrar que la historia de esta fiesta está relacionada con
la llegada de los colonos blancos, quienes desplazaron a los indígenas, hasta
exterminarlos casi a todos.
Hay
otras personas que pasan toda la tarde enfrente de la televisión, mirando
equipos de fútbol profesional o universitario, mientras las mujeres se reúnen en
la cocina, preguntando porque se casaron con hombres que les gusta el fútbol.
Como
Thanksgiving cae el último jueves de noviembre, mucha gente sigue celebrando el
viernes, sábado y domingo, comiendo el pavo en varias formas durante todos estos
días. Hay desfiles de Santa Clauss durante este fin de semana que inician las
festividades de Navidad y la temporada comercial más importante del año. El
viernes después de Thanksgiving, las tiendas tienen una mayor cantidad de
ofertas y se dice que la gente compra más en este día que en cualquier otro día
del año.
Al
buscar las raíces de la fiesta, encontramos una mezcla de historia y leyenda.
Históricamente hubo un grupo de ingleses, llamado los puritanos, que por
diferencias religiosas, se separaron de la iglesia oficial protestante de
Inglaterra.
Huyeron
a Holanda donde consiguieron un barco, que llamaron el Mayflower (flor de mayo)
para viajar a la Nueva Tierra de América, donde ya existía una colonia de
ingleses en Jamestown, Virginia.
Así en
1620 embarcaron en el "Mayflower" por un mar que fue tan peligroso que muchos de
ellos murieron antes de llegar a un lugar que designaron como la colonia de
Plymouth (que ahora es parte de Massachussets). La mitad de ellos murieron
después en un invierno muy severo. Se dice que los indígenas les ayudaron a
sobrevivir el invierno y en la primavera les enseñaron a cultivar plantas
nativas de la región. Tuvieron una cosecha abundante y según la leyenda los
indígenas y los puritanos juntos celebraron esta abundancia con una fiesta, a la
cual los indígenas trajeron pavos y carne de venado.
En 1789
George Washington, el primer presidente de la nueva nación, declaró el 26 de
noviembre como un día de agradecimiento a Dios. Esta costumbre continuó año tras
año, con varios cambios de fecha, hasta que en 1941, el Congreso de los Estados
Unidos fijó el último jueves de noviembre como el Thanksgiving Day oficial. Se
celebra este día en las escuelas, según la leyenda, presentando dramas con
puritanos con sus vestidos de aquella época, el barco Mayflower, y los indígenas
y puritanos cenando juntos.
En
Thanksgiving, se come platos nativos y tradicionales: "sweet potatoes," una
especie de camote, papas, calabazas, pan de maiz, "cranberry sauce" (salsa de
una fruta roja y agria). Como postre, el pastel de calabaza (pumpkin pie) con
nata y lo más importante, pavo relleno (stuffed turkey) con su jugo (gravy).
Lo que
es interesante es que cada nuevo grupo de inmigrantes añade su comida y sus
tradiciones a la fiesta, enriqueciendo la tradición. Lo que nos une, más que la
comida y la historia, es que todos somos bendecidos por nuestro Creador. Vivir
con gratitud cada día de la vida es la mejor forma de vivir.
Jane
Thiefels
TE VEO
MAÑANA
Del Libro "Otra taza de chocolate caliente
para el Alma”
Gracias a mi madre y su sabiduría no le temo a la muerte. Ella fue mi mejor
amiga y mi mejor maestra. Cada vez que estábamos juntas, ya sea al despedirnos a
la noche o antes de emprender un viaje, decía: "Te veo mañana". Era una promesa
que siempre cumplió.
Mi
abuelo era sacerdote y, en aquellos días, a comienzos de siglo, cada vez que un
miembro de la congregación moría, el cuerpo permanecía en la sala de recibo del
ministro.
Para una
niña de ocho años, esta experiencia puede resultar muy aterradora.
Un día,
el abuelo vino a buscar a mi mamá, la llevó a su sala y le pidió que tocara la
pared.
-¿Cómo
la sientes, Bobbie? -preguntó.
-Bueno,
esta dura y fría -respondió ella.
Entonces
la llevó hasta el ataúd y le dijo: -Bobbie, voy a pedirte que hagas la cosa más
difícil que se puede pedir.
Pero si
la haces, nunca volverás a tenerle miedo a la muerte. Quiero que pongas tu mano
en la cara del señor Smith.
Como
ella lo quería mucho y confiaba en él, pudo cumplir con su pedido.
-¿Y?
-quiso saber el abuelo.
-Papá
-dijo ella-, se siente como la pared -Así es -dijo él-. Esta es su vieja casa;
nuestro amigo, el señor Smith, acaba de mudarse y no hay ningún motivo para
tenerle miedo a una casa vieja.
La
lección echó raíces y desarrolló durante el resto de su vida. No le tenía nada
de miedo a la muerte. Ocho horas antes de abandonarnos, hizo el pedido más
insólito. Mientras estábamos alrededor de su cama conteniendo las lágrimas,
dijo: -No traigan flores a mi tumba porque no estaré ahí. Cuando me libere de
este cuerpo, volaré a Europa. Vuestro padre nunca quiso llevarme. -El cuarto
estalló en una carcajada y no hubo mas lágrimas por el resto de la noche. Al
besarla y desearle buenas noches, ella sonreía y decía: "Te veo mañana".
Pero al
día siguiente, a las 6:15 de la mañana, el médico me llamó para decirme que
había emprendido su vuelo a Europa.
A los
dos días, estábamos en el departamento de mis padres revisando las cosas de
mamá, cuando encontramos una pila de escritos suyos. Al abrir el paquete, cayó
al piso un papel.
Era la
siguiente poesía. No sé si la escribió ella o si había guardado con mucho cariño
la obra de otro. Lo único que se es que fue el único papel que se cayo, y decía:
EL
LEGADO
Cuando
muera, da lo que queda de mí a los niños.
Si
necesitas llorar, llora por los hermanos que caminan a tu lado.
Rodea a
alguien con tus brazos y dale lo que necesites darme a mí.
Quiero
dejarte algo, algo mejor que palabras o sonidos.
Búscame
entre la gente que conocí y amé. Y si no puedes vivir sin mí, déjame entonces
vivir en tus ojos, tu mente y tus actos de bondad.
Como
mejor puedes amarme es dejando que las manos se toquen y dejando libres a los
niños que necesitan ser libres.
No muere
el amor, las personas sí.
Por eso,
todo lo que queda de mí es amor...
Bríndame...
Papá y
yo nos miramos y sonreímos al sentir su presencia. Y una vez más fue mañana.
John
Wayne Schlatter
ARTEMIO Y LAS ACEITUNAS
Gracias Kyoko, por tus valiosos comentarios
Viajaban las nubes pesadas de agua, cubriendo el cielo de presentimientos. Desde
la ventana del tren, se vislumbraban sus formas a lo alto y desde el pasillo se
adivinaban, por la falta de luz exterior. Artemio, con dolores en la parte baja
de su espalda de tanto estar sentado, decidió caminar. Un fuerte impulso lo
llevó a hacerlo en contra de la dirección del tren. El río, también visible
desde las ventanas, que ahora iban pasando una a una frente a Artemio, seguía su
paso habitual hacia el mar, justo en dirección opuesta al avance de las nubes.
Todo fluía hacia alguna parte, nada estaba quieto. La manga de una chaqueta
colgando oscilaba como péndulo marcando el tiempo. Artemio y sus pasos hacia el
norte. El tren y su marcha hacia el
sur. El río fluyendo hacia el este. Las
nubes veloces al oeste. Un leve, casi
imperceptible mareo giró en la conciencia de Artemio, que por un segundo perdió
noción del mundo y su presencia.
El tren
se detuvo. No se suponía que parara todavía, faltaba una media hora para la
próxima estación, según Artemio. Curioso, miró por la ventana, y vio una
estación que jamás había visto. El piso
estaba hecho de cerámica, en colores anaranjados, rojo pálido, amarillos con
tinte naranja. Los bancos de azulejos crema, semi-transparentes, con
incrustaciones de conchas marinas. La cabina telefónica no era como ninguna que
él recordase. Nadie bajaba, nadie subía,
ningún pasajero parecía esperar. Una sensación de vacío total, quietud. Sólo el tren, la estación, y él. Sin saber
por qué, se bajó. Caminó unos pasos, sin rumbo aparente. El tren desapareció de su vista, pero sabía
que estaba allí, detenido, esperándolo.
Sabía
que bastaba deshacer sus pasos para llegar a él, para llegar a su rutina, a su
casa vacía, a sus revistas de moda, donde miraba mujeres esbeltas, a su
telenovela llorona y repetida, a su frasco de aceitunas con pedacitos de
pimentón rojo, a su colección de cactus enanos que regaba una vez a la semana,
con gotario. Dio un paso más, y se detuvo, sin saber si regresar. Mantenía la
vista baja, pero el oído agudo, a la espera de cualquier señal de partida.
Levantó la vista.
Se
encontró con una cara. Un rostro delicado, de labios rosal silvestre, cejas
acentuadas, orejas pequeñas, tenue perfume de alelíes, profusas y finas
pestañas. El rostro esbozó una sonrisa. No fue una sonrisa insulsa, ni irónica,
ni atrevida. Grata, apenas interrogante, espontánea.
Artemio
sonrió levemente, pero frenó su gesto impulsivo. Se preguntó quién podría ser,
de dónde había salido, qué buscaba. Pensó, aunque sólo por un momento,
saludarla, preguntarle cuál era el nombre de la estación, por qué el tren no se
había detenido allí nunca antes, por qué no había más personas esperando (quién
era, cómo se llamaba, qué perfume usaba, tan sutilmente fragante, cómo era que
sus labios podían tener ese color tan natural y tan tentador). Un quejido de
metales quebró el encanto, recordándole el paso del espacio en el tiempo. Miró
aquel rostro por última vez, con aparente atención, sin realmente verlo.
Dio la
media vuelta y casi corriendo llegó a la escalinata, mientras la imagen última y
fugaz de un rostro que todavía sonreía cruzó su subconsciente como una flecha,
perdiéndose en algún rincón de sus noches.
Corría
el tren hacia su destino, cruzando los últimos desvíos del camino, con su carga
interna de circunstancias humanas. Su mente en blanco, pasajera, recuperó la
rutina de las sonrisas que no se muestran, en los ojos de un Artemio contento de
haberse subido a tiempo para no perder el comienzo de su telenovela, esos golpes
musicales de alerta que hacían prever dramáticos sucesos, esas caras simulando
graves pasiones, las aceitunas verde añejo con sus botones rojos, que algún día
la memoria.
Jorge
Braña
LA
LLAMADA
Finalmente
Justiniano encontró un par de tardes libres. Normalmente se quedaba trabajando
en casa un día cada semana, pero ahora decidió hacerlo dos días seguidos,
aprovechando que no tenía ninguna reunión. Para combatir sus tendencias a seguir
trabajando al anochecer, y a menudo hasta avanzadas horas de la noche, tomó la
determinación de detenerse puntualmente a las seis todos los días, salvo
verdaderas emergencias, que no hubo. A esa hora preparó la cena (cocinó una vez
en cantidad suficiente para los dos almuerzos y las dos cenas, para ganar
tiempo), cenó, eligió tres discos compactos (Bach, Armstrong, Washington Jr.),
un long play (Ruby Braff) y se embarcó en la deliciosa tarea de escribir un
cuento y un par de poemas.
Tendido
boca abajo en la alfombra examinó su cuento apenas empezado y se largó en su
computadora portátil. Estuvo horas en esa posición, leyendo y escribiendo, a
veces, riéndose solo, pensando, interrumpido solamente por sus deseos de cambiar
o repetir la música de vez en cuando, u ocasionalmente ir al baño. Como a las
dos de la mañana se dio cuenta de que era tarde y mejor se acostaba, sino iba a
amanecer cansado el segundo día. Se estableció una lucha interna entre escribir
el último segmento del cuento ahora que estaba lanzado y la forma final le
susurraba adentro, o acostarse a dormir. Siguió, mas el cansancio le nubló las
ideas. Decidió descansar.
Pero
apenas apagó la luz comenzó a sonar el teléfono. Levantó el auricular con
curiosidad y desasosiego, quien diablos podría estar llamando a esa hora, le
habría pasado algo a su hermana, o quizás una de sus hijas en Europa se había
confundido nuevamente con el cambio de hora y lo llamaba en medio de la noche.
Escuchó un tono largo, silencio, el mismo tono, silencio. “Un fax”,
exclamó. Salió rápidamente de su cama y
caminó al cuarto chico que él llamaba “escritorio”, a apretar el botón verde que
engancha manualmente el aparato de fax.
Enganchó. Esperó un par de minutos, pero no salió nada. Sonó el pito de error. Terminó la conexión. Esperó otro poco, por si intentaban de
nuevo. Nada. Volvió a la cama.
Apagó la
luz, y no había ni alcanzado a voltearse cuando ésta se encendió. Se sentó. “Qué
quiere decirme ahora”, pensó. Sonó el
teléfono nuevamente. Tono, silencio, tono. Esta vez corrió al aparato del fax.
Esperó y esperó, hasta que el pito de error comenzó nuevamente su desagradable
sonido de alarma. “La próxima vez lo dejo que enganche sólo, es más lento, pero
ya me cabreó”, se dijo. Antes de llegar a la pieza ya estaba sonando el teléfono
otra vez. Sentado en la cama esperó que el aparato de fax enganchara
automáticamente. Lo hizo, pero con el mismo resultado anterior.
Molesto,
decidió salir a caminar. Miró la hora, las dos y media. Sonrió, la idea de salir
a caminar a esa hora le hacía gracia.
Afuera hacía frío, mas no tanto. El barrio a oscuras, salvo por la luz de
un farol. Silencio. Los árboles, la mayoría ya sin hojas, daban la impresión de
fantasmas esqueléticos. Echaba de menos el canto nocturno de los grillos, que
este año se había extendido hasta bien avanzado el otoño. No soplaba ni una
brisa. Calma. Al dar vuelta la esquina se encontró, para su sorpresa, con una
luna tan grande y tan hermosa que casi se cae de espaldas. En un pequeño claro
entre las nubes, que tenían el cielo enteramente tapado, estaba magníficamente
instalada esta luna señorial, llena hasta la mitad, en el lado izquierdo,
mientras que el derecho completaba una perfecta esfera en forma
semi-transparente. No recordó haberla visto nunca así, con un lado sólido y el
otro en transparencia. La admiró unos minutos, absorto. Recordó que Clara le
había pedido que mirara el cielo, que ella estaría allí iluminándolo, en forma
de estrella. Pero no era la primera vez que sucedía, que Clara se
equivocaba. A veces sí, se le aparecía
en forma de estrella. Pero a menudo se le dejaba caer en la luna. Como aquel
día, pensó, volviendo del trabajo, cuando el cielo estaba incluso más nublado
que ahora, y al bajar el declive en el camino a su casa se le apareció de súbito
la luna, también majestuosa, llena y grande, enorme, en tonos amarillo-naranja.
En esa oportunidad lo primero que había hecho al llegar a casa fue prender su
computadora y verificar si tenía mensajes, y como había presentido, había uno de
Clara, largo, cautivante, donde le contaba que casi había llorado con sus flores
y le regalaba más de sus versos hermosos y cada vez más personales. Justiniano,
habituado a la vida en el norte, sentía como pedacitos de su país natal le iban
volviendo a través de Clara. Se acordó de algunos versos (tu rostro velado me
recorre / de mar a cordillera / y me pierdo en el vértigo / del precipicio).
Mar, cordillera, precipicio. Otras veces eran los nombres de las flores, los
tipos de pájaros. Elementos de su tierra natal (aunque precipicio…). Se le
ocurrió que al iniciarse su comunicación con Clara, hacía más de veinticuatro
años que había dejado definitivamente su país. Veinticuatro, número con una
cierta magia matemática. Tanta vida de por medio.
De
pronto, una luz interior se encendió. Desde que Clara estuvo unos días enferma,
Leona de la Villa se las había ingeniado para integrar el aparato de fax de su
amiga al sistema de comunicación vía Internet. Cuando Justiniano escribía,
llegaba el mensaje al computador de Leona, quien se lo enviaba a Clara
convertido en fax.
Cuando
Clara escribía el proceso era al revés, lo enviaba desde su aparato de fax al
computador de Leona, desde donde el mensaje seguía en forma electrónica su viaje
hacia el computador de Justiniano. La lámpara de su velador, el teléfono, el
tono de fax, la luna majestuosa, no podía significar otra cosa. “Pero que
imbécil soy” se dijo, y volvió a su casa con paso apresurado.
Efectivamente,
un mensaje de Clara esperaba en su correo electrónico. Lo imprimió para
llevárselo a su cuarto y leerlo tendido en su cama, el postre antes de dormirse.
Camino a su cuarto pasó frente al cuarto chico, donde se encontraba su aparato
de fax. Con sorpresa se dio cuenta de que también había llegado una página. La
examinó. No tenía ni destinatario, ni remitente, ni saludo, ni número de
teléfono, ni fecha, ninguna seña de transmisión. Sólo un párrafo largo, empezado
a mitad de oración, seguido de otro corto. Los leyó, y si no hubiese tenido una
mano sobre el respaldo de una silla, allí mismo se cae. Era el final de su
cuento.
Jorge
Braña
LA
VISITA
Clara escuchaba con atención a su amiga. Nunca se había tragado lo de las
adivinas que veían la suerte en el tarot o las palmas de las manos, pero las
anécdotas que acababa de escuchar por parte de sus amigas tenían un cierto
aspecto fascinante. Aparentemente, la señora a quien se referían tenía el don
especial de captar la sicología de su cliente, llegando en poco tiempo al centro
del problema y los temores que secretamente guardaba. La adivina en cuestión, la
bruja Helena, era una de las más discretas y con más aciertos en todo Santiago.
Se rumoreaba que hasta la esposa del presidente la visitaba. Leona le echaba
unas miradas a Clara, tratando de percibir si ésta se interesaba. Por fin lo
decidió.
“Vamos
donde la bruja” le dijo, “a ver si me aclara de una vez por todas el rol de
Justiniano en mi vida, aunque lo más probable es que diga puras leseras”.
A pesar
de su escepticismo, la idea de ir a ver una adivina era tentadora. Desde que su
correspondencia con Del Monte había tomado rumbos íntimos, primero casi como un
juego, más adelante con un paulatino desarrollo de sentimientos, poco a poco se
iba sumiendo en mundos paralelos. Ahora, el juego amenazaba con cobrar
dimensiones desbordantes, confundiéndose sueño con realidad, al punto que a
veces, mientras besaba a cualquiera de sus dos novios, se imaginaba que los
labios eran los de Justiniano, hasta llegaba a desear que fuera él quien la
tomara en sus brazos, le acariciara las mejillas, la acurrucase con palabras
dulces, la hiciera dormirse en su pecho. ¿Cómo reconciliar esta sensación
aterradora y fascinante de una relación establecida a través de una
correspondencia electrónica, absurda y a su vez mágica, con su realidad
cotidiana de mujer joven en busca de caminos concretos, a miles de millas de
distancia del chiflado que la hacía soñar?
¿Sería la adivina capaz de penetrar más allá de las apariencias, a su
mundo interno y secreto, donde la fantasía solía transportarla hacia otros
mundos, dimensiones oblongas donde volaba por encima de las vicisitudes diarias
hacia galaxias distantes, en tiempos imaginarios que sin embargo la visitaban en
ráfagas de sensaciones durante el día y la noche? No era la primera vez que la
fantasía y la realidad se le mezclaban de esa forma.
Quizás
doña Helena le diera algunas pistas concretas que la ayudaran a equilibrar sus
dos mundos. Lo dudaba. A veces las adivinas eran muy precisas en sus consejos y
acotaciones, pero generalmente eran vagas, ambiguas, dejando que sus oyentes
interpretaran las palabras de la manera que más les convenía. De todos modos,
no, perdía nada con tratar. Se conformaba con algunas señas. Sólo unas
señas.
Clara
volvió a su casa al anochecer. A menudo cenaba afuera, con alguna de sus amigas,
pero ahora se sentía cansada por un sol que no le daba tregua y necesitaba
tiempo sola para revisar su proyecto y para contestarle a Justiniano. Al día
siguiente estaba invitada a cenar donde César, uno de sus novios, y al
subsiguiente se juntaría con Leona a tomarse un té con pastelillos a la hora de
onces, para partir, a eso de las siete, donde la bruja Helena, que las había
citado a las siete y media.
Se sentó
en la terraza a escribir un poema que agregaría en su carta a Del Monte, en un
cuadernillo donde anotaba sus poemas. Su
mente jugaba con elementos de tiempo-espacio y mundos paralelos. Después de unos
minutos de falsos comienzos, las palabras por fin empezaron a fluir. Antes de
acabar sus versos sonó el teléfono, pero como no lo escuchó por un rato, debido
a su concentración en lo que escribía, cuando por fin lo atendió ya habían
cortado. Igual levantó el auricular, dijo “Aló” en forma automática y colgó de
inmediato al oír el tono de marcar. Cruzó la puerta y volvió a la terraza. La
distracción la había hecho perder el hilo del pensamiento y las estrofas finales
no salieron. Miro durante largo rato la página sin que se le ocurriera nada. El
teléfono recomenzó a sonar. Corrió a contestarlo. Llegó justo tarde. En lugar de
volver, decidió hacerse un té. Llenó la tetera de agua y la puso en la hornilla,
al fuego. Fue a la terraza a buscar su cuaderno, pero éste no estaba sobre la
mesa. Tampoco en la silla. Ni en el suelo. “Lo debo haber entrado cuando sonó el
teléfono”, pensó. Lo buscó infructuosamente en la sala. Después en el comedor. En la cocina. Nada.
Volvió a la terraza, pero se detuvo, sorprendida, ante la puerta de salida, que
estaba cerrada. Juraba haberla dejado abierta. La abrió y salió a buscar. Nada.
Entró. La tetera comenzaba a pitear. Antes de dirigirse a la cocina a apagar la
hornilla quiso volver a salir a la terraza, pues esta vez se le había quedado la
taza. La puerta estaba nuevamente cerrada. “Hummm”. La tetera chiflaba a todo
vapor. Dio unos pasos hacia la cocina, pero el teléfono empezó a sonar otra vez.
Se volteó hacia la sala, pero ahora sonó el timbre.
Todo
suena”, exclamó. Chiflaba la tetera, sonaba el teléfono, el timbre
intermitentemente. Tetera, timbre, teléfono. Se sentó en el suelo y cerró los
ojos. Todo siguió sonando. Pasaron unos segundos, tal vez un minuto entero. Por
fin se levantó y abrió la puerta de un tirón, airada. Entró su madre, con un
paquete y una mirada interrogante.
“Pero
Clara, qué té pasa, hace rato que toco el timbre”.
“¿Y tus
llaves? “Se me quedaron en casa. Traté
de entrar por la terraza y estaba cerrada. Te vi a través del vidrio y supe que
estabas aquí, por eso no me fui, porque toqué el timbre por harto rato”.
“Todo
suena al mismo tiempo, la tetera, el teléfono, el timbre, se me perdió mi
cuaderno y mi taza, y la puerta de la terraza se cierra cuando le da la
gana”.
Su madre
dejó el paquete en el sofá y miró a su alrededor, extrañada. Fuera de la
respiración de Clara, no se escuchaba nada. La hornilla de la cocina donde
estaba la tetera estaba apagada. Abrió la puerta de la terraza. “Aire”, dijo.
Clara la miraba. Entró, le dio una larga
mirada a su hija, frunciendo el seño, meneó la cabeza, y se fue hacia el baño.
Clara salió a la terraza, curiosa. Allí estaba, en perfecto orden, su cuaderno y
una taza húmeda, caliente aún, sin otro contenido que una bolsita de té
usada. En su cuaderno, el poema estaba
terminado.
Jorge
Braña
LAS
ALHAJAS DEL RECUERDO
La Revuelta
Años
atrás, en un pequeño país de la península árabe, tan pequeño y aislado que en
otras regiones del mundo generalmente sólo los coleccionistas de estampillas
saben de su existencia, se produjo una pugna interna de poder que afectó para
siempre la vida del lugar.
Esta
tierra, que mejor que país podría caracterizarse como un principado, había sido
por generaciones gobernada por los descendientes de una familia en particular,
la familia El Hamamsy. Dentro de esta familia, habían habido reyes sabios y
generosos, así como otros déspotas y agresivos. Nunca había gobernado una mujer,
siendo el descendiente siempre un varón, el mayor. No se había dado nunca el
caso de que un rey no tuviera hijos varones, como le pasó a Enrique VIII en
Inglaterra. De haber sucedido, igual era poco claro que hubiesen dejado gobernar
a una mujer, porque la cultura definía de manera muy formal los roles del hombre
y la mujer en la sociedad.
A medida
que el siglo XX avanzaba, sin embargo, la presión por redefinir los procesos de
gobierno se iba haciendo cada vez más fuerte, y muchos pensaban que ya no era
época para monarquías. Otros valoraban la tradición por encima de los conceptos
avanzados, y defendían el reinado. La discusión no giraba, como históricamente
lo había hecho en otras partes del mundo y de la historia, en torno a la
economía y los medios de producción, por cuanto el país era pequeño y contaba
con una gran riqueza petrolera, suficiente para mantener a todos mucho más
arriba de la pobreza. Cada ciudadano recibía, por el sólo echo de haber nacido
allí, un pago mensual equivalente al doble del salario mínimo en Estados Unidos.
Los niños también percibían una entrada, aunque menor, lo que permitía a las
familias ahorrar, invertir, y tener casi siempre cuentas y asuntos de negocios
en el extranjero. El país mismo producía muy poco fuera del petróleo, porque no
tenía necesidad, importando prácticamente todo desde el extranjero.
En este
país, o principado, había disputas internas entre las familias poderosas, y
entre los que querían acabar con el reinado de Mohammed El Hamamsy se encontraba
la poderosa familia Khattar (pronunciado "Jatar"), encabezada por el magnate
Atif Khattar, quien, escudado, como hábil político que era, en la necesidad de
modernizar el país, empezando por el sistema de gobierno, apoyaba el descontento
de los grupos más avanzados. Estudiantes, profesionales, y algunos inmigrantes,
pedían el fin de la monarquía. Muchos inmigrantes, sin embargo, temían
inmiscuirse en los asuntos internos del país pues llegaban a aplicarse castigos
atroces a los foráneos que lo hicieran con poco tacto.
Fresca en la memoria de todos estaba el caso
de un adolescente de Oklahoma que había hecho declaraciones a la prensa
extranjera en contra del rey y del sistema judicial, y que más tarde había sido
descubierto pegando panfletos en las escuelas. A pesar de los aparentes reclamos
del Departamento de Estado de Estados Unidos, que ni tan grande habían sido, por
primar la diplomacia sobre la necesidad de proteger al muchacho, acabaron
cortándole el pie derecho y la mano izquierda, y obligándolo a abandonar el
país. Un primo de Atif Khattar había sido uno de los jueces, por lo que la
prensa extranjera, haciendo muestra de gran inocencia, había llegado a creer que
al joven de Oklahoma lo podrían dejar libre, por la rivalidad de Atif con el
gobierno del lugar, sin darse cuenta que Atif en persona le había pedido a su
primo que lo condenara, pues lo menos que deseaba era la intromisión extranjera
en los asuntos internos del país, como tampoco le interesaba llegar
verdaderamente a una democracia. Lo que la familia Khattar realmente buscaba era
sacar al rey del poder para reemplazar la estructura de gobierno por una
manejada por ellos, bajo la apariencia de una modernización y democratización
del país. Por si acaso, Atif tenía bien infiltrado todos los movimientos que
apoyaba, para no perder control por ningún lado.
Fue
dentro de este clima político que una gran manifestación de estudiantes y
profesionales se lanzó a las calles para pedirle a Mohammed El Hamamsy que
dejara el gobierno y llamara a elecciones. Mohammed, que no era tonto, se daba
cuenta de que no tenía grandes opciones. Por un lado, si renunciaba la familia
Khattar se apoderaría del poder, y Atif tenía todas las características de un
déspota. Por otro, dispersar por la fuerza a los manifestantes aumentaría la
presión y el descontento contra su gobierno. Como al cabo de varios días no se
le ocurrió nada, la manifestación continuó, hundiéndose el país en un clima de
inestabilidad. La confrontación alcanzó su punto crítico cuando los
infiltrantes, por orden de Atif, provocaron a los guardias del palacio, quienes
en un momento de tensión cometieron la burrada de disparar, matando a cuatro
estudiantes. A las pocas horas un comando militar bien armado, encabezado por un
general que tenía negocios con la familia Khattar, llegó al palacio gritando
consignas en contra del rey, siendo recibido con gran alegría por el público,
obligó a la guardia a rendirse, tomó prisionero a Mohammed, y declaró que el
reinado se había acabado para siempre. Se produjo una gran fiesta colectiva,
expresada más que nada en bailes y rezos multitudinarios en la calle, que duró
casi una semana. Al quinto día fue ejecutado el rey, lo que a mucha gente le
pareció excesivo, dado que, después de todo, no había sido nunca un tirano. Al
sexto fueron ejecutados los consejeros reales y todos los oficiales leales a la
monarquía, lo que fue considerado definitivamente excesivo por muchas personas,
que comenzaron a pedir explicaciones. Al séptimo se le pidió a los dirigentes
profesionales y estudiantiles que se dispersaran, volvieran a sus ocupaciones
habituales, y se dejaran de pedir explicaciones, y al octavo fueron aprisionados
o ejecutados todos los que entre ellos no habían cumplido con el pedido. La
fiesta se había acabado.
Atif
apareció en televisión diciendo que él, en persona, hablaría con los generales
para apaciguarlos y hacer menos dolorosa la transición, y explicó a la gente que
no se podían construir los cimientos de una democracia con tanto alboroto, por
eso es que se habían tenido que tomar algunas medidas que, a simple vista,
parecían drásticas, pero que a la larga serían para mejor.
Mientras
tanto, Nabil El Hamamsy, el hijo de Mohammed, cursando su segundo año
universitario en Francia, seguía los eventos de su país con horror, y con la
ayuda de algunos ministros y embajadores del gobierno de su padre se preparaba
para montar un gran golpe de opinión pública. Muchos en el principado ya
clamaban que Nabil, siendo el descendiente de Mohammed, debía jugar un rol
importante en la reestructuración del nuevo gobierno, por motivos de
continuidad. Atif Khattar, creyendo poder controlarlo, lo invitó a entrar, pero
Nabil y sus consejeros, sospechando, exigieron garantías para hacerlo. La
negociación no era fácil, porque los generales que apoyaban a Khattar veían la
presencia de Nabil con malos ojos, como una potencial debilidad del nuevo
régimen, y aconsejaban el rechazo de casi todas las garantías. Como Nabil seguía
tratando de presionar a través de contactos diplomáticos y de la prensa
internacional, los generales decidieron liquidarlo, acribillándolo a balazos a
la salida del museo del Louvre, en pleno día, hiriendo a varios transeúntes y a
dos guardias franceses. Medida brutal, que atrajo la atención de la prensa
extranjera más que cualquier cosa que el mismo Nabil hubiese podido hacer. Los
generales creyeron poder deshacerse del propio Atif, a quien pusieron en arresto
domiciliario, y tomarse ellos el poder. El nuevo gobierno cerró las puertas al
extranjero, cortó temporalmente relaciones diplomáticas con el mundo entero, y
dispuso una serie de medidas draconianas, comunicadas a través de bandos
militares, en el típico estilo de los gorilas que brotaran como cáncer por el
mundo a fines de la década del sesenta y comienzos del setenta. "Derramar sangre
es a veces necesario en una democracia" declararon por televisión, inspirados en
las palabras de un general sudamericano con complejos napoleónicos.
Pero el
mundo ya había entrado en otra fase, y las dictaduras no eran tan bien vistas
como antes por las potencias occidentales, menos aún si el país tenía petróleo.
Las grandes corporaciones hablaban de "abrir mercados", de privatización, de
estabilidad, de sociedades globales. Hasta los más conservadores comenzaban a
poner en duda la política de la "zanahoria y el garrote" que se impusiera
durante casi un siglo desde Estados Unidos para asegurar la conformidad de los
países en vías de industrialización. El incidente a la salida del Louvre,
filmado por la cámara portable de un turista japonés, aparecía una y otra vez en
las pantallas de televisión occidentales. Los partidos de oposición en todas
partes clamaban que era el colmo que su respectivo gobierno no hiciera nada, y
pronto se empezó a hablar de un posible bloqueo económico.
En vista
de la tormenta internacional que se avecinaba, los generales decidieron
rápidamente reintegrar a la familia Khattar al gobierno, negociando con ellos el
rol de cada cual en el poder, a cambio de ayuda diplomática para rehacer poco a
poco las relaciones externas, no fuera que a los bancos occidentales se les
ocurriera empezar a congelar fondos como medida de descontento. Atif Khattar fue
nombrado "Jefe de Estado", mientras se trataba de redactar una constitución y
establecer una especie de parlamento con civiles y militares. A la larga, la
estructura gubernamental se convirtió en una especie de monarquía republicana,
con Khattar a la cabeza, un invento local que desconcertó hasta los políticos
más eruditos.
El
regreso del grupo Khattar al poder, por ser civiles y reconocidos hombres de
negocios en esferas internacionales, calmó la desconfianza de los grandes
inversionistas. A las pocas semanas el gobierno ya había conseguido negociar con
los capitales norteamericanos y japoneses, que estuvieron de acuerdo en criticar
mesuradamente al nuevo gobierno frente a las cámaras de televisión, para no
echar a perder su imagen ante el público, pero apoyarlo en privado, a cambio de
suculentas inversiones comunes en las áreas de exploración y transporte del
petróleo. Las otras potencias rápidamente siguieron los mismos pasos, y el país
volvió paulatinamente al anonimato histórico de siempre.
Jorge Braña
UN
DETALLE FEMENINO
En
una pequeña sala de reuniones en el palacio presidencial de un país de la
península árabe, tres hombres examinaban unos documentos en una mesa redonda.
Era la sala privada de los consejeros de Atif Khattar, el Jefe de Estado de la
recientemente establecida monarquía republicana. Fuera de los cuatro
guardaespaldas que vigilaban la entrada con metralleta en mano, nadie sabía que
la sala estaba en uso a las cuatro de la mañana, y pocos hubiesen imaginado el
descubrimiento que estaba siendo discutido. Atif en persona examinaba los
documentos sin dejar de mover la cabeza y fruncir el ceño.
El
general Gassan, jefe de la policía secreta, a quien se le atribuía ser autor
intelectual del atentado que acabara con la vida de Nabil El Hamamsy e hiriera a
varios franceses frente al Museo del Louvre, intercambiaba miradas graves con
Khattar. Con su reputación de hombre misterioso, ladino, y despiadado con sus
enemigos, hasta el propio Khattar le temía. Sentado entre ellos, un tipo alto y
delgado, de tez blanca y pelo café claro, al que conocían sólo bajo el nombre de
"Roberts". El gringo tomó su maletín negro, marcó la combinación del cerrojo con
el maletín en su falda, para que los otros no la observaran, extrajo unas fotos
y las puso sobre la mesa. Roberts, de mirada seca y pocas palabras, disfrutaba
por dentro del efecto que su material producía en los árabes. Después de años de
trabajar como oficial de inmigración en la oficina de Los Ángeles, California,
en el departamento de deportaciones, había por fin logrado conseguirse un puesto
en la CIA, que le parecía notablemente más interesante. Cansado de deportar
mexicanos y maltratar inmigrantes, durante años buscó a través de contactos que
la Central se interesara en él, lográndolo finalmente por casualidad al
identificar entre sus detenidos que esperaban deportación a un terrorista que la
Central buscaba. Ahora había sido enviado al lugar con el resultado de una
investigación clasificada altamente secreta. Lo que ni Roberts ni Gassan sabían
era que el mismo Atif Khattar había iniciado la investigación, a través de
viejos contactos en la CIA. Khattar sabía de antemano el resultado, pero
necesitaba montar la operación sin aparecer como responsable, para poder lavarse
las manos si el asunto llegaba a salir a luz. Después de todo, al siniestro
Gassan ya le atribuían varios asesinatos, uno más no sorprendería a nadie.
A pesar
de todo, Atif apenas podía mirar las fotos. Un remordimiento le recorría la
espalda y le quemaba la boca del estómago al ver la cara de la joven mujer que
en más de una oportunidad hubiese sentado de niña en sus rodillas. Gassan lo
miraba con desprecio, interpretando su malestar como vacilación. Roberts se
moría de ganas de cruzar las piernas y mascarse unas gomas, pero su unidad lo
había entrenado en lo que se refiere a las costumbres locales, con énfasis en lo
que no se debe hacer. Atif dejó que Gassan examinara todo en silencio, y por fin
le dijo "tú eres el experto en estos asuntos, lo dejo en tus manos".
E
inmediatamente después, mirando a Roberts, "de aquí en adelante tratará con el
general Gassan y su equipo, él sabrá lo que se hace y tomará las decisiones del
caso. Yo a usted no lo conozco". Roberts, a pesar de que debió haber previsto el
resultado de la reunión, se sintió un poco sorprendido. Gassan lo tranquilizó,
dándole cita para esa tarde en su cuartel.
Jorge
Braña
ANIMARSE
A VOLAR
...Y
cuando se hizo grande, su padre le dijo:
-Hijo
mío, no todos nacen con alas. Y si bien es cierto que no tienes obligación de
volar, opino que sería penoso que te limitaras a caminar teniendo las alas que
el buen Dios te ha dado.
-Pero yo
no sé volar – contestó el hijo.
-Ven –
dijo el padre.
Lo tomó
de la mano y caminando lo llevó al borde del abismo en la montaña.
-Ves
hijo, este es el vacío. Cuando quieras
podrás volar. Sólo debes pararte aquí, respirar profundo, y saltar al abismo.
Una vez en el aire extenderás las alas y volarás...
El hijo
dudó.
-¿Y si
me caigo?
-Aunque
te caigas no morirás, sólo algunos machucones que harán más fuerte para el
siguiente intento –contestó el padre.
El hijo
volvió al pueblo, a sus amigos, a sus pares, a sus compañeros con los que había
caminado toda su vida.
Los más
pequeños de mente dijeron:
-¿Estás
loco?
-¿Para
qué?
-Tu
padre está delirando...
-¿Qué
vas a buscar volando?
-¿Por
qué no te dejas de pavadas?
-Y
además, ¿quién necesita?
Los más
lúcidos también sentían miedo:
-¿Será
cierto?
-¿No
será peligroso?
-¿Por
qué no empiezas despacio?
-En todo
casa, prueba tirarte desde una escalera.
-...O
desde la copa de un árbol, pero... ¿desde la cima?
El joven
escuchó el consejo de quienes lo querían.
Subió a
la copa de un árbol y con coraje saltó...
Desplegó
sus alas.
Las
agitó en el aire con todas sus fuerzas... pero igual... se precipitó a tierra...
Con un
gran chichón en la frente se cruzó con su padre:
-¡Me
mentiste! No puedo volar. Probé, y ¡mira el golpe que me di!. No soy como tú.
Mis alas son de adorno... – lloriqueó.
-Hijo
mío – dijo el padre – Para volar hay que crear el espacio de aire libre
necesario para que las alas se desplieguen.
Es como
tirarse en un paracaídas... necesitas cierta altura antes de saltar.
Para
aprender a volar siempre hay que empezar corriendo un riesgo.
Si uno
quiere correr riesgos, lo mejor será resignarse y seguir caminando como
siempre.
Jorge
Bucay - Argentino
EL BUSCADOR
De "Cuentos para
pensar"
Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como buscador
Un buscador es alguien que
busca. No necesariamente es alguien que encuentra. Tampoco esa alguien que sabe
lo que está buscando. Es simplemente para quien su vida es una búsqueda.
Un día un buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él
había aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar
desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos días de
marcha por los polvorientos caminos divisó Kammir, a lo lejos. Un poco antes de
llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención.
Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y
flores encantadoras. La rodeaba por completo una especie de valla pequeña de
madera lustrada… Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar. De pronto
sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un
momento en ese lugar. El buscador traspaso el portal y empezó a caminar
lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar,
entre los árboles. Dejó que sus ojos eran los de un buscador, quizá por eso
descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción … “Abedul Tare, vivió 8
años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”. Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que
esa piedra no era simplemente una piedra. Era una lápida, sintió pena al pensar
que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar… Mirando a su
alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado, también tenía
una inscripción, se acercó a leerla decía “Llamar Kalib, vivió 5 años, 8 meses
y 3 semanas”. El buscador se sintió terrible mente conmocionado. Este hermoso
lugar, era un cementerio y cada piedra una lápida. Todas tenían inscripciones
similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto, pero lo que lo
contactó con el espanto, fue comprobar que, el que más tiempo había vivido,
apenas sobrepasaba 11 años. Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso
a llorar. El cuidador del cementerio pasaba por ahí y se acercó, lo miró llorar
por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
- No ningún familiar – dijo el buscador - ¿Qué pasa con este
pueblo?, ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños
muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre
esta gente, que lo ha obligado a construir un cementerio de chicos?.
El anciano sonrió y dijo: -Puede usted serenarse, no hay tal
maldición, lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré:
cuando un joven cumple 15 años, sus padres le regalan una libreta, como esta que
tengo aquí, colgando del cuello, y es tradición entre nosotros que, a partir de
ahí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en
ella: a la izquierda que fue lo disfrutado…, a la derecha, cuanto tiempo duró
ese gozo. ¿ Conoció a su novia y se enamoró de ella? ¿Cuánto tiempo duró esa
pasión enorme y el placer de conocerla?…¿Una semana?, dos?, ¿tres semanas y
media?… Y después… la emoción del primer beso, ¿cuánto duró?, ¿El minuto y medio
del beso?, ¿Dos días?, ¿Una semana? … ¿y el embarazo o el nacimiento del primer
hijo? …, ¿y el casamiento de los amigos…?, ¿y el viaje más deseado…?, ¿y el
encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano…?¿Cuánto duró el disfrutar
de estas situaciones?… ¿horas?, ¿días?… Así vamos anotando en la libreta cada
momento, cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar
el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba. Porque ese es, para
nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.
Jorge
Bucay
EL
ELEFANTE ENCADENADO
LIBERTAD
Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los
circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me
llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enrome bestia hacia
despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal... pero después de su
actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba
sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas clavada a una
pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo
pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la
cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar
un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la
estaca y huir. El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no
huye? Cuando tenía 5 o 6 años yo todavía en la sabiduría de los grandes.
Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio
del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque
estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: -Si está amaestrado, ¿por
qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el
tiempo me olvide del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba
cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.
Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante
sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no se escapa
porque ha estado atado a una estaca parecida desde muy, muy pequeño. Cerré los
ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de
que en aquel momento el elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a
pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para
él. Juraría que se durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y
también al otro y al que le seguía... Hasta que un día, un terrible día para su
historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este
elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree
-pobre- que NO PUEDE. Él tiene registro y
recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de
nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro.
Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...
Jorge
Bucay
el
oso
De
“Cuentos para pensar”
Hay
cuentos que son particularmente significativos para mí uno de ellos es ésta
antiquísima historia que me contó alguna vez mi abuelo y que quiero contarte,
tal como hoy la recuerdo.
Esta
historia habla de un sastre, un zar y su oso.
Un día
el zar descubrió que uno de los botones de su chaqueta preferida se había
caído.
El zar
era caprichoso, autoritario y cruel (cruel como todos los que enmarañan por
demasiado tiempo en el poder), así que, furioso por la ausencia del botón mandó
a buscar a su sastre y ordenó que a la mañana siguiente fuera decapitado por el
hacha del verdugo.
Nadie
contradecía al emperador de todas la Rusias, así que la guardia fue hasta la
casa del sastre y arrancándolo de entre los brazos de su familia lo llevó a la
mazmorra del palacio para esperar allí su muerte.
Cuando,
cayo el sol un guardiacárcel le llevó al sastre la última cena, el sastre
revolvió el plato de comida con la
cuchara y mirando al guardiacárcel dijo – Pobre del zar.
- El
guardiacárcel no puedo evitar reírse - ¿Pobre del zar?, dijo pobre de ti tu
cabeza quedará separada de tu cuerpo unos cuantos metros mañana a la mañana.
-
Si, lo sé pero mañana en la mañana el
zar perderá mucho más que un sastre, el zar
perderá la posibilidad de que su oso la cosa que más quiere en el mundo
su propio oso aprenda a hablar.
- ¿Tú
sabes enseñarle a hablar a los osos?, preguntó el guardiacárcel sorprendido.
- Un
viejo secreto familiar... – dijo el sastre.
Deseoso
de ganarse los favores del zar, el pobre guardia corrió a contarle al soberano
su descubrimiento:
¡¡El
sastre sabía enseñarle a hablar a los osos!!
El zar
se sintió encantado. Mandó rápidamente a buscar al sastre y le
ordenó:
-¡¡Enséñale
a mi oso a hablar nuestro gustaría complaceros pero la verdad, es que enseñar a
hablar a un oso es una ardua tarea y lleva tiempo... y lamentablemente, tiempo
es lo que menos tengo...
-El zar
hizo un silencio, y preguntó ¿cuánto tiempo llevaría el
aprendizaje?
- Bueno,
depende de la inteligencia del oso... Dijo el sastre.
- ¡¡El
oso es muy inteligente!! – interrumpió el zar
– De
hecho es el oso más inteligente de todos los osos de Rusia.
-Bueno,
musitó el sastre... si el oso es inteligente... y siente deseos de aprender...
yo creo... que el aprendizaje duraría... duraría... no menos de...... DOS
AÑOS.
El zar
pensó un momento y luego ordenó:
-
Bien, tu pena será suspendida por dos años, mientras tanto tú entrenarás al oso. ¡Mañana
empezarás!
-
Alteza - dijo el sastre – Si tu mandas
al verdugo a ocuparse de mi cabeza, mañana estarán muerto, y mi familia, se las
ingeniará para poder sobrevivir. Pero si me conmutas la pena, yo tendré que
dedicarle el tiempo a trabajar, no podré dedicarme a tu oso... debo mantener a
mi familia.
- Eso no
es problema – dijo el zar – A partir de hoy y durante dos años tú y tu familia
estarán bajo la protección real. Serán vestidos, alimentados y educados con el
dinero de la corte y nada que necesiten o deseen, les será negado... Pero, eso
sí... Si dentro de dos años el oso no habla... te arrepentirás de haber pensado
en esta propuesta... Rogarás haber sido muerto por el verdugo... ¿Entiendes,
verdad?.
- Sí,
alteza.
-
Bien... ¡¡Guardias!! - gritó el zar –Que
lleven al sastre a su casa en el carruaje de la corte, denle dos bolsas de oro,
comida y regalos para sus niños. Ya... ¡¡Fuera!!.
El
sastre en reverencia y caminando hacia atrás, comenzó a retirarse mientras
musitaba agradecimientos.
- No
olvides - le dijo el zar apuntándolo con el dedo a la
frente – Si en dos años el oso no habla...
– Alteza... -
...Cuando
todos en la casa del sastre lloraban por la pérdida del padre de familia, el
hombre pequeño apareció en la casa en el carruaje del zar, sonriente, eufórico y
con regalos para todos.
La
esposa del sastre no cabía en su asombro. Su marido que pocas horas antes había
sido llevado al cadalso volvía ahora, exitoso, acaudalado y
exultante...
Cuando
estuvo a solas el hombre le contó los hechos.
- Estás
LOCO – chilló la mujer – enseñar a
hablar al oso del zar. Tú, que ni siquiera has visto un oso de cerca, ¡Estás,
loco!
Enseñar
a hablar al oso... Loco, estás loco...
- Calma
mujer, calma. Mira, me iban a cortar la cabeza mañana al amanecer, ahora...
ahora tengo dos años... En dos años pueden pasar tantas cosas en dos
años.
En dos
años... – siguió el sastre - se puede
morir el zar... me puedo morir yo... y lo más importante... por ahí el ¡¡oso
habla!!
Jorge
Bucay
EL TEMIDO ENEMIGO
De
“Cuentos para pensar”
La idea de este cuento llegó a mí escuchando
un relato de Enrique Mariscal. Me permití, partir de allí prolongar el cuento
transformarlo en otra historia con otro mensaje y otro sentido. Así como está
ahora se lo regalé una tarde a mí amigo Norbi.
Había
una vez, en un reino muy lejano y perdido, un rey al que le gustaba sentirse
poderoso. Su deseo de poder no se satisfacía sólo con tenerlo, él, necesitaba
además, que todos lo admiraran por ser poderoso, así como la madrastra de Blanca
Nieves no le alcanzaba con verse bella, también él necesitaba mirarse en un
espejo que le dijera lo poderoso que era.
Él no
tenía espejos mágicos, pero contaba con un montón de cortesanos y sirvientes a
su alrededor a quienes preguntarle si él, era el más poderoso del reino.
Invariablemente
todos le decían lo mismo:
-Alteza,
eres muy poderoso, pero tú sabes que el mago tiene un poder que nadie posee: Él,
él conoce el futuro.
( En
aquel tiempo, alquimistas, filósofos, pensadores, religiosos y místicos eran
llamados, genéricamente “magos”).
El rey
estaba muy celoso del mago del reino pues aquel no sólo tenía fama de ser un
hombre muy bueno y generoso, sino que además, el pueblo entero lo amaba, lo
admiraba y festejaba que él existiera y viviera allí.
No
decían lo mismo del rey.
Quizás
porque necesitaba demostrar que era él quien mandaba, el rey no era justo, ni
ecuánime, y mucho menos bondadoso.
Un día,
cansado de que la gente le contara lo poderoso y querido que era el mago o
motivado por esa mezcla de celos y temores que genera la envidia, el rey urdió
un plan:
Organizaría
una gran fiesta a la cual invitaría al mago y después la cena, pediría la
atención de todos. Llamaría al mago al centro del salón y delante de los
cortesanos, le preguntaría si era cierto que sabía leer el futuro.
El
invitado, tendría dos posibilidades: decir que no, defraudando así la admiración
de los demás, o decir que sí, confirmando el motivo de su fama. El rey estaba
seguro de que escogería la segunda posibilidad. Entonces, le pediría que le
dijera la fecha en la que el mago del reino iba a morir. Éste daría una
respuesta, un día cualquiera, no importaba cuál. En ese mismo momento, planeaba
el rey, sacar su espada y matarlo. Conseguiría con esto dos cosas de un solo
golpe: la primera, deshacerse de su enemigo para siempre; la segunda, demostrar
que el mago no había podido adelantarse al futuro, y que se había equivocado en
su predicción. Se acabaría, en una sola noche. El mago y el mito de sus
poderes...
Los
preparativos se iniciaron enseguida, y muy pronto el día del festejo llegó...
...Después
de la gran cena. El rey hizo pasar al mago al centro y ante le silencio de todos
le preguntó:
- ¿Es
cierto que puedes leer el futuro?
- Un
poco – dijo el mago.
- ¿Y
puedes leer tu propio futuro, preguntó el rey?
- Un
poco – dijo el mago.
-
Entonces quiero que me des una prueba -
dijo el rey -
¿Qué día
morirás?. ¿ Cuál es la fecha de tu muerte?
El mago
se sonrió, lo miró a los ojos y no contestó.
- ¿Qué
pasa mago? - dijo el rey sonriente -¿No
lo sabes?... ¿no es cierto que puedes ver el futuro?
- No es
eso - dijo el mago -
pero lo que sé, no me animo a decírtelo.
- ¿Cómo
que no te animas?- dijo el rey-... Yo
soy tu soberano y te ordeno que me lo digas. Debes darte cuenta de que es muy
importante para el reino, saber cuando perdemos a sus personajes más
eminentes... Contéstame pues, ¿cuándo morirá el mago del reino?
Luego de
un tenso silencio, el mago lo miró y dijo:
- No
puedo precisarte la fecha, pero sé que el mago morirá exactamente un día antes
que el rey...
Durante
unos instantes, el tiempo se congeló. Un murmullo corrió por entre los
invitados.
El rey
siempre había dicho que no creía en los magos ni en las adivinaciones, pero lo
cierto es que no se animó a matar al mago.
Lentamente
el soberano bajó los brazos y se quedó en silencio...
Los
pensamientos se agolpaban en su cabeza.
Se dio
cuenta de que se había equivocado.
Su odio
había sido el peor consejero.
-
Alteza, te has puesto pálido. ¿Qué te sucede? – preguntó el invitado.
- Me
siento mal - contestó el monarca – voy a
ir a mi cuarto, te agradezco que hayas venido.
Y con un
gesto confuso giró en silencio encaminándose a sus habitaciones...
El mago
era astuto, había dado la única respuesta que evitaría su muerte.
¿Habría
leído su mente?
La
predicción no podía ser cierta. Pero... ¿Y si lo fuera?...
Estaba
aturdido
Se le
ocurrió que sería trágico que le pasara algo al mago camino a su casa.
El rey
volvió sobre sus pasos, y dijo en voz alta:
- Mago,
eres famoso en el reino por tu sabiduría, te ruego que pases esta noche en el
palacio pues debo consultarte por la mañana sobre algunas decisiones reales.
- ¡
Majestad!. Será un gran honor... – dijo el invitado con una reverencia.
El rey
dio órdenes a sus guardias personales para que acompañaran al mago hasta las
habitaciones de huéspedes en el palacio y para que custodiasen su puerta asegurándose de que nada pasara...
Esa
noche el soberano no pudo conciliar el sueño. Estuvo muy inquieto pensando qué
pasaría si el mago le hubiera caído mal la comida, o si se hubiera hecho daño
accidentalmente durante la noche, o si, simplemente, le hubiera llegado su hora.
Bien
temprano en la mañana el rey golpeó en las habitaciones de su invitado.
Él nunca
en su vida había pensado en consultar ninguna de sus decisiones, pero esta vez,
en cuánto el mago lo recibió, hizo la pregunta... necesitaba una excusa.
Y el
mago, que era un sabio, le dio una respuesta correcta, creativa y justa.
El rey,
casi sin escuchar la respuesta alabó a su huésped por su inteligencia y le pidió
que se quedara un día más, supuestamente, para “consultarle” otro asunto...
(obviamente, el rey sólo quería asegurarse de que nada le pasara).
El mago
– que gozaba de la libertad que sólo conquistan los iluminados – aceptó...
Desde
entonces todos los días, por la mañana o por la tarde, el rey iba hasta las
habitaciones del mago para consultarlo y lo comprometía para una nueva consulta
al día siguiente.
No pasó
mucho tiempo antes de que el rey se diera cuenta de que los consejos de su nuevo
asesor eran siempre acertados y terminara, casi sin notarlo, teniéndolos en
cuenta en cada una de las decisiones.
Pasaron
los meses y luego los años.
Y como
siempre... estar cerca del que sabe vuelve el que no sabe, más sabio.
Así fue:
el rey poco a poco se fue volviendo más y más justo.
Ya no
era despótico ni autoritario. Dejó de necesitar sentirse poderoso, y seguramente
por ello dejó de necesitar demostrar su poder.
Empezó a
aprender que la humildad también podía ser ventajosa empezó a reinar de una
manera más sabia y bondadosa.
Y
sucedió que su pueblo empezó a quererlo, como nunca lo había querido antes.
El rey
ya no iba a ver al mago investigando por su salud, iba realmente para aprender,
para compartir una decisión o simplemente para charlar, porque el rey y el mago
habían llegado a ser excelentes amigos.
Un día,
a más de cuatro años de aquella cena, y sin motivo, el rey recordó.
Recordó
aquel plan aquel plan que alguna vez urdió para matar a este su entonces más
odiado enemigo
Y sé dio
cuenta que no podía seguir manteniendo este secreto sin sentirse un hipócrita.
El rey
tomó coraje y fue hasta la habitación del mago. Golpeó la puerta y apenas entró
le dijo:
-
Hermano, tengo algo que contarte que me oprime el pecho
- Dime –
dijo el mago – y alivia tu corazón.
-
Aquella noche, cuando te invité a cenar y te pregunté sobre tu muerte, yo no
quería en realidad saber sobre tu futuro, planeaba matarte y frente a cualquier
cosa que me dijeras, porque quería que tu muerte inesperada desmitificara para
siempre tu fama de adivino. Te odiaba porque todos te amaban... Estoy tan
avergonzado...
-
Aquella noche no me animé a matarte y ahora que somos amigos, y más que amigos,
hermanos, me aterra pensar lo que hubiera perdido si lo hubiese hecho.
Hoy he
sentido que no puedo seguir ocultándote mi infamia.
Necesité
decirte todo esto para que tú me perdones o me desprecies, pero sin
ocultamientos.
El mago
lo miró y le dijo:
- Has tardado mucho tiempo en poder decírmelo.
Pero de todas maneras, me alegra, me alegra que lo hayas hecho, porque esto es
lo único que me permitirá decirte que ya lo sabía. Cuando me hiciste la pregunta y bajaste tu
mano sobre el puño de tu espada, fue tan clara tu intención, que no hacía falta
adivino para darse cuenta de lo que pensabas hacer, - el mago sonrió y puso su
mano en el hombro del rey. – Como justo pago a tu sinceridad, debo decirte que
yo también te mentí... Te confieso hoy
que inventé esa absurda historia de mi muerte antes de la tuya para darte
una lección. Una lección que recién hoy estás en condiciones de aprender, quizás la más importante cosa que yo te haya
enseñado nunca.
Vamos
por el mundo odiando y rechazando aspectos de los otros y hasta de nosotros
mismos que creemos despreciables, amenazantes o inútiles... y sin embargo, si
nos damos tiempo, terminaremos dándonos cuenta de lo mucho que nos costaría
vivir sin aquellas cosas que en un momento rechazamos.
Tu
muerte, querido amigo, llegará justo, justo el día de tu muerte, y ni un minuto
antes. Es importante que sepas que yo estoy viejo, y que mi día seguramente se
acerca. No hay ninguna razón para pensar que tu partida deba estar atada a la
mía. Son nuestras vidas las que se han ligado, no nuestras muertes.
El rey y
el mago se abrazaron y festejaron brindando por la confianza que cada uno sentí
en esta relación que habían sabido construir juntos...
Cuenta
la leyenda... que misteriosamente... esa misma noche... el mago... murió
durante el sueño.
El rey
se enteró de la mala noticia a la mañana siguiente... y se sintió desolado.
No
estaba angustiado por la idea de su propia muerte, había aprendido del mago a
desapegarse hasta de su permanencia en el mundo.
Estaba
triste, simplemente por la muerte de su amigo.
¿Qué
coincidencia extraña había hecho que el rey pudiera contarle esto al mago justo
la noche anterior a su muerte?.
Tal vez,
tal vez de alguna manera desconocida el mago había hecho que él pudiera decirle
esto para quitarle su fantasía de morirse un día después.
Un
último acto de amor para librarlo de sus temores de otros tiempos...
Cuentan
que el rey se levantó y que con sus propias manos cavó en el jardín, bajo su
ventana, una tumba para su amigo, el mago.
Enterró
allí su cuerpo y el resto del día se quedó al lado del montículo de tierra,
llorando como se llora ante la pérdida de los seres queridos.
Y recién
entrada la noche, el rey volvió a su habitación.
Cuenta
la leyenda... que esa misma noche... veinticuatro horas después de la muerte del
mago, el rey murió en su lecho mientras
dormía... quizás de casualidad... quizás de dolor... quizás para confirmar la
última enseñanza del maestro.
Jorge
Bucay
LA
ALEGORÍA DEL CARRUAJE
Un
día de octubre, una voz familiar en el teléfono me dice: -Salí a la calle que
hay un regalo para vos.
Entusiasmado,
salgo a la vereda y me encuentro con el regalo. Es un precioso carruaje
estacionado justo, justo frente a la puerta de mi casa. Es de madera de nogal
lustrada, tiene herrajes de bronce y lámparas de cerámica blanca, todo muy fino,
muy elegante, muy "chic". Abro la portezuela de la cabina y subo. Un gran
asiento semicircular forrado en pana bordó y unos visillos de encaje blanco le
dan un toque de realeza al cubículo. Me siento y me doy cuenta que todo está
diseñado exclusivamente para mí, está calculado el largo de las piernas, el
ancho del asiento, la altura del techo... todo es muy cómodo, y no hay lugar
para nadie más.
Entonces
miro por la ventana y veo "el paisaje": de un lado el frente de mi casa, del
otro el frente de la casa de mi vecino... y digo: "¡Qué bárbaro este regalo!
"¡Qué bien, qué lindo...!" Y me quedo un rato disfrutando de esa sensación.
Al rato
empiezo a aburrirme; lo que se ve por la ventana es siempre lo mismo.
Me
pregunto: "¿Cuánto tiempo uno puede ver las mismas cosas?" Y empiezo a
convencerme de que el regalo que me hicieron no sirve para nada.
De eso
me ando quejando en voz alta cuando pasa mi vecino que me dice, como
adivinándome: -¿No te das cuenta que a este carruaje le falta algo?
Yo pongo
cara de qué-le-falta mientras miro las alfombras y los tapizados.
-Le
faltan los caballos - me dice antes de que llegue a preguntarle.
Por eso
veo siempre lo mismo -pienso-, por eso me parece aburrido.
-Cierto
- digo yo.
Entonces
voy hasta el corralón de la estación y le ato dos caballos al carruaje. Me subo
otra vez y desde adentro les grito:
-¡¡Eaaaaa!!
El
paisaje se vuelve maravilloso, extraordinario, cambia permanentemente y eso me
sorprende.
Sin
embargo, al poco tiempo empiezo a sentir cierta vibración en el carruaje y a ver
el comienzo de una rajadura en uno de los laterales.
Son los
caballos que me conducen por caminos terribles; agarran todos los pozos, se
suben a las veredas, me llevan por barrios peligrosos.
Me doy
cuenta que yo no tengo ningún control de nada; los caballos me arrastran a donde
ellos quieren. Al principio, ese derrotero era muy lindo, pero al final siento
que es muy peligroso.
Comienzo
a asustarme y a darme cuenta que esto tampoco sirve.
En ese
momento veo a mi vecino que pasa por ahí cerca, en su auto. Lo insulto: -¡Qué me
hizo!
Me
grita:-¡Te falta el cochero!
-¡Ah! -
digo yo.
Con gran
dificultad y con su ayuda, sofreno los caballos y decido contratar un cochero. A
los pocos días asume funciones. Es un hombre formal y circunspecto con cara de
poco humor y mucho conocimiento.
Me
parece que ahora sí estoy preparado para disfrutar verdaderamente del regalo que
me hicieron. Me subo, me acomodo, asomo la cabeza y le indico al cochero a dónde
ir.
Él
conduce, él controla la situación, él decide la velocidad adecuada y elige la
mejor ruta.
Yo... Yo
disfruto el viaje.
"Hemos
nacido, salido de nuestra casa y nos hemos encontrado con un regalo: nuestro
cuerpo.
A poco
de nacer nuestro cuerpo registró un deseo, una necesidad, un requerimiento
instintivo, y se movió. Este carruaje no serviría para nada si no tuviera
caballos; ellos son los deseos, las necesidades, las pulsiones y los afectos.
Todo va
bien durante un tiempo, pero en algún momento empezamos a darnos cuenta que
estos deseos nos llegaban por caminos un poco arriesgados y a veces peligrosos,
y entonces tenemos necesidad de sofrenarlos. Aquí es donde aparece la figura del
cochero: nuestra cabeza, nuestro intelecto, nuestra capacidad de pensar
racionalmente.
El
cochero sirve para evaluar el camino, la ruta. Pero quienes realmente tiran del
carruaje son tus caballos.
No
permitas que el cochero los descuide. Tienen que ser alimentados y protegidos,
porque... ¿qué harías sin los caballos? ¿Qué sería de vos si fueras solamente
cuerpo y cerebro? Si no tuvieras ningún deseo, ¿cómo sería la vida? Sería como
la de esa gente que va por el mundo sin contacto con sus emociones, dejando que
solamente su cerebro empuje el carruaje. Obviamente tampoco podés descuidar el
carruaje, porque tiene que durar todo el proyecto. Y esto implicará reparar,
cuidar, afinar lo que sea necesario para su mantenimiento. Si nadie lo cuida, el
carruaje se rompe, y si se rompe se acabó el viaje..."
Jorge
Bucay
OBSTACULOS
De
"Cuentos para pensar"
Este
texto que reproduzco aquí no es en realidad un cuento, sino más bien una
meditación guiada, diseñada en forma de ensueño dirigido, para explorar las
verdaderas razones de algunos de nuestros fracasos. Me permito sugerirte que lo
leas lentamente, intentando detenerte unos instantes en cada frase,
visualizándote en cada situación.
Voy
andando por un sendero.
Dejo que
mis pies me lleven.
Mis ojos
se posan en los árboles, en los pájaros, en las piedras. En el horizonte se
recorte la silueta de una ciudad. Agudizo la mirada para distinguirla bien.
Siento que la ciudad me atrae.
Sin
saber cómo, me doy cuenta de que en esta ciudad puedo encontrar todo lo que
deseo. Todas mis metas, mis objetivos y mis logros. Mis ambiciones y mis sueños
están en esta ciudad.Lo que quiero conseguir, lo que necesito, lo que más me
gustaría ser, aquello a lo cual aspiro, o que intento, por lo que trabajo, lo
que siempre ambicioné, aquello que sería el mayor de mis éxitos.
Me
imagino que todo eso está en esa ciudad. Sin dudar, empiezo a caminar hacia
ella. A poco de andar, el sendero se hace cuesta arriba. Me canso un poco, pero
no me importa.
Sigo.
Diviso una sombra negra, más adelante, en el camino. Al acercarme, veo que una
enorme zanja me impide mi paso. Temo... dudo.
Me enoja
que mi meta no pueda conseguirse fácilmente. De todas maneras decido saltar la
zanja. Retrocedo, tomo impulso y salto... Consigo pasarla. Me repongo y sigo
caminando.
Unos
metros más adelante, aparece otra zanja. Vuelvo a tomar carrera y también la
salto. Corro hacia la ciudad: el camino parece despejado. Me sorprende un abismo
que detiene mi camino. Me detengo. Imposible saltarlo
Veo que
a un costado hay maderas, clavos y herramientas. Me doy cuenta de que está allí
para construir un puente. Nunca he sido hábil con mis manos... Pienso en
renunciar. Miro la meta que deseo... y resisto.
Empiezo
a construir el puente. Pasan horas, o días, o meses. El puente está hecho.
Emocionado, lo cruzo. Y al llegar al otro lado... descubro el muro. Un
gigantesco muro frío y húmedo rodea la ciudad de mis sueños...
Me
siento abatido... Busco la manera de esquivarlo. No hay caso. Debo escalarlo. La
ciudad está tan cerca... No dejaré que el muro impida mi paso.
Me
propongo trepar. Descanso unos minutos y tomo aire... De pronto veo, a un
costado del camino un niño que me mira como si me conociera. Me sonríe con
complicidad.
Me
recuerda a mí mismo... cuando era niño.
Quizás
por eso, me animo a expresar en voz alta mi queja: -¿Por qué tantos obstáculos
entre mi objetivo y yo?
El niño
se encoge de hombros y me contesta: -¿Por
qué me lo preguntas a mí?
Los
obstáculos no estaban antes de que tú llegaras... Los obstáculos los trajiste
tú.
Jorge
Bucay
SUEÑOS
SEMILLA...
De "Cuentos para pensar"
En el
silencio de mi reflexión percibo todo mi mundo interno como si fuera una
semilla, de alguna manera pequeña e insignificante pero también pletórica de
potencialidades.
...Y veo
en sus entrañas el germen de un árbol magnífico, el árbol de mi propia vida en
proceso de desarrollo.
En su
pequeñez, cada semilla contiene el espíritu del árbol que será después. Cada
semilla sabe cómo transformarse en árbol, cayendo en tierra fértil, absorbiendo
los jugos que la alimentan, expandiendo las ramas y el follaje, llenándose de
flores y de frutos, para poder dar lo que tienen que dar.
Cada
semilla sabe cómo llegar a ser árbol. Y tantas son las semillas como son los
sueños secretos.
Dentro
de nosotros, innumerables sueños esperan el tiempo de germinar, echar raíces y
darse a luz, morir como semillas... para convertirse en árboles.
Árboles
magníficos y orgullosos que a su vez nos digan, en su solidez, que oigamos
nuestra voz interior, que escuchemos la sabiduría de nuestros sueños semilla.
Ellos,
los sueños, indican el camino con símbolos y señales de toda clase, en cada
hecho, en cada momento, entre las cosas y entre las personas, en los dolores y
en los placeres, en los triunfos y en los fracasos. Lo soñado nos enseña,
dormidos o despiertos, a vernos, a escucharnos, a darnos cuenta.
Nos
muestra el rumbo en presentimientos huidizos o en relámpagos de lucidez cegadora.
Y así
crecemos, nos desarrollamos,
evolucionamos... Y un día, mientras transitamos este eterno presente que
llamamos vida, las semillas de nuestros sueños se transformarán en árboles, y
desplegarán sus ramas que, como alas gigantescas, cruzarán el cielo, uniendo en
un solo trazo nuestro pasado y nuestro futuro.
Nada hay
que temer,... una sabiduría interior las acompaña... porque cada semilla sabe... cómo llegar a ser
árbol...
Jorge
Bucay
EL AMENAZADO
Es el amor, tendré que ocultarme o huir. Crecen los muros de su cárcel, como un sueño atroz.
La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única ¿de qué me servirán mis talismanes; el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó al áspero norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?.
Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo. Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que me miran por las ventanas, pero la sombra no me ha traidor la paz.
Es, ya lo sé, el amor; la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo. Es el amor con su mitología, con sus pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar. Ya los ejércitos se cercan, las hordas (esta habitación es irreal; ella no la ha visto). El nombre de una mujer me delata. Me duele una mujer en todo el cuerpo.
Jorge Luis Borges
FIESTA
DE POETAS
Aquella mañana de octubre, Marisa Pelufo mi profesora de lengua y literatura
ingresó a tercero comercial con su habitual encanto juvenil.
Entonces
descubrí que no era el único que sufría esa febril atracción por ella, y que ya
no era exclusivamente mía como lo había creído hasta ese momento. Éramos treinta
y dos vándalos apiñados en un salón diseñado para veinte, y el curso más
revoltoso de la escuela.
Sin
embargo manteníamos una excelente conducta durante las clases de literatura, lo
que motivó comentarios suspicaces en la sala de profesores, a tal punto que nos
compararon con los dulces y candorosos angelitos de estampitas religiosas.
Esas
circunstancias me obligaron a tomar la delantera. Al día siguiente, y para que
mi propósito no se enfriara, decidí escribirle una carta a la profe,
declarándome perdidamente enamorado de ella.
Para
conquistarla, y sabiendo la devoción que tenía por la poesía, busqué en un libro
que creí de Pablo Neruda, estos versos que cuidadosamente copié a mitad de
página: "Si al mecer las azules campanillas de tu balcón, crees que suspirando
pasa el viento murmurador, sabe que oculto entre las verdes hojas suspiro yo".
Los días
que siguieron fueron interminables. Con impaciencia conté cada minuto que
faltaba para la próxima clase. Hasta que por fin llegó la hora, y contrariamente
a lo que yo aspiraba, Marisa entró al aula con la soltura juvenil de siempre, y
ordenó tomar una hoja:
–Ahora
voy a dictarles estas rimas de Bécquer... –dijo tomando una de las tantas hojas
que acomodó sobre su escritorio.
Para mi
sorpresa, vi que el papel que tenía en sus manos era nada menos que mi carta,
cuyas rimas comenzó a recitar mientras su mirada recorría toda la clase. Mi
sangre pareció congelarse, mientras un sudor frío corría por mis costillas.
"Está buscando al atrevido que la escribió" – pensé simulando serenidad.
Cuando
nuestras vistas se encontraron, mi labio superior comenzó a temblar
nerviosamente.
Creo que
ella se dio cuenta, pero continuó la clase como si no hubiera pasado nada y
comenzó a dictar: "Si al mecer las azules campanillas..."
–Pero,
señorita, ¿no es Neruda? – interrumpí electrizado.
–No,
alumno –me respondió con toda naturalidad– es Bécquer... – y tomando otro papel
prosiguió: Neruda escribió así: "Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote,
amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado..."
Luego,
ante el asombro de todos, tomó una tercera hoja y dijo:
–Machado
también escribió versos tan bellos como estos: "Sentí tu mano en la mía, tu mano
de compañera, tu voz en mi oído..."
Y
después, tomando otra hoja y luego otra y otra más, prosiguió recitando a García
Lorca, Almafuerte, Quevedo, Hernández...
–Queridos
alumnos –dijo finalmente– gracias por sus trabajos. Ayer fue el día más feliz de
mi vida. Gracias por comprender mi locura poética... Espero que algún día pueda
decir de alguno de ustedes: "Ese gran poeta fue alumno mío".
El
silencio de la clase fue total, sólo se oía el rumor del viento primaveral que
se filtraba por la quebradura de un vidrio; "deben ser los poetas que están de
fiesta", pensé.
José
Brendan Wallace - Argentino
CONVOCANDO
EL OLVIDO
"Sé
bailar. Sé cantar. Sé dónde está el olv ido" - Juan Parra del Riego
Me
preguntan por qué estoy tan alegre. Por qué canto, bailo, toco la guitarra y
bromeo.
Y yo
respondo que es la culminación de un proceso por el cual llegué hasta el último
límite de la desesperación, toqué fondo, y en vista de que no había para dónde
seguir, porque ahí estaba la barrera,
Tuve que
devolverme y aquí estoy bañado de música, aficionado a la serenidad y la
alegría, el mundo cabe en mi mano.
Me
declaro en carnavales permanentes, me declaro irresponsable, ahora sé qué
significa la expresión "risa loca".
Me veis
en las barras del gimnasio, saltando en los trampolines, y es que he decidido
renacer cada día, cada nuevo día. El día que no renazca con la aurora será un
día muerto.
¿Para
qué quiero yo un día muerto? Siempre os olvidáis de que este día no volverá.
Pero la sabiduría no debe ser tanta que nos impida defendernos. El sabio se pone
dé acuerdo con la naturaleza y su vida se torna lenta, porque para él todas las
cosas tienen el mismo valor. Es incapaz de atravesar una barra en la rueda del
universo.
Cito una
carta de Jotamario a los caleños: "Hay que forzar la naturaleza. "¿No es en ello
donde radica la fuerza del arte, la perspicacia de los ingenieros?"
El
respetable pueblo de sabios famélicos de la India. Cambiará todo en el mundo
menos los sabios. La sabiduría es inmutable por definición, puesto que es una
sola.
El
pacificador Murillo. No era su culpa. No distinguía entre científico y sabio. A
Caldas lo llamábamos sabio porque sabía hacer jeroglíficos. No fue fusilado por
sabio sino por razones de guerra. No encerraron los Estados Unidos a Ezra Pound
por sus versos, sino por declaraciones políticas inoportunas. Sabios hubiesen
sido estos dos hombres si hubieran querido soslayar los peligros a que su
conducto las exponía. Pero ellos ya habían metido su barra entre las ruedas del
universo. No les llamemos sabios. La sabiduría se adquiere hacia los siete años
de edad. El resto de la vida te la pasas desembarazándote de ella.
Decía
que nos olvidamos de que este día es único, que no volverá, porque nuestra
conciencia ha sido convertida en instrumento de oficina, una brillante
maquinita.
Dicho
está, pero lo digo de nuevo: el hombre evoluciona hacia la hormiga, y esto es
lamentable.
Actualmente
ser hombre es tener automóvil. Si ser hombre es tener automóvil, sería mejor ser
automóvil.
De hecho
hay muchos hombres para quienes la vida carece de sentido sin automóvil. En él
se instalan durante el breve recorrido de su eternidad.
Y dice
Jesús: "Bienaventurados los que no tienen automóvil, ni fornican con máquinas.
Bienaventurados
los que tienen las manos vacías porque ellos serán colmados de Nada".
Sólo
cuando todo nos sobre podremos ir y volver, o perdernos en lo invisible e
infinito.
Dejadme
cantar a todo pecho como un buque en alta mar. Y no me preguntéis si una imagen
es correcta, es verdadera o es lógica. Canto como una ballena. No sé si las
ballenas son lógicas.
En
puertos silenciosos me detuve, largas filas de prostitutas estaban paradas
frente a los burdeles con sus tarjetas de sanidad en la mano, para cumplir con
la ley.
Bebí.
Canté despreocupadamente.
Y mi
acierto fue haberlo hecho todo en presente.
No me
preocupo por la bomba ni por los problemas de la humanidad. No están en mis
manos. Si estuvieran en mis manos podríais dormir tranquilos.
Si la
inteligencia del hombre no satisface a sabios y científicos, quienes la ponen en
duda, siendo dicha inteligencia la única amenaza que se cierne sobre el futuro,
yo decido que la cosa no tiene importancia. Esperemos a que el hombre mejore su
inteligencia. Mientras tanto, ¡cómo estoy de contento! No importa mi
inteligencia deficiente. Para dentro de doscientos años espero haber mejorado
bastante, con ayuda de la técnica.
Bailo,
canto. Linda, ven, bailemos, bebamos, cantemos. Dentro de doscientos años
bailaremos, beberemos, cantaremos.
Vamos,
linda, hace doscientos años que estamos bailando. ¿No te cansas? Y bailamos
sumamente bien. Es admirable cómo bailamos. Hemos ganado en todos los concursos.
¿No-té cansas?. Ven, linda, olvidemos. Vamos a olvidar.
Con su
mueca característica: –Si linda, o lindo, ya lo olvidé.
José Jaramillo Escobar -
Colombia
JOTAMARIO
DE CALI
"… y continúa muy puñaletero el maldito…"
- Gonzalo Arango
"Barbilindo poeta" se describió a sí mismo con sorna, con amor, encabritado en
esa "pirueta bufa" conque el crítico lo define.
La
autocrítica y el auto elogio van parejos en su vida desvergonzada.
Es más:
en un escrito afirmó ser de Colombia, para estupor de tantos lectores castísimos
de Bogotá, y no hay duda de que él lo decía con sus segundas intenciones, como
todo lo que hace y lo que ha hecho desde un principio, cuando aseguraba
públicamente, con el cinismo de su escuela, que una obra no es de quien la
escribe sino del primero que la publica.
En su
juventud se daba fama de cuchillero en su barrio, pero todos sus amigos lo
queríamos cuando lo íbamos a visitar bajo algodones y gasas, suspirando en la
tarde soñolienta por una venganza incompleta, levantándose antes de tiempo y
quitándose los vendajes con desprecio, pero volviéndoselos a poner cuando los
visitantes se alejaban.
Entre
los nadaístas, Jotamario es el cuento de nunca acabar.
Gonzalo
Arango lo quería más que a Rosa Girasol y a Angelita y mucho más que a sí mismo,
pues varias veces arriesgó su vida por la de él, y pasó muchas noches
escribiéndole sus mejores cartas.
Con ese
amor que Gonzalo tuvo por sus amigos, por lo cual ellos le amaron asimismo más
que a sus mujeres y a sus amantes y que a su patria, porque la patria son
nuestros amigos –no son unas piedras–.
También
Jotamario ha sabido ser un señor de sólido corazón para con sus amigos, jodido
como él mismo pero dispuesto a hacer valer su derecho, de amar –y de odiar– si
el amor no le bastaba.
Con un
sombrero de Judío Errante y unas botas largas de mujer atravesó los peores
inviernos de la capital y con los mismos el verano pero siempre él mismo en
verano y en invierno.
Violento
hasta el delito y tierno hasta las lágrimas, sobrio o borracho está siempre
ebrio de todo y gira a la velocidad de los planteas que parecen dormidos como un
trompo hasta que de pronto cabecean.
Ingenioso
y brillante, inteligente y ruidoso, siempre en contravía, también la Tierra ha
chocado con él como cuando le arrebató a María de las Estrellas, pero Jotamario:
"Esa Tierra me las pagará, “Yo soy
Jotamario".
Aunque
despedazado siguió siendo Jotamario
Y se le
veía muy compuesto por las calles de Bogotá. pero tenía los huesos pegados con
esparadrapo.
Me quito
el sombrero y le digo: –Señor Jotamario, yo lo quiero mucho y todos sus amigos
lo quieren, especialmente la poesía lo quiere y está dispuesta a irse con usted
para aquella isla donde tanto soñó con ella en aquellos malos tiempos pero con
buenos paisajes, donde se forja la decisión de un hombre criado en un barrio
pobre, desde niño acostumbrado a defenderse con la navaja y a escabullirse de la
policía, que sin embargo varias veces le rajó la cabeza y por eso tuvimos que ir
al hospital, pero siempre tan contento de parecerse a Apollinaire, con su fama
de bandido bien cimentada en los periódicos, aprovechando la convalecencia para
revisar sus poemas con la calma de los enfermos.
Y
esperando que le dieran de alta para volver a los mismos lugares.
Toda la
vida lo he conocido como un cabeciduro, lo cual no le quita lo inteligente sino
que le agrega lo tenaz, siempre sin importarle el mañana o el que dirán, siempre
haciendo todo lo que le ha dado la gana y negándose a hacer lo que por nada del
mundo haría.
Enemigo
del campo, su meta es la sociedad post-industrial, el whisky con hielo, la vida
leve, pero si le pones un obstáculo se te vuelve una fiera.
Por eso
sus poemas son dulcísimos cuando está enamorado y cuando la vida lo acosa sus
poemas son pendencieros y bastardos.
En el
pleno ejercicio de su arte lo saludo y en el pleno disfrute de la vida, sabio en
poesía y sabio en las cosas del mundo.
Podemos
confiar en él porque tiene un palo atravesado en el corazón.
Su
poesía nos es necesaria para el esclarecimiento y el goce.
En él
tenemos a quién aplaudir y con quién llorar y reír.
Inscripto
está como Nijinsky entre los " payasos de Dios".
José Jaramillo Escobar -
Colombia
LA CASA
DE BOB
A San
Bernardo del Viento fuimos a buscar la casa de Bob, es decir, donde él había
nacido con sus padres, encontrando el mundo completamente hecho y perfeccionado,
por lo cual se suponía que no le tocaría trabajar.
Tanta
alharaca que las generaciones anteriores hicieron con el cuento de que estaban
dándole los últimos toques a este mundo para nosotros, y venir a ver que ahora
nos salen con que lo tenemos que volver a hacer todo de nuevo.
Era una
casa construida con maderas olorosas y hojas de palma, en un terreno junto al
río, en medio de los árboles y los pájaros, algo así como una casa en los lindes
del paraíso.
Desde
mucho antes de llegar ya se escuchaban los pájaros, toda la mañana estuvimos
oyéndolos, miles de pájaros, y los árboles se extendían por la llanura, extensos
arrozales, ganados de muy largas, elegantes orejas, y el horizonte marino que
nunca se sabe si está cerca o lejos.
En
Lorica, en las escaleras de piedra y cemento del muelle, sobre el río Sinú, nos
detuvimos como en un pasaje bíblico.
Para
tomar una embarcación hasta San Bernardo del Viento, en medio de bandadas de
garzas, bandadas de loros chillones, y el batelero era un muchacho, descendiente
de las Mil y una Noches, un joven moreno, de larguísimo cuello, alta cabeza de
ojos almendrados, negrísimos, con viveza de lagartija.
Y un
turbante rojo encima de su antigua sonrisa de vendedor de perlas.
"¡El
Viento! ¡El Viento!", se oye gritar en Lorica, hay pocos pasajeros para "El
Viento", la carretera es un remolino de polvo, y en "El Viento" la estatua
danzante de San Bernardo levanta el pie, el viento le levanta la sotana blanca.
–"¡El
Viento! ¡El Viento!"
En San
Bernardo del Viento las casas bajo las palmeras, las redes de pescar tendidas al
sol.
Por esta
calle se va –se iba– a la casa de Bob.
A la
mañana llegaron tres hombres, habían venido de muy lejos, en una canoa, y traían
con ellos esquejes del árbol del pan.
Los
sagrados esquejes fueron admirados por los ancianos y los niños, puestos en agua
y plantados al atardecer en los huertos, con tanta unción como si hubiesen
sembrado el propio pan eucarístico.
Después
de la ceremonia de siembra del árbol del pan entramos a una casa para recabar
agua fresca de la tinaja, un mosquitero para dormir, un latiguillo de palma para
espantar los mosquitos.
En el
cine, un patio al aire libre, se apiñaba la grita de los chicos del pueblo.
Y en la
plaza, a la luz de los mechones de petróleo, se jugaba al dominó, se tomaban
refrescos, se escuchaba la música que salía de un parlante llamado "El Bacano".
Un niño
se me acercó: –Tío, ¿me trajo usted una moneda?
En la
casa un huésped: un joven pescador que había venido por mar, siete días remando
en una canoa, para matricularse en el colegio y aprender una letras.
En el
sopor de la tarde luchaba desesperadamente con la aritmética, sudaba mares. Me
miró casi asfixiado.
Sin duda
prefería sus redes y sus pescados que el propio mar multiplica.
Cuando
amanece, algunas mujeres sobre pollinos blancos se dirigen al caserío de la
playa.
En el
camino encontrarán parejas de jóvenes estudiantes, vestidos de blanco, que van
al colegio, las muchachas llevan la sombrilla para su compañero, él lleva los
libros de ambos, y más adelante una escuela rural donde juegan los niños.
Las
señoras que gobiernan los pollinos no están de acuerdo conque los niños gasten
su tiempo en jugar, los regañan al paso.
Van
chupando limones para la sed.
–"Comadre,
venir a la escuela a jugar, ¡qué dice, comadre!"
Donde
estaba el río hay ahora unos pantanos con pinceladas de anchas hojas, y todo el
suelo cubierto por la cascarilla del arroz que los molinos desechan.
–¿Y es
ésta la calle por donde se va –se iba– a la casa de Bob?
Hace
algún tiempo los vecinos se quejaron al gobierno central porque temían que el
río "se iba a llevar el pueblo".
Vinieron
los ingenieros, hicieron sus cálculos, desviaron el río, ¡Y ahora los vecinos se
quejan porque sin río y sin mar!
La casa
de Bob, sin el río, perdió su razón de ser, quedó como extraviada en el monte,
la abandonaron, empezaron a caerse las paredes, hasta que desapareció y ahora
tratamos de adivinar si fue en este lugar o en aquél donde la casa se levantaba.
Si
encuentras un árbol de naranjas o uno de limón ese será sin duda el patio y
podría describirte todo el resto.
Diseminada
por el pueblo está la casa de Bob, en las mujeres de los pollinos, en los chicos
del cine, en los mechones de petróleo, en la arena de las calles, en los altos
cocoteros, en el viejo pescador que fuma su tabaco mientras construye una red
nueva, está la casa de Bob.
José
Jaramillo Escobar - Colombia
LA
TRISTEZA DEL INCA
Este
era un Inca triste, de soñadora frente,
de ojos siempre dormidos y
sonrisa de hiel, que recorrió su imperio, buscando
inútilmente a una doncella hermosa y enamorada de él.
Por
distraer sus penas, el Inca dio en
guerrero; puso a su tropa en marcha y el
broquel requirió; fue sembrando despojos sobre cada sendero y las nieves mas altas con su sangre
manchó.
Tal, sus
flechas cruzaron inviolables regiones,
en que apenas los ríos se
atrevían a entrar; y tal fue,
derramando sus heroicas legiones: de la selva a los andes al mar. Fue gastando las flechas que tenía en su
aljaba, una vez y otra y otra, de región en región, porque cuando salía victorioso, lograba levantar la cabeza, pero no el
corazón. Y ya cuando de tanto levantar la cabeza, celebró bailes magnos y banquetes sin
fin, pero no logra nada disipar su
tristeza, ni la sangre del choque, ni el
licor del festín. Nada entraba en el fondo de su espíritu oculto: ni las
cándidas ñustas de dignástico rol, ni
los cirios de Quito, consagradas al culto,
ni del Cuzco, tampoco, los vestales del sol. Fue llamado el más viejo
sacerdote " adivina este mal que me aqueja y el remedio del
mal" dijo al gran sacerdote,
con voz trémula y fina, aquel joven
monarca, displicente y sensual. -¡Ay,
señor! - dijo el viejo sacerdote - Tus penas remediarse no pueden; tu pasión es
mortal. La mujer que has ideado tiene
añil en las venas un trigal en los
bucles y en la boca un coral. - ¡Ay, señor! - ciertos días vendrán hombres muy
blancos, Ha de oírse en los bosques el
marcial caracol: cataratas de sangre
colmaran los barrancos, y entrarán otros dioses en el Templo del Sol. La mujer
que has ideado pertenece a tal raza,
vanamente la buscas en tu innumera grey,
y servirte no pueden oración ni amenaza,
porque tiene otra sangre, otro dios y otro rey. Cuando el rito sagrado le
mando optar esposa, hizo astillas el
cetro con vibrante dolor, y aquel joven monarca se enterró en una fosa y
pensando en la rubia fue muriendo de amor.
José Santos Chocano - Peruano
ACUÉRDATE
De
el “El llano en llamas”
Acuérdate de Urbano Gómez, hijo de don
Urbano, nieto de Dimas, aquel que dirigía las pastorelas y que murió recitando
el "rezonga, ángel maldito" cuando la época de la influencia. De esto hace ya
años, quizá quince. Pero te debes acordar de él. Acuérdate que le decíamos el
Abuelo por aquello de que su otro hijo, Fidencio Gómez, tenía dos hijas muy
juguetonas: una prieta y chaparrita, que por mal nombre le decían la
Arremangada, y la otra, que era requetealta y que tenía los ojos zarcos; y que
hasta se decía que ni era suya y que por más señas estaba enferma del hipo.
Acuérdate del relajo que armaba cuando estábamos en misa y que a la mera hora de
la Elevación soltaba su ataque de hipo, que parecía como si se estuviera riendo
y llorando a la vez, hasta que la sacaban afuera y le daban tantita agua con
azúcar y entonces se calmaba.
Ésa
acabó casándose con Lucio Chico, dueño de la mezcalera que antes fue de Librado,
río arriba, por donde está el molino de linaza de los Teódulos.
Acuérdate.
Acuérdate
que a su madre le decían la Berenjena porque siempre andaba metida en líos y de
cada lío salía con un muchacho. Se dice que tuvo su dinero pero se lo acabó en
los entierros, pues todos los hijos se le morían de recién nacidos y siempre les
mandaba cantar alabanzas, llevándolos al panteón entre músicas y coros de
monaguillos que cantaban "hosannas" y "glorias" y la canción esa de "ahí te
mando; Señor, otro angelito". De eso se quedó pobre, porque le. resultaba caro
cada funeral, por eso de las canelas que les daba a los invitados del velorio.
Sólo le vivieron dos, el Urbano y la Natalia, que ya nacieron pobres y a los que
ella no vio crecer, porque se murió en el último parto que tuvo, ya de grande,
pegada a los cincuenta años.
La debes
haber conocido, pues era realegadora y cada rato andaba en pleito con las
marchantas en la plaza del mercado porque le querían dar muy caro los jitomates;
pegaba de gritos y decía que la estaban robando. Después, ya de pobre, se le
veía rondando entre la basura, juntando rabos de cebolla, ejotes ya sancochados
y alguno que otro cañuto de caña "para que se les endulzara la boca a sus
hijos".
Tenía
dos, como ya te digo, que fueron los únicos que se le lograron.
Después
no se supo ya de ella.
Ese
Urbano Gómez era más o menos de nuestra edad, apenas unos meses más grande, muy
bueno para jugar a la rayuela y para las trácalas. Acuérdate que nos vendía
clavellinas y nosotros se las comprábamos cuando lo más fácil era ir a cortarlas
al cerro. Nos vendía mangos verdes que se robaba del mango que estaba en el
patio de la escuela y naranjas con chile que compraba en la portería a dos
centavos y que luego nos las revendía a cinco. Rifaba cuanta porquería y media
traía en la bolsa: canicas ágatas, trompos y zumbadores y hasta mayates verdes,
de esos a los que se les amarra un hilo en una pata para que no vuelen muy
lejos.
Nos
traficaba a todos, acuérdate.
Era
cuñado de Nachito Rivero, aquel que se volvió menso a los pocos días de casado y
que Natalia, su mujer, para mantenerse, tuvo que poner un puesto de tepache en
la garita del camino real, mientras Nachito se vivía tocando canciones todas
desafinadas en una mandolina que le prestaban en la peluquería de don Refugio,
nosotros íbamos con Urbano a ver a su hermana, a bebernos el tepache, que
siempre le. quedábamos a deber y que nunca le pagábamos, porque nunca teníamos
dinero. Después hasta se quedó sin amigos, porque todos al verlo, le sacábamos
la vuelta para que no fuera a cobrarnos.
Quizá
entonces se volvió malo, o quizá ya era de nacimiento.
Lo
expulsaron de la escuela antes del quinto año, porque lo encontraron con su
prima la Arremangada jugando a marido y mujer detrás de los lavaderos, metidos
en un aljibe seco.
Lo
sacaron de las orejas por la puerta grande entre la risión de todos, pasándolo
por en medio de una fila de muchachos y muchachas para avergonzarlo.
Y él
pasó por allí, con la cara levantada, amenazándonos a todos con la mano y como
diciendo: "Ya me las pagarán caro."
Y
después a ella, que salió haciendo pucheros y con la mirada raspando los
ladrillos, hasta que ya en la puerta soltó el llanto; un chillido que se estuvo
oyendo toda la tarde como si fuera un aullido de coyote.
Sólo que
te falle mucho la memoria, no te has de acordar de eso.
Dicen
que su tío Fidencio, el del trapiche, le arrimó una paliza que por poco y lo
deja parálisis, y que él, de coraje, se fue del pueblo.
Lo
cierto es que no lo volvimos a ver sino cuando apareció de vuelta por aquí
convertido en policía. Siempre estaba en la plaza de armas, sentado en una banca
con la carabina entre las piernas y mirando con mucho odio a todos. No hablaba
con nadie. No saludaba a nadie.
Y si uno
lo miraba, él se hacía el desentendido como si no conociera a la gente.
Fue
entonces cuando mató a su cuñado, el de la mandolina.
Al
Nachito se le ocurrió ir a darle una serenata, ya de noche, poquito después de
las ocho y cuando todavía estaban tocando las campanas el toque de Ánimas.
Entonces se oyeron los gritos, y la gente que estaba en la iglesia rezando el
rosario salió a la carrera y allí los vieron: al Nachito defendiéndose patas
arriba con la mandolina y al Urbano mandándole un culatazo tras otro con el
máuser, sin oír lo que le gritaba la gente, rabioso, como perro del mal. Hasta
que un fulano que no era ni de por aquí se desprendió de la muchedumbre y fue y
le quitó la carabina y le dio con ella en la espalda, doblándolo sobre la banca
del jardín, donde se estuvo tendido.
Allí lo
dejaron pasar la noche. Cuando amaneció se fue. Dicen que antes estuvo en el
curato y que hasta le pidió la bendición al padre cura, pero que él no se la
dio.
Lo
detuvieron en el camino. Iba cojeando, y mientras se sentó a descansar llegaron
a él. No se opuso. Dicen que él mismo se amarró la soga en el pescuezo y que
hasta escogió el árbol que más le gustaba para que lo ahorcaran.
Tú te
debes acordar de él, pues fuimos compañeros de escuela y lo conociste como yo.
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